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Así son los Mello, la discreta saga portuguesa en auge cuya fortuna asciende a 2.652 millones de euros

El grupo familiar, en manos de la cuarta generación, tiene en la concesionaria Brisa su mayor activo y ahora crece en el mundo del vino

Los Mello
Viñedos propiedad de WineStone, de la familia Mello.
Tereixa Constenla

Los Mello no pueden creer en la maldición de las terceras generaciones de las dinastías empresariales, a menudo caracterizada por destruir lo que sus antecesores pusieron en pie. Hace unos años Barclays Wealth realizó un estudio sobre el asunto y concluyó que solo el 10% de las fortunas familiares sobrevivían a la tercera generación. El grupo portugués José de Mello está ya en manos de la cuarta y, más que peligrar, se encuentra en plena exhibición de músculo industrial.

A mediados de octubre anunciaron la expansión de sus negocios vitivinícolas con la creación de WineStone, que incorporará su tradicional producción de vinos del Alentejo iniciada en 2003 a través de Monte da Ravasqueira, y se ampliará con nuevas explotaciones en las comarcas del Duero y los Vinhos Verdes. Son dos denominaciones de origen con tirón internacional, uno de los objetivos del grupo, que aspira a exportar en los próximos años el 60% de la producción a Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Brasil. En la presentación de WineStone, Salvador de Mello, presidente ejecutivo del grupo, dejó claro que las nuevas compras están en el horizonte para tratar de alcanzar los 60 millones de facturación. “El componente de crecimiento orgánico es también muy relevante, esto no será solo crecimiento por adquisiciones, aunque tengan sentido las adquisiciones ante un mercado que es muy fragmentado”, indicó.

La ampliación en viticultura es la primera decisión estratégica de Salvador de Mello, que asumió la presidencia ejecutiva del grupo en 2021 en sustitución de su hermano mayor, Vasco, que estuvo al frente 18 años. Las sucesiones no parecen problemáticas en una saga numerosa como la formada por José Manuel de Mello y Ana Mafalda da Cunha Perestrelo Guimarães, que tuvieron 12 hijos. Todos ellos son accionistas del grupo y toman las decisiones siguiendo un protocolo diseñado por el padre que se conoce como la constitución. Puede que sea uno de los secretos de la solidez dinástica. Tienen unas reglas claras y entrenamiento.

Cuando se produjo el traspaso entre Vasco y Salvador de Mello, el primogénito contaba que habían sido acostumbrados por el padre a tomar decisiones de forma precoz. “Desde muy pronto nos puso a correr riesgos, a tener iniciativas empresariales y a estar al frente de los negocios. Organizaba reuniones para que tomásemos decisiones en conjunto”, declaraba al semanario Expresso. Tanto el padre como la madre, que exigía que cada uno diese lo mejor de sí en lo que eligiesen, tenían un lema que sus hijos mantienen: “Juntos somos más fuertes que solos”, recordaba Vasco de Mello.

La saga tiene ahora más de un centenar de miembros, que siguen creciendo en esa cultura familiar empresarial que se cultiva en reuniones periódicas y formaciones especializadas. Los Guimarães de Mello son ya la tercera familia más rica de Portugal, con un patrimonio de unos 2.652 millones de euros, solo superados por las hermanas Amorim (4.800 millones de euros gracias a Galp Energía y Corticeira Amorim) y la familia Soares dos Santos (3.374 millones, supermercados Pingo Doce), según la clasificación publicada por la revista Forbes Portugal en octubre.

A pesar del nuevo foco sobre el vino, la principal fuente de riqueza de la sociedad matriz siguen siendo las autopistas a través de la empresa Brisa, de la que poseen un 17%. El holding cerró 2022 con 92 millones de euros de beneficios (un 59% más que el año anterior) y lucros en todos los sectores de actividad: infraestructuras (Brisa), química (Bondalti, con inversiones en España) y sanidad (CUF). “Un buen año para el grupo”, destacó Salvador de Mello en la presentación de los resultados, pese a la incertidumbre internacional, la inflación y la subida de tipos de interés. La deuda consolidada se situó en 917 millones de euros. “La deuda ha dejado de ser un tema y ya no nos condiciona estratégicamente”, señaló su presidente ejecutivo.

José de Mello sufrió un momento difícil durante la crisis que acabaría con el rescate de Portugal y la intervención del país por la troika (Fondo Monetario Internacional, Comisión Europea y Banco Central Europeo) en 2011. Si Brisa, la mayor concesionaria de autopistas lusas, había sido la joya de la corona que permitió financiar hasta entonces la expansión del grupo, durante la crisis se convirtió en un lastre por su hundimiento en bolsa tras el fin de la inversión en obra pública, la recesión económica y el colapso financiero. Los tres principales bancos contribuyeron a financiar la OPA del grupo sobre Brisa que les permitió abandonar la Bolsa en 2013. Después de salvar los años críticos y cuando la empresa de gestión de infraestructuras se había recuperado, el grupo vendió el 40% de sus acciones en 2020 a un consorcio liderado por el fondo de pensiones holandés APG.

Con la operación de la familia Mello, que conservó el 17% de las acciones, se culminó la pérdida del control portugués sobre sus principales empresas de infraestructuras tras la venta de Ascendi, segunda concesionaria de autopistas en Portugal, a un fondo internacional en 2017 y de ANA, concesionaria de aeropuertos, a la francesa Vinci en 2013. Hubo voces que alertaron sobre la venta a inversores extranjeros de empresas estratégicas, pero a los Mello no les duele vender. “No tengo sentimiento de alma en relación a los negocios”, afirmaba Vasco de Mello en una entrevista, después de haberse deshecho de participaciones en empresas que habían estado en el origen del grupo como Lisnave o EDP.

La tradición industrial de los Mello comenzó en 1898 cuando Alfredo da Silva funda la Compañía Unión Fabril (CUF). A partir de la producción de abonos, la sociedad va creciendo y diversificando sus actividades a la industria textil, naviera y química. En 1975 era el grupo más potente de Portugal, con 50.000 empleos y 180 empresas, entre ellas el Banco Totta. En los meses revueltos que siguieron a la Revolución de los Claveles, el líder del grupo CUF, Jorge de Mello, fue encarcelado durante unos días en la prisión de Caxias. En la celda vecina estaban los dueños del Grupo Espíritu Santo.

Tras la nacionalización de las empresas de la CUF, los hermanos Jorge y José Manuel de Mello abandonaron el país. En los ochenta, con el nuevo ciclo político conservador y las indemnizaciones pagadas por la nacionalización, ambos comenzaron a reconstruir por separado el antiguo emporio. Mientras Jorge de Mello apostó por la industria agroalimentaria con la empresa Nutrinveste, su hermano José optó por la sanidad, la banca y las autopistas. Sus descendientes están de nuevo en la cúspide de las fortunas de Portugal.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.
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