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Escuelas sobresalientes | Un pequeño tesoro pedagógico escondido en el campo coruñés

Los siete colegios que forman el centro rural agrupado de A Tarandeira impulsan un proyecto en torno a la formación de los maestros y la implicación de las familias

Alumnos de la escuela de Xaviña (A Coruña), el 23 de febrero.
Alumnos de la escuela de Xaviña (A Coruña), el 23 de febrero.ÓSCAR CORRAL
J. A. Aunión

En las siete pequeñas escuelas coruñesas que forman el centro rural agrupado de A Tarandeira se alinearon hace no mucho todos los planetas: había unos padres entregados, tanto como para dedicar sus fines de semana a limpiar, tirar paredes y pintar para remozar los edificios escolares de sus hijos; un grupo de maestras recién llegadas con suficientes ganas e ilusión como para acompañarles —con grandes dosis de trabajo y otras tantas de formación— y un director dispuesto a buscar los medios para hacer posible la transformación. Fue en el curso 2019-2020 —el que partió al final lo peor de la pandemia—, cuando los colegios de Lañas, San Cristovo, Do Busto, Da Rabadeira, Da Feiranova, Xaviña y Oca, entre los concejos de Coristanco, Santa Comba y A Baña, amenazado alguno de cierre por falta de alumnos, decidieron unirse en un solo centro para poder compartir y mejorar sus recursos.

En el de Xaviña, un grupo de siete familias y algunos amigos fue el que se puso manos a la obra para reformar de arriba abajo —con el poco dinero que pudo aportar el Ayuntamiento de Coristanco, al que pertenece esta pequeña parroquia de 50 vecinos— el viejo edificio escolar hasta transformarlo en el de la imagen que encabeza este reportaje. Tardaron un año y medio. Y su ejemplo ha cundido en alguna otra de las escuelas hermanas.

Un día de febrero enseña las instalaciones, orgullosa, Jihan Sahb El Khataouat, una de las maestras que llegaron hace cuatro cursos, mientras los 11 niños y niñas, de tres a siete años, componen un puzle con la cara de Rosalía de Castro; hoy se celebra su día en todo Galicia. La clase se organiza por rincones —el de arte, la biblioteca, el de grafomotricidad…— en los que van repartiendo su día, por grupos, los chiquillos, cada uno al ritmo que marca su edad y su curso, pero todos retroalimentándose: en estas clases rurales unitarias los mayores van tirando de los pequeños.

Jihan Sahb El Khataouat, maestra de la escuela de Xaviña.
Jihan Sahb El Khataouat, maestra de la escuela de Xaviña. ÓSCAR CORRAL

“Eliminamos los libros de texto en casi todas las asignaturas, tenemos un proyecto común en ciencias [en las siete escuelas] y nos hemos formado en metodologías activas”, explica Sahb El Khataouat. Y continúa: “Yo me he enfocado sobre todo en un modelo Montessori, trabajando desde lo sensorial, con mucha manipulación en las primeras edades, pero cada una de las maestras vamos aplicando lo que nos va mejor”. De la investigación a la práctica y vuelta a empezar, explica Jesús Mosquera, el director de este centro rural agrupado (CRA) que, entre todas las escuelas, suma este año 72 alumnos: “Nos vamos formando, lo vamos poniendo en práctica. Y vemos lo que funciona y lo que no”.

Un círculo virtuoso que, según el especialista en eficacia escolar Luis Lizasoain explicaba hace unos días en este mismo diario, es común denominador de los colegios que mejor funcionan: “Bajo el liderazgo pedagógico de la dirección, normalmente evalúan las necesidades que tienen, buscan quién es el mejor formador en ese ámbito, se lo traen al centro, se forman, lo ponen en práctica y evalúan cómo les ha ido. Y vuelven a empezar”. Lizasoain, profesor jubilado de la Universidad del País Vasco, señala este centro rural de Coristanco como un colegio en el que merece la pena fijarse.

“No pretendemos ser un ejemplo de innovación, pero somos conscientes de que tenemos que adaptarnos a los niños de hoy, que no son los de hace 10, 20, 30 años. Y precisamente la configuración de los grupos te permite una mayor flexibilidad”, insiste Mosquera.


