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Cocina una vez y come tres

El confinamiento no siempre significa disponer de más tiempo para cocinar. Con estas cuatro preparaciones podrás conseguir una docena de platos para cuatro personas, y adaptarlos al contenido de tu nevera.

Unas caballas con muchas posibilidades
Unas caballas con muchas posibilidadesIÑIGO SOMOVILLA DE MIGUEL

Con el confinamiento estamos todo el día en casa, pero a pesar de eso no siempre tenemos todo el tiempo del mundo para cocinar (hola, teletrabajo). Aunque lo tuviéramos, optimizar la energía -tanto la eléctrica o el gas como la nuestra propia- que usamos al hacerlo siempre es una buena idea. Con estas cuatro preparaciones, más lo que tengamos por la nevera, podremos preparar tres platos para cuatro personas. Teniendo en cuenta que vivimos días complicados en los que bajar a comprar una minucia está descartado, intentamos dar fórmulas que se pueden adaptar a lo que tengamos en casa. Si no tienes absolutamente nada de lo que proponemos, tal vez ha llegado el momento de bajar a hacer la compra: haz bien la lista, organízate y hazlo con todas las medidas de seguridad recomendadas. ¡A cocinar!

Garbanzos de tres maneras

Remoja un kilo de garbanzos -de la variedad que tengas, si puede ser que sean del año- durante unas 12 horas. Separa una tercera parte de los garbanzos remojados y mézclalos con dos puñados generosos de hojas de perejil, una cebolla, uno o dos dientes de ajo, sal, pimienta, comino y, si se tiene o se quiere, cilantro fresco y su semilla molida. Triturar todo bien con una batidora, añadiendo medio vaso de agua (un poco más si queda muy duro, también hay versiones que añaden más agua y alargan con un poco de pan rallado). Solo queda formar bolitas y freírlas en un cazo con aceite de girasol: podemos tomarlas con pan de pita casero y ensalada de tomate, lechuga y pepino, con una salsa de tahini o sésamo triturado con limón o con una de yogur también con zumo de limón, ajo picado, un poco de aceite y, si tenemos en la maceta, algunas hojas de menta o perejil.

Prepara en una olla un sofrito que servirá como base a los garbanzos estofados, con una cantidad generosa de cebolla, zanahoria, pimiento verde o rojo, calabaza o las hortalizas que tengas a mano, además de algunos dientes de ajo enteros y sin pelar (y pimentón rojo de la variedad que prefieras). Añade aproximadamente 1,5 l de agua y, cuando hierva, también los garbanzos escurridos; cocina durante el tiempo necesario para que los garbanzos queden tiernos pero no se deshagan. Lo sentimos pero es imposible dar un tiempo exacto ni aproximado, depende de la dureza del agua, la variedad de garbanzo y lo añejo que sea: si hay que añadir agua porque la cocción es muy larga, que sea hirviendo o por lo menos esté muy caliente.

Cuando estén listos, separa la mitad los garbanzos, escúrrelos bien y prepara con ellos una fritatta. Saltea un pimiento, una cebolla y un calabacín cortados en daditos (añadiendo dos tercios de los garbanzos reservados al final, dándoles unas vueltas con las verduras durante un par de minutos). Si quieres añadir uno o dos dientes de ajo laminados, hazlo a la mitad del salteado para que no se quemen. Puedes cambiar estas verduras por las que tengas por casa: espinacas, guisantes, acelgas o esos restos de berenjena o calabaza asada que llevan dos días en un táper orbitando por la nevera. Comprueba el punto de sal y añade tus hierbas y especias favoritas: orégano, curry, albahaca, pimentón o la combinación que nunca te falla. Tritura los garbanzos que has reservado y mézclalos con seis huevos y un poco de sal, mezcla todo bien y cuaja la mezcla en una sartén a fuego medio.

Puedes comerte el guiso de garbanzos tal cual si quieres, así ya estará muy bueno. Si crees que le falta trabazón al caldo, coge un par de cucharones del guiso, tritúralos y devuélvelos a la olla. Si le añades una o dos latas de sardinas desmigadas en aceite o en escabeche y lo dejas hervir tres minutos más conseguirás un guiso totalmente diferente; los restos de pollo, carne picada, puntitas de chorizo o cualquier proteína sabrosa que ronde la nevera serán bien recibidos. ¿Se nos queda seco un trozo de queso? Rállalo por encima de los garbanzos y disfruta de los hilillos. ¿Queda un puñado de espinacas en la bolsa? Al lío.

Caballas en escabeche

Quien dice caballas dice sardinas, bonito, chicharros o cualquier pescado azul, aunque también podemos escabechar setas, aves y hasta recuperar algún corte de ternera que se nos haya quedado securrio. Aunque el método clásico incluye enharinar y freír el pescado previamente, hace un par de años decidí probar qué pasaba si te saltas este paso y la respuesta resultó ser que en absolutamente nada (y el pescado queda mucho más meloso, eso sí, hay que tener un poco de cuidado al sacarlo del recipiente).

