El final del ‘criptoinvierno’ asoma: estos son los vientos de cola que impulsan de nuevo al bitcoin
La más popular de las criptomonedas duplica su precio en el último año. Los cambios regulatorios en EE UU y la previsible bajada de los tipos impulsan su cotización y atraen a jóvenes inversores, quienes muchas veces no son conscientes de los riesgos que asumen
Tras la oscuridad, grandes esperanzas. El bitcoin arrancó el año con una noticia inmejorable. El 10 de enero la SEC estadounidense autorizó la comercialización de ETF vinculados al bitcoin, un momento largamente esperado por los seguidores de esta criptomoneda. Significaba poner la compra de bitcoins a tan solo un clic de distancia a millones de inversores en el país más proclive a colocar parte del ahorro en los mercados, algo así como ser admitido en el club de Wall Street. Ya no necesitan abrir cuentas en plataformas del sector como Binance o Coinbase, o más difícil aún, hacerse con una billetera fría donde almacenarlos. Ahora, les basta con abrir su bróker y pulsar comprar. El instante, sin embargo, tuvo algo de anticlimático. Tras el anuncio favorable del regulador norteamericano, la cotización del bitcoin cayó, confirmando, solo por unas horas, el famoso dicho: compra con el rumor, vende con la noticia.
Fue solo un bache. Desde hace poco más de un año, la tendencia de fondo muestra que el bitcoin no hace más que subir. Su precio ha superado los 50.000 dólares y ha convertido el llamado criptoinvierno en un mal sueño. “La aprobación del ETF supone la institucionalización del bitcoin como activo y expone la creciente aceptación de las criptomonedas en las finanzas tradicionales”, dice Francisco Maroto, responsable de activos digitales y blockchain del Grupo BBVA.
Denostado por académicos y premios Nobel de Economía —una estafa piramidal para Paul Krugman, una herramienta de lavado de dinero y evasión fiscal para Joseph Stiglitz, una burbuja especulativa nacida de una epidemia de entusiasmo para Robert J. Shiller—, menospreciado por inversores célebres —”Es como ir al casino”, Warren Buffett dixit—. Dado por muerto cada vez que su cotización se desplomaba, pero siempre capaz, hasta ahora, de resucitar, se puede decir que el bitcoin se ha consolidado como activo de inversión pese a que su uso cotidiano como moneda de cambio se ha estancado. “El bitcoin no es una alternativa al dinero fiat [efectivo], no hay que buscar sus casos de uso ahí. El bitcoin incrementa los costes de transacción para pagos, y además es inherentemente volátil”, explica Álvaro D. María, autor de La filosofía de bitcoin (Deusto, 2024).
Moneda de cambio
Mientras pierde fuerza la idea de un bitcoin compitiendo en igualdad de condiciones con nuestros euros, y se desvanece la utopía de que sea moneda de cambio para comprarnos una vivienda, un coche, ir al supermercado o hacer pagos cotidianos mediante transferencias, se refuerza su posición como inversión. “La propuesta de valor principal del bitcoin es aparcar riqueza, transmitir valor en el tiempo. Que se utilice cada vez más para ello es fundamental”, añade Álvaro D. María.
Esa música, la de otorgarle un papel como reserva de valor, recuerda a la que se asocia a otros activos refugio —aquellos que, ocurra lo que ocurra, ya sea una crisis económica o un repunte de la inflación, siempre tendrán algún valor—. No en vano, proliferan quienes denominan al bitcoin como el nuevo oro digital.
La analista de Deutsche Bank Marion Laboure es una de las que comparte esa idea, aunque con matices. “La gente siempre ha buscado activos que no estuvieran controlados por los gobiernos. El oro ha desempeñado este papel durante siglos. Y sí, potencialmente podría ver al bitcoin convertirse en el oro digital del siglo XXI. No olvidemos que el oro también ha sido volátil históricamente. Pero es importante tener en cuenta que el bitcoin es arriesgado: es demasiado volátil para ser una reserva de valor confiable hoy en día. Y espero que siga siendo muy volátil en el futuro previsible”, afirma en una publicación del banco alemán.
Sea o no parecido al oro, lo cierto es que ha sido muy rentable para la mayoría de sus poseedores. Aunque todavía está por debajo de los 69.000 dólares que llegó a tocar en noviembre de 2021, su máximo histórico, en los últimos 12 meses ha más que duplicado su precio, y si se retroceden varios años, las rentabilidades se multiplican. Entre todos los activos de inversión por valor de mercado, el bitcoin ocuparía actualmente la décima plaza, con una capitalización de más de un billón de dólares, ligeramente por detrás de Meta, la dueña de Facebook, Instagram y WhatsApp, en una clasificación liderada precisamente por el oro (13 billones de dólares).