Desde luego, el modelo parece atractivo. En un contexto de acelerado descenso demográfico —las aulas gallegas de segundo ciclo de infantil han perdido 12.000 estudiantes, casi un 18%, en la última década—, el CRA A Tarandeira han mantenido el tipo: sumaban 69 escolares el curso de la fusión y ahora son 72. En Santa Comba ya están en el límite de una escuela unitaria, con 19 alumnos; y en Xaviña el 40% de los chiquillos se desplazan desde otras localidades, atraídos por el modelo.

Fina Abelleira es una de las madres de la escuela de Feiranova: “Aprenden mucho más deprisa. Cuando llegan al nuevo colegio [al pasar a 3º de primaria, los alumnos del centro rural pasan ya a centros más grandes] están mucho más preparados. Para mi hija, el primer año que llegó fue de repaso”, asegura. Abelleira tiene tres hijas y, como las dos mayores ya han pasado al colegio grande, le sería mucho más cómodo llevar allí también a la pequeña, pero decidió no hacerlo y la ha dejado en Feiranova: “No quiero privarla de esta experiencia que han tenido sus hermanas”, explica. Abelleira es miembro de la recién creada asociación de familias, otro de los pilares del proyecto, según sus protagonistas; organizan salidas, convivencias y todo tipo de actividades.

Ana Cebrián, alumna de Magisterio que está haciendo prácticas en la escuela de Coristanco.
Ana Cebrián, alumna de Magisterio que está haciendo prácticas en la escuela de Coristanco. ÓSCAR CORRAL

Ana Cebrián, una joven de 21 años de un pueblo turolense de 850 habitantes llamado Villarquemado, es este año la figura que representa otro de esos pilares. Cebrián es uno de los 30 alumnos de último año del grado de Magisterio que cada año selecciona la Fundación Princesa de Girona para hacer prácticas en centros multigrado de Galicia, Extremadura y Aragón. Llegó a mediados de enero, después de recibir una formación específica, y trabajará en las escuelas de A Tarandeira hasta el 4 de junio. Cebrián, que está haciendo la carrera en la especialidad de atención a la diversidad, tiene claro que lo suyo, cuando se gradúe y busque una plaza fija de maestra, es sin duda la escuela rural. “El multigrado [mezcla de cursos] tiene muchísimo potencial”, dice.

Tanto engancha este tipo de experiencias que el leonés de 23 años Nicolás Vega, el primer alumno que estuvo de prácticas en A Tarandeira con Generación Docentes, se ha acabado sacando el certificado CELGA de idioma gallego para poder presentarse a las oposiciones en esa comunidad. “Me encantaría conseguir una plaza en las escuelas de Coristanco”, dice Vega por teléfono. “Ha sido la mejor experiencia que he tenido a nivel educativo y la que creo que más me ha hecho verme como profesor”, añade.

“Dice el pedagogo Javier Castillo que la escuela rural es un pequeño tesoro pedagógico que debemos cuidar casi con mimo ecológico”, cita Jesús Mosquera sobre un modelo al que ha dedicado la inmensa mayor parte de su carrera como maestro. Una profesión a la que “llegó tarde”, cuenta, pasada la treintena, en busca de algo que le llenase más que sus anteriores trabajos como economista. Y lo encontró. “Dicen que somos muy caros, porque tenemos una ratio muy baja [en su caso, son 14 profesores para 72 alumnos], pero es falso”, protesta, en referencia a lo que aportan estas escuelas a las comunidades: “Cuando desaparezcan, no podremos volver atrás”.


Escuelas sobresalientes es una serie de reportajes que publicaremos durante las próximas semanas sobre centros escolares que tienen atributos especiales y que pueden ser ejemplo de buenas prácticas y de buenos resultados.


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Sobre la firma

J. A. Aunión
Reportero de El País Semanal. Especializado en información educativa durante más de una década, también ha trabajado para las secciones de Local-Madrid, Reportajes, Cultura y EL PAÍS_LAB, el equipo del diario dedicado a experimentar con nuevos formatos.

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