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Estados Unidos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Quién está realmente del lado de los trabajadores?

Trump es un farsante. Biden, en cambio, ha seguido un programa para beneficiar a los empleados estadounidenses

Trump y Biden
Joe Biden se une a los piquetes en huelga del sindicato Trabajadores del Automóvil Unidos en 2023 en Michigan.JIM WATSON (AFP/GETTY IMAGES)
Paul Krugman

Se hicieron muchas conjeturas antes de las primarias presidenciales del martes en Michigan, pero los resultados reales no aclararon las dos cuestiones más importantes: ¿cuántos votantes “no comprometidos”, enfadados por la forma en que el presidente Joe Biden ha enfocado la guerra en la Franja de Gaza, se abstendrán en noviembre, a pesar de que Donald Trump seguramente apoyaría mucho más a Benjamin Netanyahu que Biden? ¿Y cuántos obreros apoyarán a Trump en la falsa creencia de que está de su lado?

Pero al menos podemos decir con certeza que Trump no está ni ha estado nunca a favor de los trabajadores, mientras que Biden sí lo está.

Naturalmente, no es así como Trump cuenta la historia. En septiembre, durante una huelga de trabajadores del automóvil, Trump, dirigiéndose a los empleados de una fábrica de piezas de automóviles no sindicada de Michigan, declaró que había salvado a un sector del automóvil que estaba “postrado, exhalando su último suspiro” cuando asumió el cargo. En cambio, Biden, se había unido el día anterior al piquete de los trabajadores sindicalizados.

Sin embargo, lo de Trump son puras fantasías de engrandecimiento personal. Cuando llegó a la Casa Blanca, la industria automovilística ya había recuperado la mayor parte del terreno perdido durante la Gran Recesión. Esta recuperación fue posible porque en 2009 el Gobierno de Obama-Biden intervino para rescatar a las principales empresas del sector. En aquel momento, muchos republicanos se opusieron vehementemente a ese rescate.

¿Y Trump personalmente? Primero apoyó el rescate y años más tarde se puso del lado de la derecha republicana que lo denunciaba, afirmando: “Podrían haber dejado que [la industria automovilística] quebrara y se reconstruyera por sí misma”. En una ocasión planteó la idea de que los fabricantes de automóviles trasladaran la producción fuera de Michigan a lugares con salarios más bajos y luego regresaran con el tiempo “porque esos tipos van a querer recuperar sus puestos de trabajo, aunque haya menos”. Si no entienden bien lo que quiere decir, en realidad estaba insinuando acabar con los sindicatos del sector del automóvil para que los trabajadores se vieran obligados a aceptar recortes salariales. ¡Populismo!

Una vez en el cargo, Trump, que hizo campaña como un tipo diferente de republicano, gobernó principalmente como un conservador convencional. Sus promesas de reconstruir las infraestructuras de Estados Unidos –que suscitaron el rechazo de los republicanos en el Congreso– se convirtieron en una broma recurrente. Su mayor logro legislativo fue una rebaja de impuestos que supuso un gran regalo para las empresas y los estadounidenses con rentas altas. Su intento de “reforma” del sistema sanitario habría destruido el Obamacare sin ningún sustituto viable, lo que habría provocado que millones de estadounidenses perdieran la cobertura de su seguro médico.

Trump sí se apartó de la ortodoxia del Partido Republicano al imponer importantes aranceles a las importaciones, con el supuesto objetivo de restaurar el sector de la fabricación. Pero al imponer aranceles a insumos industriales como el acero y el aluminio, aumentando su precio, Trump hizo que las fábricas estadounidenses –y concretamente las fábricas de automóviles– fueran menos competitivas, y probablemente destruyó puestos de trabajo netos.

Esencialmente, no hay nada que indique que Trump y quienes le rodean hayan aprendido algo de esa experiencia. En particular, el equipo de Trump parece seguir creyendo que los aranceles los pagan los extranjeros, cuando en realidad su carga recae sobre los trabajadores y consumidores estadounidenses. Todo hace prever que un segundo mandato de Trump estaría caracterizado por un aumento de los aranceles, tan mal concebidos como los del primero.

A pesar de todo, nuestra economía estaba funcionando cerca del pleno empleo en vísperas de la pandemia de covid-19. Pero esto reflejaba principalmente el hecho de que los republicanos en el Congreso, que retrasaron la recuperación de la crisis financiera de 2008 al restringir el gasto público, aflojaron de repente las cuerdas del monedero una vez que Trump asumió el cargo.

¿Cómo es el balance de Biden en comparación? Es cierto que durante su mandato se produjo un estallido de la inflación, pero lo mismo les sucedió a los líderes de otras economías avanzadas, lo que deja muy claro que las perturbaciones relacionadas con la pandemia, y no la política, fueron las responsables. Y la inflación ha ido remitiendo, a pesar de algunos baches por el camino, sin el elevado desempleo que algunos economistas afirmaban que sería necesario.

En lo que se refiere a la política, Biden ha roto claramente con el conservadurismo de campo de golf de Trump. Ha cumplido en materia de infraestructuras. Ha promulgado dos importantes proyectos de ley para impulsar la fabricación, uno en el campo de los semiconductores y otro centrado en la energía verde. El empleo en las fábricas se ha recuperado totalmente de la crisis de la covid; la inversión en el sector se ha disparado.

No sé cuántos estadounidenses se han enterado siquiera de estas iniciativas políticas. O cuántos se dan cuenta de que la era de Biden ha sido realmente buena para los salarios de los obreros. En general, los aumentos salariales se han mantenido por encima de la inflación, y han sido más rápidos para los trabajadores peor pagados. En consecuencia, los salarios de la mayoría de los trabajadores ajustados a la inflación son más altos que antes de la covid y de hecho están por encima de la tendencia anterior a la pandemia.

En resumen, hay una razón por la que el sindicato Trabajadores del Automóvil Unidos apoyó a Biden, aunque muchos de sus miembros votarán a Trump de todos modos, imaginando que está de su lado.

Pero Trump no es un populista. Es un farsante. Cuando hizo política real en lugar de discursos, básicamente gobernó como Mitch McConnell, pero con aranceles. Biden, en cambio, realmente ha seguido un programa para beneficiar a los trabajadores –más, posiblemente, que cualquier presidente desde Franklin D. Roosevelt– y ha dirigido una reducción significativa de la desigualdad.

¿Cuántos de nosotros votaremos basándonos en esta realidad? Supongo que lo averiguaremos.

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