Aprovechando esa ola, Coinbase, la plataforma estadounidense de compra y venta de criptomonedas que cotiza en la bolsa estadounidense, ha duplicado su valor en bolsa en seis meses, y obtenido sus primeras ganancias trimestrales en dos años.
Cuando finalmente se materializa un acontecimiento tan esperado y comentado por la comunidad cripto como la llegada de los ETF, la pregunta básica es: ¿y ahora qué? Francisco Maroto, del BBVA, responde. “En el corto plazo cabe esperar flujos netos positivos de inversión hacia estos productos, como ya se están observando. El siguiente paso lógico es avanzar en el lanzamiento de más ETFs con otro criptoactivo (como ethereum) o cesta de criptoactivos como subyacente. Pero es muy difícil de predecir. Hay que esperar a que la regulación avance y la tecnología y el mercado maduren”.
Aunque ha mostrado un comportamiento imprevisible, hay varios catalizadores para pensar que se avecinan buenos tiempos para el bitcoin. Igual que las subidas de tipos de interés por parte de los bancos centrales le penalizaron, las bajadas previstas para este año le favorecen.
Un reciente informe de Funcas titulado Criptoactivos en el nuevo contexto financiero: tipos de interés, precio y adopción, elaborado por Santiago Carbó, Pedro J. Cuadros-Solas y Francisco Rodríguez, alude a esa correlación cada vez mayor. “El ciclo económico empieza a estar conectado con el comportamiento de los criptoactivos. La evolución de la inflación y, en particular, de los tipos de interés, como respuesta a los incrementos generalizados de precios, parece tener un impacto relevante”, concluye el texto. El resumen es que cuanto más suban los tipos (o las expectativas de que no bajen), menos valen las criptos. “Los tipos altos las vuelven menos atractivas para los inversores porque pueden obtener rendimientos más altos en deuda pública, bonos corporativas o depósitos bancarios”, concluye el estudio.
La bajada de tipos es solo uno de los estímulos, pero hay quien ve otros con más potencial. “De cara al futuro, el tema más importante en la red bitcoin sigue siendo el próximo halving previsto para abril”, apunta Manuel Villegas, analista de activos digitales del banco suizo Julius Baer. El halving es la reducción a la mitad de la recompensa que se entrega a los mineros por validar las transacciones de bitcoin y tiene lugar cada cuatro años. ¿Por qué es importante? Teóricamente tiende a reducir la oferta de nuevos bitcoins, y al haber más escasez, su precio sube.
Hay quien pone en duda que este fenómeno realmente sea un impulsor del precio del bitcoin. Porque el mercado, al esperar su llegada, ha podido descontarlo antes. O porque cualquier acontecimiento negativo puede contrarrestarlo. Sin embargo, según un informe de Deutsche Bank, los patrones históricos indican que después de los anteriores halvings el precio ha tendido a experimentar una trayectoria ascendente. “En los cinco días posteriores al primer halving del 28 de noviembre de 2012, subió más del 8%. Después del halving del 9 de julio de 2016, aumentó más del 3%, y en los cinco días posteriores al del 11 de mayo de 2020, se revalorizó un 8,5%”, recuerdan.
Están los ETFs, están los tipos a la baja, está el halving, y está un cuarto factor: el efecto llamada. Para quienes tienen dudas sobre si entrar o no, pocas cosas producen más FOMO que ver el bitcoin subir con ellos fuera del mercado. Saber que los demás están ganando dinero y tú no, por mucho que eso implique asumir riesgos extremos. El acrónimo FOMO toma las iniciales de la expresión inglesa Fear of missing out —en español, miedo a perderse algo—, y es un potente acelerador de las compras. Funcas cita estudios que tratan de dar barniz científico a esa intuición, y la cuantifican así: un aumento de un punto porcentual en el precio del bitcoin se relaciona con un aumento del 0,9% de nuevos usuarios a los dos meses.
El empujón de los ETFs no solo viene de su mayor accesibilidad. “No hay duda de que los inversores de todo el mundo se han sentido atraídos por los nuevos productos debido a los menores costos relativos que implican”, dice Villegas. Los fondos lanzados justo después de la aprobación por BlackRock y Fidelity ya notan esa fiebre, con miles de millones captados en solo unos días. Las comisiones bajas de estos instrumentos vuelven más porosas las barreras de entrada y democratizan estas inversiones. Para bien y para mal.
Aviso del supervisor
Como recuerda Deutsche Bank en su informe, la aprobación de los ETF está lejos de ser una invitación de las autoridades a invertir en ellos. “Es importante señalar que la aprobación de estos fondos por parte de la SEC vino con una advertencia de su presidente, Gary Gensler”, afirman. Gensler enfatizó que el bitcoin “es principalmente un activo especulativo y volátil que también se utiliza para actividades ilícitas… No aprobamos ni respaldamos al bitcoin. Los inversores deben ser cautelosos ante los innumerables riesgos asociados con el bitcoin y los productos cuyo valor está vinculado a las criptomonedas”. Es decir, la SEC deja comprarlo, pero no lo recomienda, como si de una casa de apuestas se tratase.
