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España podría contratar a 44.000 profesores o dar clases de refuerzo a 2,2 millones de alumnos con lo que le cuesta la repetición de curso

Un informe de Save the Children analiza las causas y el coste de una medida pedagógica ineficaz que está en retirada en casi todos los países desarrollados

Instituto Tirso de Molina
Una clase de cuarto de la ESO en el instituto Tirso de Molina de Madrid, el curso pasado.DAVID EXPÓSITO
Ignacio Zafra

¿Qué podría hacer España con los ingentes fondos que destina cada año a costear la repetición de curso, una medida pedagógica ineficaz según la evidencia disponible y que está en retirada en la mayoría de los países desarrollados? Pues con esos 1.441 millones de euros se podría dar refuerzo extraescolar a 2,21 millones de estudiantes en grupos pequeños, es decir, al 47% del alumnado de primaria y la Educación Secundaria Obligatoria de los centros públicos y concertados. O contratar a 44.700 docentes extra para extender, por ejemplo, la fórmula de la codocencia (dos profesores juntos en la misma clase). O incorporar a dos formadores-mentores, para que ayudasen a los equipos docentes a renovar sus prácticas en los 17.881 centros sostenidos con fondos públicos de primaria y ESO. O crear 42.200 plazas de orientadores y trabajadores sociales en los mismos centros educativos, para afinar las decisiones que los chavales y sus familias van tomando a la hora de definir sus trayectorias formativas, así como para mejorar la atención que recibe el alumnado más vulnerable.

Tanto el cálculo del coste de la repetición como las alternativas a las que podría destinarse el dinero forman parte de un informe presentado este martes por Save the Children, basado en la investigación educativa disponible. La fórmula de las clases de apoyo en grupos pequeños, de dos a cinco alumnos, durante 30 minutos, cinco días a la semana a lo largo de un curso, proporciona a los estudiantes, por ejemplo, el aprendizaje equivalente a cuatro meses en la escuela, según datos de la Education Endowment Foundation, una institución sin ánimo de lucro del Reino Unido dedicada a analizar las políticas educativas creada en 2010 con financiación del Gobierno británico.

El informe de Save the Children, coordinado por Álvaro Ferrer y titulado Repetir no es aprender. Mitos desmentidos y alternativas posibles a una práctica ineficiente e inequitativa, aparece en un momento en el que la tasa de repetición ha caído con fuerza por la suavización de la evaluación durante la pandemia, pero cuando todavía está por ver si dicho descenso ha sido coyuntural o ha venido para quedarse. Y en un escenario en el que la nueva ley educativa, la Lomloe, ofrece herramientas para reducir de forma permanente las repeticiones. Pero varias comunidades, entre las que sobresalen Madrid y Murcia, han aprobado normas encaminadas a reducir su impacto, introduciendo por ejemplo mayorías reforzadas para que los equipos docentes permitan a los chavales pasar con más de dos suspensos.

El análisis de Save the Children parte de que en España el 29% de los alumnos de 15 años ha repetido al menos una vez, frente al 11% de media en los países de la OCDE, un dato procedente del último Informe PISA (de 2018). El porcentaje español duplica al italiano, cuadriplica al irlandés, multiplica por ocho el de Finlandia y por 11 el de Reino Unido. Como las diferencia entre los resultados que obtienen en dicha prueba los alumnos españoles y los de dichos países no justifican ni remotamente las disparidades en las tasas de repetición, Save the Children concluye que los criterios “empleados en España para juzgar satisfactorio el progreso escolar son más severos que los establecidos por la OCDE y los países de nuestro entorno a la hora de predecir las posibilidades de inserción social o el grado de desarrollo de las competencias necesarias para el aprovechamiento académico”.

La comparación internacional muestra, afirman los autores del informe, “no solo que un sistema educativo pueda funcionar con un nivel residual de repetición de curso, sino que es lo más común en los países desarrollados, que recurren a otras estrategias más eficaces de gestión de la diversidad”.

En los países con elevadas tasas de repetición, prosiguen citando a la Comisión Europea, estas se explican por la existencia de una “cultura de la repetición”. Es decir, la “creencia asentada” por parte de un importante segmento del profesorado, las familias y los responsables políticos de que repetir “es bueno para el alumnado, incrementa el rendimiento y la motivación escolar, facilita los procesos de maduración personal y mejora sus oportunidades de aprendizaje”.