Dispón una docena de caballas de ración sin cabeza ni tripa, sazonadas con sal, en una cazuela, olla o cocotte; puedes ponerlas en dos capas si no caben en una, pero intenta que lleguen todas más o menos a la misma altura. En otro cazo o una sartén con un fondo de aceite sofríe con un poco de sal cuatro cebollas peladas y cortadas en tiras, seis zanahorias en rodajas y una cabeza de ajos con los dientes partidos por la mitad a lo largo. Es el momento de asomarnos a la alacena y al frutero: podemos añadirle semillas de mostaza, hinojo, pimienta, anís estrellado, cardamomo, canela, piel de naranja, lima o limón (y muchas otras cosas). Dejamos que semillas y especias cojan calor en la sartén para que suba su sabor y terminamos el escabeche tomando decisiones cruciales.

¿Qué nivel de acidez queremos? Si nos va la marcha, una proporción de 50% vinagre de manzana -o de vino blanco, aún más potente- y 50% aceite. ¿Menos acidez? Podemos aumentar la proporción de aceite o rebajar el vinagre con agua o vino blanco. Cubrimos las caballas con la mezcla -y sus correspondientes verduras y especias- y lo dejamos hervir a fuego suave unos 15 minutos desde que arranque.

Cuando esté a temperatura ambiente, llevamos el escabeche a la nevera y esperamos un mínimo de 12 horas -idealmente, 24- antes de comerlo. El primer día podemos comerlo en ensalada, con patata y las hortalizas frescas o asadas que prefiramos y usando su mismo escabeche como vinagreta (que también podemos usar para aromatizar una mayonesa). Una buena tostada o un bocadillo con una caballa y rodajas de aguacate, pepino, tomate, una lata de pimientos del piquillo o un puñado de rúcula o espinacas frescas nos apañará una cena, y la última ración desmigada, con un tomate cortado en daditos se convertirá en una sabrosa salsa para pasta.

Pollo, calabaza, zanahorias, patatas y pimiento

Aprovecharemos al máximo el horno mientras asamos un pollo troceado para preparar a la vez dos platos más. ¿Por qué troceado? Por una cuestión de espacio: necesitaremos las dos bandejas, y si lo hacemos entero no entrarán. Enciende el horno a 180 grados y pon en una bandeja el pollo cortado en ocho trozos -aquí tienes ideas para hacerlo al estilo peruano, griego y con un toque indio, puedes usar las mismas marinadas con el pollo troceado- en una fuente sobre cuatro patatas nuevas y una cebolla cortadas en láminas, y cubre con papel de aluminio.

Añade a la bandeja inferior, dos pimientos, una calabaza violín abierta por la mitad, una cebolla, dos patatas y cuatro zanahorias. Pasados 45 minutos, quitar el papel de aluminio al pollo, retirar las zanahorias y hornear unos 30 o 45 minutos más, hasta que se vea dorado y crujiente. Las verduras tardarán más o menos lo mismo, aunque no estará de más comprobar la patata pasada una hora.

Al sacar el pollo del horno, lo dejamos reposar cinco minutos y a comer. Con la carne de la calabaza, las zanahorias, las dos patatas peladas y la cebolla prepararemos una crema de verduras; las troceamos y cocemos unos 10 minutos con agua o caldo, especiamos al gusto y le damos cremosidad con leche evaporada, aguacate, yogur, nata líquida o lo que tengamos. Con el pimiento asado, un bote de legumbres y un yogur o un poco de tahini, hierbas y especias, un untable que podrás untar en palitos de verduras, poner en tostadas o bocadillos.

Una salsa de tomate para tres platos

¿Todavía no has hecho la salsa de tomate de El Comidista Confinado? Prepara dos kilos de una vez siguiendo nuestra sencilla receta -seguramente tardes algunos minutos más, dependiendo de cómo de líquido sea el tomate que uses- y prepárate a sacarle el máximo rendimiento. Mientras, pocha en otra cazuela una cebolla y un par de dientes de ajo. Cuando esté lista, separa una tercera parte y añádela a la cazuela con la cebolla y el ajo; ponle unos 250 g de carne picada -puede ser de pollo, ternera, pavo o cerdo, al gusto, incluso soja texturizada- y remueve hasta que esté cocinada. Añade un par de botes de frijoles o judías blancas y un chorrito de agua, especias al gusto y, si quieres, chile o pimentón picante: tendrás un chile con carne sui generis la mar de apañado.

En una cazuela ancha o sartén, haz unas cuantas capas de rodajas de patata, berenjena y calabacín -con un poco de sal- y salsa de tomate, sazonada con hierbas provenzales (o un poco de albahaca, de orégano o lo que tengamos). Tapa y cocina a fuego medio-lento una media hora, o hasta que las verduras estén tiernas: es el momento de mirar de qué queso disponemos para rematar el pastel de verduras.

¿Y el tomate que queda en la olla? Si añadimos 1,2 l de caldo -o agua con un poco de sal, el tomate ya le da bastante sabor- y unos fideos, garbanzos y dados de zanahoria, conseguiremos una rica sopa de tomate. Si le cascamos unos huevos durante los últimos tres minutos, tendremos una cena de lo más reconfortante.

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