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Cómo subir nota en el examen de eficiencia energética de la vivienda

Las reformas facilitadas por las subvenciones de los fondos europeos elevarán las actuales malas calificaciones de los edificios

Vivienda España
La rehabilitación de la fachada proporciona importantes ahorros energéticos.Europa Press News (Europa Press via Getty Images)

La letra energética ha condicionado la venta y el alquiler de las viviendas en los últimos años, aunque solo para los consumidores más responsables con el medio ambiente. Ahora, la escala de la A (mayor eficiencia energética) a la G (menor) cobra mayor protagonismo en los edificios que vayan a ser rehabilitados con las subvenciones procedentes de los Fondos Next Generation.

Para escalar de calificación o letra energética hay que partir de una buena base y, lamentablemente, no contamos con la más idónea por el defectuoso parque de viviendas. En la actualidad, según el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (Mitma), más del 81% de los edificios existentes se sitúan en las letras E, F o G en términos de emisiones, aumentando dicho porcentaje hasta el 84,5% de los inmuebles, en el caso del consumo energético, lo que pone de manifiesto el importante potencial de la rehabilitación energética. Los edificios que alcanzan la mejor calificación, la letra A, no llegan al 0,3% del total en el caso de las emisiones y se sitúan en el 0,2% en cuanto a consumo energético.

¿Qué tendría que hacerse para escalar de calificación? “En realidad, no hay una receta que se pueda extrapolar al conjunto de edificios y viviendas sobre las que es preciso intervenir. No hay dos edificios iguales, por lo que son necesarios programas de intervención que se ajusten a cada caso y tengan en cuenta tanto el ciclo de vida del edificio como su potencial de mejora”, razona Marta Vall-llossera, presidenta del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España (CSCAE).

La letra está asociada a una certificación energética y no tiene por qué coincidir exactamente el certificado del edificio con el de la vivienda que lo integra, aunque obviamente las consideraciones del certificado global condicionan directamente el del individual. Es decir, “una vivienda no podría saltar fácilmente varias letras en una calificación energética —porque, por ejemplo, no se puede modificar la fachada —, por lo que es necesario intervenir en el edificio completo”, opina Alfredo Sanz, presidente del Consejo General de la Arquitectura Técnica de España (CGATE).

Para lograr ganar una letra en la escala de clasificación, siempre la primera acción será reducir la demanda energética del edificio, es decir, mejorar el aislamiento de fachadas, cubiertas y, a poder ser, también el de las carpinterías exteriores. “Si es posible técnicamente, es importante aislar la solera (el suelo que está en contacto con el terreno). Esto es como cuando sales a la calle en invierno, cuando te pones el gorro, el abrigo y unas buenas botas”, mantiene Paula Rivas, directora Técnica de Green Building Council España (GBCe).

A continuación, dicen los expertos, se deben mejorar los rendimientos de las instalaciones de calefacción, agua caliente y refrigeración y, por último, si lo permite el edificio, intentar incorporar alguna generación de energía renovable (solar fotovoltaica…).

Sin embargo, acometer bien estas actuaciones obliga a no pisar en falso. Según Emilio Linzoain, socio director de ATEC Aparejadores, “es fundamental contar con buenos técnicos que ayuden a tomar las decisiones, ya que la inversión se puede convertir en un gasto sin una buena estrategia y planificación; no sería la primera vez que se tiene que intervenir dos veces sobre el mismo elemento tras una mala decisión”.

Hablemos de números. Según los datos del Instituto de Tecnología de la Construcción de Catalunya (ITeC), recogidos en la Guía ciudadana de impulso a la rehabilitación, editada por el Observatorio 2030 del CSCAE, la inversión en un edificio para pasar de la letra E a la C o de la E a la B supondría un ahorro de hasta un 80% en el gasto energético de calefacción y refrigeración. En cualquier caso, no es un valor exacto. “En términos económicos, es difícil de predecir los números de forma general, ya que dependerá de la zona climática, los combustibles y los contratos que tenga la comunidad de propietarios, pero para un edificio tipo de 20 viviendas, este podría reducir fácilmente su factura al 50%”, dice Sanz.

EOS Energy, como ESE (Empresa de Servicios Energéticos) y agente rehabilitador, amplía este porcentaje: para un bloque de viviendas con aproximadamente 100 vecinos de media, con calderas de gas o gasoil y construcción anterior a la implantación del Código Técnico de la Edificación (2006), los ahorros de una rehabilitación energética integral, que acabará pagando gran parte de la inversión, pueden llegar a ser del 75%.

Uno de los casos más llamativos de los 21 proyectos que tiene esta empresa, a través de su filial Eoszenit Energy, es una obra en un pueblo de Lleida, Tàrrega, donde a una comunidad de 51 vecinos le han concedido una ayuda de más de un millón de euros, que le permitirá escalar desde la letra E a la de máxima calificación, la A, gracias a la reducción de la demanda de combustibles fósiles, con la que pueden llegar al 83% de ahorro.

También Atec Aparejadores acaba de comenzar la obra del edificio Iwer, en Pamplona, un proyecto que ha recibido un premio europeo, además de una subvención; se trata de una rehabilitación para diferentes usos (comercial, residencia de ancianos, oficinas…), que, tras su intervención, va a ser capaz de donar energía a 400 viviendas ya existentes del barrio pamplonés de San Pedro.

Economía circular

Asimismo, Gbce, promotor de la herramienta de certificación verde, tiene muchos ejemplos de rehabilitaciones de edificios de vivienda en las que se están obteniendo calificaciones A. En ellos se están incluyendo energías renovables y mejorando notablemente las prestaciones del inmueble, tanto en cuestiones energéticas como de salud o de economía circular. Dos buenos casos son un edificio de viviendas en la calle de Rosalía de Castro de Barcelona y otro en la calle del Turia, 63, de Valencia.

La calificación energética de un edificio tiene fecha de caducidad: cuenta con una validez de 10 años excepto para la peor de ellas, la letra G, que es de 5 años. Y aunque no es usual, se puede desescalar de letra: ¨Puede llegar a suceder debido a una mala elección de materiales (por su degradación); por ineficiencias estacionarias por patologías derivadas de un mal funcionamiento higrotérmico (humedades que degradan los aislamientos) o por una mala ejecución de la obra, que hace que el comportamiento de los elementos constructivos no actúe de la forma para lo que han sido diseñados”, finaliza Emilio Linzoain.

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