Adolfo Contreras, senior advisor en Blockstream, una empresa canadiense que desarrolla una gama de productos y servicios para el almacenamiento y transferencia de bitcoins y otros activos digitales, cree que el uso de la criptomoneda es particularmente interesante en países con poca seguridad jurídica o donde la gente desconfíe de su Gobierno. “El bitcoin se convertirá en una suerte de cuarto poder. Cuando un Gobierno abuse, los ciudadanos convertirán su patrimonio en secreto y votarán con los pies”. Es decir, se moverán allí donde haya leyes más favorables hacia el bitcoin y la factura fiscal sea menor.
Esa idea libertaria del dinero escapando de la voracidad confiscatoria de los gobiernos explica parte de la fascinación que despierta en ciertos ámbitos. “Los creadores del bitcoin eran los cypherpunks y lo que pretendían era hacer cumplir nuestros derechos (propiedad privada, privacidad, etc...) en el ciberespacio, un dominio en el que las leyes no funcionan. Por eso el bitcoin funciona particularmente bien en jurisdicciones donde existe poca seguridad jurídica”, sostiene Contreras.
En el sector creen que los colapsos de TerraLuna, Genesis, BlockFi, FTX y otras muchas firmas, más allá del importante agujero que han dejado en las cuentas de millones de clientes y del daño reputacional para las criptomonedas, son parte de una destrucción creativa que a largo plazo servirá para limpiar el ecosistema, al sobrevivir solo aquellos que hayan hecho las cosas bien y sean fiables.
La memoria de esos malos días parece haber quedado eclipsada por la última oleada de compras. “Este mercado alcista va a ser aún más fuerte que el de 2021. No sólo por el precio, sino por la entrada de la parte institucional”, confía Jorge Soriano, consejero delegado de la plataforma española Criptan. “El camino a recorrer es largo. Hay fases que no podemos saltar. Uno de los principales detonantes será la integración y adopción por parte de la banca tradicional”, añade.
Las entidades financieras que han dado ese paso son muy pocas. Una de ellas es el banco austriaco Raiffeisenlandesbank, autoproclamada como la primera entidad tradicional de la UE a través de la cual es posible comprar y vender bitcoins, ethereums y otras divisas digitales. Empezó a permitirlo en enero.
Según el documento de Funcas, un 5% de los españoles posee alguna criptomoneda, un dato similar al que maneja la Comisión Nacional del Mercado de Valores (6,8%). ¿Quiénes son? El centro de análisis dice que son hombres, jóvenes, estudian o trabajan, viven en zonas urbanas de gran tamaño, y disfrutan de ingresos mensuales elevados.
También analiza su perfil psicológico. “Tienden a tener una mayor tolerancia al riesgo en comparación con aquellos que no han comprado criptomonedas. Son más impacientes, tienen menores niveles de autocontrol y están más dispuestos a aceptar pérdidas en una inversión si se pueden esperar ganancias por encima de las normales del mercado”.
La edad dorada del riesgo
Superados los 50.000 dólares, la próxima cumbre a batir por parte del bitcoin son esos máximos históricos de 69.000 dólares alcanzados hace casi dos años y medio. Con la Bolsa estadounidense en récords, la japonesa rondándolos 34 años después, y algunos parqués europeos como el alemán también en sus picos o cerca de ellos, los amantes del riesgo viven una edad dorada.
Cuando eso sucede, la palabra burbuja no tarda en aparecer en el vocabulario. Pero una valoración nunca vista no tiene por qué implicar que el entusiasmo sea injustificado. Y para el común de los mortales, anticiparse es prácticamente imposible, y las burbujas solo se conocen cuando estallan.
Víctor Alvargonzález, fundador de Nextep Finance, da algunas pistas para identificarlas. “Lo que tenemos ahora no es euforia. Euforia se vivió en 1987, con Wall Street como película más taquillera. También en el año 2000 con el portal de internet Terra, que llegó a valer más que Endesa. O con TerraLuna y las criptomonedas en 2021. Para saber si se ha alcanzado esa fase hay señales técnicas y otras de andar por casa: cuando los amigos empiezan a preguntar por la bolsa o las criptomonedas, como pasó con el bitcoin; cuando hay publicidad financiera donde no suele haberla, como en marquesinas o estadios de fútbol; o cuando tu vecino alardea de sus inversiones”.
Es la versión moderna de la anécdota que se atribuye al magnate del petróleo John D. Rockefeller. Unos días antes del crac bursátil de 1929 su chófer le preguntó cómo iba la bolsa, y se le encendieron todas las alarmas. Si hasta los chóferes invertían en bolsa, aquello no podía acabar bien. Habrá que estar atentos a las señales.
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