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No hay paz bajo los olivos: vuelven los tambores de guerra en el sector del aceite

CVC pone el cartel de “se vende” a Deoleo en un momento complicado para los productores por el impacto de la sequía y la caída de los márgenes

Deoleo
Recolección de olivas en Ventorros de San José, Granada, cerca de la Cooperativa de Cerro Gordo, para la empresa Deoleo.

A Deoleo, la mayor compañía de aceite de oliva bajo marca del mundo, le han hecho una obra de rehabilitación tan fina que le ha salido comprador —o compradores— en un momento complicado. El grupo, participado mayoritariamente por el fondo británico de capital riesgo CVC (57%) desde hace 10 años, ha colgado el cartel de “se vende” a pesar de los precios al alza, la caída de márgenes, la sequía y las perspectivas de mala cosecha. Lo ha hecho tras recibir algo más que insinuaciones de alguno de los grupos familiares que se disputan el negocio. La sevillana Acesur (Juan Ramón Guillén), que ya controla un 5% de Deoleo; Borges, DCoop y Migasa, de la familia Gallego Jurado, son los que entran en las quinielas para protagonizar una operación apenas esbozada, pero que ya ha provocado olas en el sector.

De momento, todo es toreo de salón. En Deoleo, silencio oficial. Ni hay proceso formal de venta, ni se han contratado asesores para que lo abran. Las fuentes consultadas admiten, eso sí, que en los últimos tiempos ha habido acercamientos de posibles compradores. Ninguno de los aspirantes lógicos admite haber dado ese paso. En Acesur, la versión es corta: “No somos protagonistas”, dicen; Migasa “no tiene prevista operación alguna”; Borges “no facilita información” sobre el asunto, y Dcoop “no tiene comentario alguno sobre el caso”. Pero se filtra luz por los resquicios. El director general de Acesur, Gonzalo Guillén, reconoció este mismo mes (revista Alimarket) “estar a la expectativa”. “A priori, no estamos interesados y no tenemos capacidad de compra de la participación de CVC en solitario. Pero no sabemos qué puede pasar más adelante”, añadió.

“Sobre la reestructuración del sector y Deoleo se lleva hablando mucho tiempo, al menos desde 2010″, asegura César Sánchez-Grande, analista de Renta 4. “Todo el mundo veía claro el negocio y el potencial de crecimiento, pero por distintas razones, de cultura y evolución de precios, esa reestructuración no se ha completado”. Deoleo —827 millones de facturación en 2022, un 18% más que en 2021, aunque sólo seis millones de beneficio— es clave en cualquier intento de mover el statu quo del negocio aceitero. Lo es porque comercializa marcas como Carbonell, Bertolli y Carapelli en 73 países y porque tiene en España, Italia y EE UU sus principales mercados. En España, su cuota de mercado en aceite de oliva es del 13,4%; del 11,6% en Italia y del 15,3% en EE UU. Son pilares sólidos. Convierten a Deoleo, con una capitalización bursátil de 141 millones, en la dovela del arco; una pieza importante, especialmente en España, un país que aporta el 70% de la producción de aceite de oliva de la UE y el 45% de la mundial, y es líder global en superficie (2,75 millones de hectáreas de olivo), producción y comercio exterior.

La fachada de la compañía luce tres ejercicios seguidos en beneficios. Es algo que no conseguía desde el periodo 2005-2007. Desde 2019, Deoleo ha acumulado 191 millones de ebitda, 93 millones de generación de caja y la deuda financiera neta ha pasado de 557 millones a poco más de 100. Los desconchones quedan atrás. En 2012 y 2013, Deoleo tuvo que realizar desinversiones importantes y desde 2016 incurrió tres veces en causa de disolución. Una situación tan delicada que obligó, en 2017 y en 2019, a restablecer el equilibrio patrimonial reduciendo el capital social mediante la reducción del valor nominal de las acciones.

La de 2019 fue cirugía mayor. Ese año, Deoleo y las principales entidades acreedoras alcanzaron un acuerdo para reestructurar la deuda financiera sindicada (575 millones de euros). Se encontraba en causa de disolución, con un patrimonio negativo y con unos vencimientos de deuda a corto plazo que no habría podido atender. La deuda se redujo a 150 millones, entraron nuevos accionistas (Acesur, 5%) y CVC elevó su participación al 57%. Camino despejado. La situación financiera y patrimonial del grupo quedó solventada, con liquidez, patrimonio —en torno a 400 millones— y un plan de negocio hasta 2024. El acuerdo de reestructuración incluía un punto importante: un plazo de cuatro años y seis meses una vez completado el proceso, en 2021, antes de plantearse vender parte o todo el negocio a través de una venta privada, una oferta pública de venta, una liquidación u otros mecanismos. En otras palabras, CVC, el socio de referencia, tiene tiempo para mover ficha.

Sin comentarios

El fondo británico tampoco hace comentarios. CVC “nunca comenta operaciones”, asegura un portavoz. De momento, ha dejado la iniciativa al equipo que dirige Deoleo, con el consejero delegado, Ignacio Silva, al frente. Silva, nombrado en 2019, cuenta con más de 25 años de experiencia en el mercado de gran consumo. Por eso sabe que, en un sector en transformación, cualquier cambio pasa por su compañía, centrada en el consumidor y con una estrategia “marquista”.

CVC sabe que Deoleo interesa a pesar de los problemas inmediatos. Al contrario que en otros sectores, la pandemia benefició al negocio. El confinamiento aumentó la demanda de aceite de oliva y el producto llegó a hogares donde hasta entonces no estaba. En los que estaba, también subió el consumo. Además, la concienciación del consumidor, más preocupado por la sostenibilidad y la salud, da brillo a las previsiones.

En principio, CVC Partners puede tomárselo con calma. El horizonte pactado en la reestructuración societaria de Deoleo de hace cuatro años para plantear posibles desinversiones —a través de una venta privada, una oferta pública de venta, liquidación u otros mecanismos— no vence hasta 2025. Pero en los negocios todo va deprisa. Aunque la sequía ha ensombrecido el presente, con caídas de producción de hasta el 50% (800.000 toneladas), se están plantando olivos. Y tarde o temprano, dicen en el sector, acabará por llover. