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La educación infantil reabre en medio de la incertidumbre

Los más pequeños vuelven al colegio sin mascarilla ni distancia. Los maestros advierten del tamaño de los grupos y la dificultad para distinguir la covid de otras enfermedades

Dos limpiadoras del Ayuntamiento de Murcia en el colegio San Juan, el 28 de agosto. En vídeo, así se preparan las guarderías para recibir a los pequeños.Foto: ATLAS | Vídeo: MARCIAL GUILLÉN / EFE
Ignacio Zafra

A pocos días del inicio de las clases —cuya fecha varía según autonomías y niveles— la inquietud se extiende por todo el sistema educativo, pero es más intensa en infantil. Los niños más pequeños del colegio —de tres a cinco años en la mayor parte de España— no llevarán mascarilla, porque a esa edad los expertos no la recomiendan. Y nadie ve factible tampoco que mantengan la distancia de un metro y medio entre sí ni con los docentes. La fórmula que se ha acordado para ellos es la de los grupos de convivencia estable o burbuja, cuyos alumnos y maestros no se mezclarán con los de otras clases. Una solución que se ha ensayado con relativo éxito en otros países, pero que genera dudas por su tamaño (hasta 25 alumnos, en teoría) y por el riesgo de contaminación del grupo fuera de la escuela, a través del contacto con otros chavales y familiares.

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“Quien conoce infantil sabe que en septiembre puedes encontrarte con niños que durante cinco horas están llorando a pleno pulmón, vomitando incluso de los nervios por separarse de los padres. Nosotras normalmente invitamos a las familias a quedarse los primeros días en clase para reducir su ansiedad y que lleguen a confiar en las docentes, pero ahora no podremos hacerlo. Tendremos un periodo de resignación en el que en 50 metros cuadrados habrá 25 alumnos, o alguno más en centros masificados como los de la Costa del Sol, muchos de ellos llorando”, dice Graciela Romero, maestra de infantil y directora del colegio público Pinolivo de Marbella, al que asisten 228 alumnos, todos de infantil.

Pese a ello, Romero, como el resto de maestras entrevistadas para este artículo, considera imprescindible reabrir las escuelas y asegura que no va a dejar de coger a los niños en brazos. “Uno de los pilares de esta etapa son las emociones. Vamos a implementar todas las medidas de higiene y seguridad, pero es imposible mantener la distancia con los alumnos, porque tendrían unas carencias muy grandes. Si tuviéramos más espacio y más maestras el riesgo sería menor, pero eso cuesta dinero”, lamenta la directora. A 10 días del comienzo de las clases, la Junta de Andalucía no ha destinado ningún refuerzo a su colegio, asegura.

¿Covid o catarro?

Los centros cuentan con un protocolo de actuación ante la sospecha de un caso de covid. La detección en infantil será, sin embargo, compleja. “En estas clases hay una continua circulación de virus, y va a ser difícil diferenciar la covid de un catarro. Hay niños que tienen bronquiolitis de repetición, otros tosen porque tienen laringitis... Veremos cómo lo gestionan, porque siendo tan pequeños no sé si les van a hacer pruebas de covid por unas décimas”, dice Sara Quiroga, maestra en un centro de Madrid. A Quiroga, de 45 años, le preocupa su madre, que está inmunodeprimida. “Voy a estar mucho tiempo sin poder ir a visitarla por temor a estar enferma de forma asintomática. No trabajo en una oficina donde pueda tener precaución, sino con niños pequeños que tienen otras relaciones al salir de la escuela”.

La ciencia ha ido reuniendo evidencias relativamente tranquilizadoras sobre la capacidad de contagio de los niños. Pero María José Mellado, presidenta de la Asociación Española de Pediatría, pide cautela. “Lo que sabemos hasta ahora es que su capacidad de transmisión es más baja, sobre todo en menores de 10 años. Pero los estudios se han hecho en situaciones determinadas, como campamentos al aire libre, y aunque el riesgo de transmisión sea pequeño, existe y hay que evitar romper los grupos estancos fuera del colegio. Dicho lo cual, pensamos que los niños deben ir al colegio porque lo necesitan”.

Motivo económico

“La escuela en infantil no es tan importante por lo que se enseña de cara al currículum, como porque se le atribuye, en primer lugar, una función económica. Los padres necesitan ir a trabajar y que alguien se ocupe de sus hijos”, señala Dino Salinas, profesor de Didáctica y Organización Escolar en la Universidad de Valencia. “Y la escuela es un lugar idóneo porque constituye normalmente un espacio seguro a nivel afectivo, donde los niños son atendidos, establecen rutinas, se encuentran con amigos a los que les pasan cosas parecidas y tienen una garantía de buena alimentación, lo que resulta fundamental para una parte de la población”, añade.

La mascarilla no es obligatoria entre los tres y los seis años porque es difícil que la lleven bien puesta y los docentes tendrían que estar todo el tiempo vigilándolo, afirma la presidenta de la Asociación Española de Pediatría. Un número creciente de comunidades sí la están haciendo obligatoria para el profesorado. “El problema es que a esas edades, para la dicción y la comprensión los niños no solo necesitan la audición, sino también la gestualidad, y no podrán vernos”, dice Olga Catasús, maestra en Murcia.

En una etapa en la que los alumnos aprenden sobre todo a través del contacto y la experiencia física, los docentes tienen que evitar los materiales difíciles de limpiar, como la plastilina. Lograr que se laven las manos al menos cinco veces al día. Tratar de aumentar las distancias. Y hacer las clases menos colaborativas y basadas en la interacción. “Hay que replantear el trabajo”, resume Mariaje Rubio, maestra de apoyo en León. Las familias, entre tanto, esperan el inicio del curso con un ánimo parecido. “Sé que necesita volver a estar con niños, y a la vez no sé cómo van a gestionarlo, ni qué haremos si hay un positivo en su clase y tiene que cumplir cuarentena”, dice Lucía Durbán, médica en Valencia y madre de un chico de tres.

Dar de comer con gafas y mascarilla

Cuando la directora de la escuela infantil Las Nubes2 de Madrid presentó a sus educadoras el protocolo para su reapertura en julio ellas dijeron: “¡Nos vamos a pasar el día limpiando!”. Y esa ha sido una de las claves para permanecer estos dos meses con 20 niños en sus aulas sin ningún contagio en Carabanchel, uno de los distritos más afectados por la covid de Madrid, explica Victoria Otero.

Todo se lava diariamente, incluidos los babis de los niños y todos los juguetes. Cuando dan de comer a los niños, lo hacen usando, además de la mascarilla, gafas de protección. En los cambios de pañal usan guantes. Solo el personal y los niños pueden entrar a la escuela. Y aunque ya no se escuchan besos en las aulas, los achuchones son imperativos para los niños que lo necesitan. / BEATRIZ LUCAS

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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