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El presidente el Consejo Escolar de Estado: “En los países de éxito los alumnos no repiten cursos, sino aprendizajes”

“No es preciso que los alumnos dominen listados inabarcables de contenidos en cada materia. Ese planteamiento está muy instalado en cierta cultura española”, afirma Enrique Roca, que dejará el cargo en unos días

Ignacio Zafra
Roca, en Madrid, el 16 de enero.
Roca, en Madrid, el 16 de enero.SANTI BURGOS

Enrique Roca dejará en unos días la presidencia del Consejo Escolar del Estado, el organismo asesor del Gobierno integrado por los principales actores de la comunidad educativa. Nacido en Madrid hace 73 años, Roca aceptó en 2018 el cargo que le propuso el secretario de Estado de Educación, Alejandro Tiana, por un plazo limitado a causa de su “salud y edad”, y ha terminado quedándose un poco más debido a la emergencia generada por la covid. Roca fue profesor, jefe de estudios y director de instituto, ha ocupado diversos cargos en el Ministerio de Educación y representado a España en foros educativos como el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés). También fue el coordinador de la Ley Orgánica de Educación (LOE), elaborada por los socialistas en 2006. La entrevista se realiza, a petición de Roca, a distancia, por teléfono y correos electrónicos.

Pregunta. ¿Cuál es el mayor problema del sistema educativo?

Respuesta. La repetición de curso, la barrera del título de la ESO y el abandono. El primer reto es que todo el alumnado alcance el éxito educativo en la educación obligatoria. Y no identifico éxito educativo exactamente con el título de la ESO, sino con el dominio de las competencias establecidas. El segundo reto es que todo el alumnado pueda continuar formándose hasta los 18 años, por las vías formativas que una buena orientación sugiera, y obtenga al final de esta secundaria las cualificaciones correspondientes, académicas o profesionales, que le habiliten para la educación superior o, en su caso, para la incorporación al mundo laboral con, al menos, una cualificación profesional de primer grado.

P. Hay consenso en que hay que reducir el currículo (los contenidos que estudian los alumnos y la forma de evaluarlos). ¿Se trata de hacerlo más sencillo para que todos puedan llegar?

R. No se trata de que sea más sencillo, sino más eficiente. Que se centre en los aprendizajes imprescindibles, fundamentales para seguir aprendiendo, y en las competencias básicas. Si estos aprendizajes y competencias se trabajan bien y se profundiza en lo seleccionado, sirven de manera perfecta para llevar al máximo las capacidades de cada alumno o alumna. De forma que estén preparados para afrontar la formación posterior, académica o profesional. Los países nórdicos y anglosajones tienen currículos basados en este planteamiento; todo el alumnado avanza con éxito y una parte importante llega perfectamente preparado a universidades exigentes.

P. Parte de la comunidad educativa teme que las medidas aprobadas para reducir la repetición debiliten la cultura del esfuerzo.

R. Los que utilizan el concepto de la cultura del esfuerzo, desde mi punto de vista, están planteando el problema de manera no ajustada al propósito de éxito educativo y de cómo se puede llegar a él. No se trata de regalar aprobados, sino de ofrecer a todo el alumnado los medios necesarios para aprender lo que hay que aprender y adquirir el nivel de dominio adecuado de las competencias establecidas. No es preciso que dominen listados inabarcables de contenidos en cada materia. Ese planteamiento está muy instalado en cierta cultura española de qué es aprender y aprobar. Pero el asunto es aprender lo fundamental en cada curso y valorarlo positivamente si se domina. Cuando se seleccionan bien las competencias y los aprendizajes esenciales, aquellos que nos acompañan toda la vida, y se pone a disposición del profesorado los medios adecuados, todo el alumnado está en condiciones de aprender todo lo que hay que aprender. Hay que repetir aprendizajes, no repetir cursos. Eso es lo que ocurre en los países de éxito que hemos estudiado en el consejo. El esfuerzo lo tiene que hacer todo el sistema educativo, no solo el alumnado. Para garantizar el trabajo en equipo y en clase, para que los centros puedan poner a disposición del profesorado los recursos y los métodos organizativos adecuados.

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P. ¿Qué opina de la nueva ley de educación?

R. Desde una posición personal, creo que la nueva ley, que deroga la Lomce [aprobada por el PP en 2013] y sus efectos, algunos de los cuales han sido constatados en el último informe PISA, recupera de la LOE objetivos de equidad, de adquisición de competencias, de valoración de los aprendizajes, de educación y formación de ciudadanos y de formación profesional. Contiene, además, un nuevo planteamiento del primer ciclo de la educación infantil, novedades en la evaluación en las etapas y al final de curso, evaluaciones de diagnóstico, así como una recuperación y actualización de los programas de diversificación curricular, y un nuevo planteamiento de los ciclos formativos de grado básico. Pero, sobre todo, da pasos decisivos en la dirección marcada para este siglo por instituciones internacionales como la UE, Naciones Unidas y la OCDE, orientados a la equidad, la educación en un mundo global, la preocupación por el medio ambiente, el respeto a las diferencias y el derecho de todos los niños y jóvenes a la educación.

P. Un sector de la concertada denuncia que la ley pone en peligro a esta red educativa. ¿Usted qué opina?

R. Creo sinceramente que no y los datos, en mi opinión, así lo avalan. La educación concertada se estableció legalmente en los años ochenta y las sucesivas leyes no han hecho otra cosa que consolidarla. El número de centros concertados y el de sus alumnos y profesores ha aumentado en las tres últimas décadas, con la Logse [aprobada por el PSOE en 1990], la LOE y la Lomce, como atestiguan las estadísticas. La que sí ha atravesado notables dificultades es la educación pública.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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