Aprender una raíz cuadrada en el aula de ‘spinning’
Salones de hoteles, capillas o teatros son algunos de los espacios que están sirviendo de aulas en tiempos de covid. Para algunos docentes, lastrará la educación, pero para otros es una oportunidad para innovar
La excepcionalidad del nuevo curso escolar no pasa solo por un cambio de paradigma en las clases con la creación de grupos burbuja o la combinación de la enseñanza presencial con la telemática. Las medidas de seguridad impuestas por la pandemia han obligado a muchos centros a habilitar, transformar y reutilizar espacios de los que ya disponían o a ocupar otros ajenos que les han cedido, con más o menos premura, Ayuntamientos y otras instituciones para favorecer los desdobles, impartir asignaturas no troncales o disponer de más zonas para los recreos y las clases de educación física.
Salones de hoteles, casetas de feria, salas de spinning, teatros, huertos de conventos, parques o aparcamientos son algunos ejemplos de nuevas aulas en tiempos de covid. Para algunos directores, son una oportunidad de poner en práctica otros sistemas de enseñanza y huir del modelo de escuela tradicional, mientras que para otros el hecho de no poder contar con los medios y tecnologías de las que disponen en las clases ordinarias implica una vuelta a la educación decimonónica y una merma en la calidad de la docencia. “La improvisación a la hora de buscar espacios o equipamiento puede hacernos desviar el foco de lo fundamental, que es la ratio. Lo importante no es que las clases se den en un teatro o en una capilla, sino cuántos alumnos vayan a asistir”, señala Manuel Ángel Río Ruiz, profesor de Sociología de la Educación de la Universidad de Sevilla.
Desde mediados de septiembre, los 175 alumnos de quinto y sexto de primaria del colegio público Sagrado Corazón de Jesús de Alhendín (Granada) dan sus clases en las aulas de spinning, actividades dirigidas y el gimnasio del pabellón deportivo municipal y en la entrada del teatro, que está en la misma zona. Se trata del 25% del total de estudiantes de un centro saturado por el crecimiento de la población en los últimos años ―de 5.000 han pasado a casi 10.000 habitantes― y que fue concebido para albergar unos 300 niños, pero que ahora cuenta con 850. Pese a ganar espacio, la falta de profesores, explica su secretario, Jesús Quirantes, les ha impedido desdoblar cursos. “En estas primeras semanas tenemos la sensación de estar como fuera de contexto, aún nos tenemos que hacer al nuevo espacio”, señala. El traslado de ordenadores no ha sido un problema, pero todavía no se han instalado todas las pizarras electrónicas en las nuevas aulas improvisadas. “Estamos teniendo los problemas propios de una mudanza”, comenta Quirantes.
Los recreos se realizan en el campo de fútbol del complejo, un espacio que también solicitó el instituto Alhendín, que está al lado, pero que por la saturación del colegio no van a poder compartir. El Ayuntamiento ha levantado en los aparcamientos del polideportivo una carpa a modo de patio para los alumnos de secundaria y bachillerato.
El Consistorio de Torremolinos (Málaga) también puso a disposición de sus colegios e institutos sus instalaciones, entre ellas, las del Palacio de Congresos. Finalmente, de los 12 centros educativos públicos, solo tres ―los que han tenido posibilidad de bajar la ratio de alumnos― han solicitado espacios. Uno de ellos es el instituto público Costa del Sol, que requirió dos casetas del recinto ferial para impartir las asignaturas de Música y Valores Éticos ―que por su especialidad no permiten reducir alumnos― e impartir las tutorías. De momento solo han podido ocupar una para música. “El profesor espera a los alumnos a la salida del centro y cruza la calle hasta la caseta, entre las clases la limpiadora covid desinfecta el local. Es un poco trabajoso, pero no queda otra”, explica su directora, Ángela Vázquez. El mobiliario prometido por la Junta aún no ha llegado. “Hemos colocado lo que nos sobraba. Esto nos obliga a no poder tener pizarras digitales en todas las clases, a prescindir del laboratorio… Vamos a una educación magistral, más decimonónica y la calidad y la didáctica se van a resentir”, se lamenta. Mientras se resuelven las trabas burocráticas para el uso de la segunda caseta, los chavales dan Valores Éticos y las tutorías al aire libre, en el patio y en un pinar cercano.
Lo que para Vázquez supone un freno pedagógico, para otros colegas es una oportunidad. El colegio público Port de Xàbia, en Alicante, ha decidido trasladar buena parte de su actividad al patio. Los alumnos de infantil realizan el 80% de las actividades en el exterior, utilizando pequeñas mesas y troncos, y los de primaria pasan parte de la jornada fuera, en mesas de camping. “Nosotros ya veníamos trabajando en un proyecto de innovación para cambiar el patio y ahora en vez de nueve grupos tenemos 13, y ninguno supera los 18 alumnos. Todo esto va unido a un cambio metodológico que comparten las familias, con el que queremos huir del modelo de escuela tradicional”, explica su directora, Isabel Moreno.
En el patio del Instituto Los Herrán, en Vitoria, han copiado un sistema de distribución de los espacios utilizado en Francia y Alemania y han pintado unos círculos amarillos para que cada alumno se sitúe en el centro. “Está más pensado para clases de idiomas o filosofía, en las que se pueden utilizar otros sistemas de enseñanza”, aseguran desde el centro. Y para facilitar el aprendizaje de ciencias naturales “y los conceptos de sostenibilidad y economía circular”, además de para ganar espacio a la zona de recreo, el colegio concertado Urkide, también en Vitoria, ha acondicionado parte de las huertas del convento de las Brígidas que le ofreció el Obispado. Desde Granada, el colegio público Luis Rosales también apuesta por recuperar la enseñanza al aire libre y para ello ha instalado varias pizarras en unos jardines cedidos por la universidad y en su propio espacio exterior.
“Con la cantidad de herramientas que hay hoy en día, es casi más importante la habilidad del docente que dónde se den las clases”, indica Marian Jiménez, secretaria de la Asociación Profesional de Pedagogos de Andalucía. “En muchos centros se han habilitado bibliotecas como aulas y eso posibilita poder adaptar las clases a la búsqueda e investigación por parte de los alumnos, para que sean más autónomos”, abunda. Para Río Ruiz, esta nueva situación podría suponer una “oportunidad para la reflexión de los efectos del diseño de las aulas en la calidad educativa y superar el aula huevera flexibilizando el espacio escolar”.
Clases en hoteles y capillas
En los estertores de una temporada atípica, el hotel Best Delta, de Llucmajor (Mallorca), aloja desde mediados de septiembre a unos inquilinos especiales: el medio centenar de alumnos de sexto de primaria del colegio público Urbanitzacions, que se distribuirán en tres de sus salones. Emplear las instalaciones hoteleras como aulas era la única manera de reubicar a sus 470 estudiantes a los que han podido desdoblar para cumplir con la ratio de 20 alumnos, porque allí el Ayuntamiento no contaba con instalaciones para ceder. “Está a cinco minutos del colegio y allí se dan todas las clases, sin necesidad de que tengan que estar desplazándose”, explica el secretario del centro, Agustín López.
En el colegio concertado Pío XII de Valencia no han tenido que salir del centro, pero a costa de utilizar todos los espacios disponibles, incluida la capilla. “El primer principio es la seguridad, pero también le hemos dado mucha importancia a la presencialidad. La alternativa era que vinieran día sí, día no, y eso queríamos evitarlo”, explica su director, Miguel Ángel Mora. Gracias a los cambios, solo los alumnos de tercero de la ESO ―en un colegio con 1.200 alumnos― tienen que asistir en días alternos. En la capilla, que únicamente se utilizaba en momentos puntuales, dan clase 36 alumnos de primero de bachillerato.
Con información de Pedro Gorospe e Ignacio Zafra.
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