Lo que muestran dos trabajos publicados en 2021 que revisan la investigación realizada acerca de los efectos de la repetición es, en cambio, que “no parece tener ningún efecto, ni positivo ni negativo sobre el rendimiento académico”. Y ello a pesar de ser una medida muy cara: en el curso 2019-2020 le costó en España 1.441 millones de euros, el equivalente al 6,2% del gasto público español en educación primaria y la ESO o a todo el presupuesto de educación no universitaria Canarias en 2019. La supuesta neutralidad académica de la repetición requiere dos matizaciones, advierten los autores. La primera es que las evidencias apuntan a que esta sí puede tener cierto efecto positivo a corto plazo -lo que podría ayudar a explicar “la percepción positiva” que tienen de ella ciertos sectores del profesorado-, pero que “dicho efecto desaparece o directamente se vuelve negativo a medida que avanza la escolarización”.

Las investigaciones también apuntan a que el efecto positivo en el rendimiento tiende a apreciarse más cuanto antes se produce la repetición, por ejemplo, al principio de primaria, mientras que se vuelve más claramente negativo a medida que avanza la escolarización y sobre todo en secundaria. El dato es relevante porque la mayoría de las repeticiones se concentran en la ESO, con una tasa casi cuatro veces superior a la de primaria. Y lleva a los autores del informe a recomendar que, “en aquellos casos excepcionales en que se proponga la repetición, esta debe tener lugar en los primeros cursos de la educación primaria e ir vinculada a medidas de individualización del aprendizaje, participación en escuelas de verano y refuerzo extraescolar en grupo pequeño”.

Peor imagen de sí mismos que los que no repitieron con sus mismas competencias

Los autores afirman que no existen o al menos ellos no conocen ninguna investigación “de alta calidad”, que permita establecer una inferencia causal, en España sobre el impacto socioemocional de las repeticiones. Pero la información disponible apunta a que es negativo. Un estudio longitudinal de 2016 basado en una muestra de 6.000 estudiantes asturianos nacidos en 1999, en el que, entre otras cosas, se les preguntó sobre el concepto académico que tenían de sí mismos y sobre su percepción de su esfuerzo escolar con varios cursos de diferencia, en cuarto de primaria y segundo de la ESO, reflejó que aquellos que habían repetido habían evolucionado hacia una visión claramente peor hacia sí mismos que aquellos que no lo hicieron. La comparación entre los dos grupos de estudiantes, los que habían promocionado y los que no, se hizo cuidando que compartieran “similares variables sociodemográficas, psicológicas y de rendimiento previo”. El estudio, realizado por Rubén Fernández-Alonso, profesor en la Universidad de Oviedo, también mostró que el impacto socioemocional era “mucho más pronunciado” en quienes habían repetido en la ESO.

La repetición es, al mismo tiempo, recuerda el informe de Save the Children, “el mayor predictor del abandono educativo”. El alumnado que repite tiene más probabilidades de terminar la escolarización obligatoria sin titular. Y no acabarla aumenta las posibilidades de “engrosar la estadística de abandono educativo temprano de la educación” (la población de 18 a 24 años que tiene como mucho el título de la ESO y no sigue ningún tipo de formación que le permita elevar su cualificación), un terreno en el que España ha mejorado en los últimos años, pero que sigue liderando en la Unión Europea solo por detrás de Rumanía.

El informe destaca también que no solo repiten menos, en general, los alumnos de clases altas -cuyas familias tienden a proporcionar un entorno académico más estimulante, a poder ayudar más directamente a sus hijos y a destinar recursos a actividades de refuerzo privadas- que los de clases sociales bajas, lo cual “solo sería una evidencia de las dificultades del sistema educativo para compensar las desigualdades”, sino que los alumnos pobres también repiten más que los ricos cuando unos y otros chavales muestran un nivel similar de competencias. Así lo mostraron, recuerda el informe, tanto otro estudio publicado en 2019 por Save the Children, basado en datos de PISA, como la citada investigación realizada en Asturias, que comparó la trayectoria de grupos de alumnos procedentes de uno y otro entorno social que previamente habían sido “igualados por sus calificaciones escolares, rendimiento en test objetivos y otras variables para predecir el desempeño escolar”.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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