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El gran ‘colocón’ del opio afgano

Después de que el régimen talibán prohibiera su cultivo por segundo año, el precio de la adormidera, usada para producir heroína, llega a su mayor en nivel en las últimas dos décadas

Un agricultor afgano cosecha savia de opio de un campo de amapola en la provincia de Badakhshan
Un agricultor afgano cosecha savia de opio de un campo de amapolas en la provincia de Badakhshan.OMER ABRAR (AFP/GETTY IMAGES)

El precio del opio afgano está por las nubes. Un kilogramo del jugo que dan las amapolas —alma de analgésicos narcóticos como la morfina y derivados más fuertes como la heroína— cuesta en el mercado unos 408 dólares (376 euros al tipo de cambio actual). Esta cifra es casi cinco veces superior a la registrada en 2022, marcando así el nivel más alto en dos décadas. La prohibición del cultivo, impuesta por el régimen talibán, ha tenido un gran impacto en la producción de la adormidera en todas las regiones de ese país montañoso, hundido en el corazón de Asia y que fue, hasta hace poco, el principal proveedor mundial de la sustancia.

A nivel nacional, según las estimaciones de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), la superficie cultivada de amapola disminuyó un 95,3% en 2023 (al pasar de 233.000 hectáreas a 10.800 hectáreas). La bajada ha trastocado a la frágil economía, que parecía haberse estabilizado a finales de 2022 en comparación con la caída que tuvo después del 15 de agosto de 2021, cuando los talibanes entraron a Kabul, y tomaron el control del país. “La prohibición ha privado de ingresos a millones de personas”, afirma Kate Clark, codirectora de Afghanistan Analysts Network, una organización sin fines de lucro. Aunque se anunció en abril de 2022, el veto se aplicó seriamente a partir de la temporada de siembra de otoño de ese mismo año, por lo tanto, en 2023 completó su primer ejercicio de vigencia.

La prohibición ha puesto el dedo en la llaga en un país donde millones de personas padecen hambre, debido a las décadas de conflictos armados, corrupción, inestabilidad política y que ahora también sufren los efectos del cambio climático con fuertes sequías y temperaturas gélidas durante el invierno. “Ha costado a los agricultores más de 1.000 millones de dólares en ingresos perdidos [920 millones de euros], sin incluir las pérdidas relacionadas con el procesamiento, el comercio y la exportación de opiáceos”, explica William Byrd, experto principal en Afganistán en el U.S. Institute of Peace, una agencia independiente. Y se espera que tenga un efecto negativo en la economía general. Las estadísticas en ese territorio son escasas y poco fiables, y aún no hay detalles sobre la velocidad de la actividad productiva de 2023. El Banco Mundial, sin embargo, estima que el PIB afgano disminuyó un 21% en 2021 y otro 6% en 2022. El ritmo de la economía siguió siendo débil a lo largo del ejercicio anterior y las perspectivas para 2024 son malas, dada la continuación de la prohibición del opio y la disminución de la ayuda humanitaria, que se dio con el retorno del régimen talibán.

“El efecto económico de la prohibición se ha visto algo atenuado por algunas existencias, procedentes de cosechas anteriores”, agrega Byrd. “Pero los hogares pobres de las zonas rurales no disponen de ese colchón y sufren más. Y a medida que se agotan, el impacto macroeconómico empeora”, agrega. Desde finales de los años 70, el opio juega un papel fundamental en ese país, sobre todo en las zonas rurales. En 2022, este producto contribuyó con un tercio del valor total de la producción agrícola nacional, según ONUDD. A nivel de los hogares, su venta significa hasta un 50% de las entradas de recursos en una familia. En algunas regiones ocupaba una proporción significativa de las tierras. En Helmand, una zona al sur, escenario de cientos de asesinatos casi siempre ejecutados por los talibanes, una quinta parte de la tierra que se siembra se dedicaba a la adormidera.

“En algunos distritos la proporción era aún mayor y había desplazado a alimentos de alta relevancia, como el trigo”, detallan las fuentes de Naciones Unidas. Es este cereal el que está llenando nuevamente los campos, pues su ciclo de germinación coincide con el de la amapola. Un análisis focalizado en cuatro provincias (Farah, Helmand, Kandahar y Nangarhar, que representaron el 74% de la producción de la adormidera en 2022), indicó que aproximadamente el 68% de las tierras cultivables se habían replantado con grano. Esto significa menores recursos. Porque mientras que una hectárea de trigo se vende a 770 dólares, una de amapola genera alrededor de 10.000 dólares, destaca un informe de la Oficina de la ONU. “La agricultura local vive un verdadero drama”, dice José Miguel Calvillo, profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense. “Nos guste o no, la venta de opio es una de las principales fuentes de ingresos”, destaca el también autor del libro Afganistán: un conflicto permanente (Ediciones Trea, 2023).

Pero el efecto del veto también atraviesa fronteras. El opio afgano se utiliza para producir el 95% de la heroína que se consume en Europa, dice Orzala Nemat, investigadora asociada en Humanitarian Policy Group, en un artículo publicado en Chatham House, un think tank, con sede en Londres. “La prohibición podría dar lugar a una escasez global y es poco probable que Myanmar, ahora el primer productor de la adormidera, y otros países, puedan llenar el vacío a corto plazo”, dicen las fuentes de la ONUDD. El boquete es importante. Con la cosecha de 2023 se han generado unas 333 toneladas de opio, un 94,6% menos que un año antes. Ello se traduce en menos heroína: unas 24 y 38 toneladas del opiáceo semisintético de calidad exportación (con una pureza de entre un 50% y un 70%), y que son una pizca si se comparan con las de 2022 (cuando llegaron a ser entre 350 y 580 toneladas).

Impulso al fentanilo

Una caída así da paso a una reducción de la pureza o la sustitución de la heroína por otras sustancias en los mercados minoristas, algunas de las cuales pueden ser aún más nocivas, como el fentanilo, explica la ONUDD. No es la primera vez que los talibanes cierran el grifo del opio. Lo hicieron durante su anterior régimen (1996-2001). El veto fue similar al actual, en ese entonces había suficientes reservas entre los agricultores, lo cual sirvió para capear la situación y seguir alimentando la demanda de droga ilícita. Hoy, sin embargo, la cantidad de adormidera y otros opiáceos en stock en forma de grandes existencias o inventarios es desconocida, pero las continuas incautaciones y los informes de campo sugieren que los agricultores y comerciantes están agotando este inventario, según la ONUDD.

“La crisis afgana está completamente olvidada por el mundo occidental”, agrega Calvillo. Y esa falta de atención podría ser aprovechada por los grupos criminales. La disminución de ingresos a lo largo de la cadena de suministro de opiáceos en Afganistán podría estimular actividades ilegales alternativas. “Potencialmente, conduciría a un aumento en el tráfico de otras drogas sintéticas como la metanfetamina”, concluye la ONUDD.


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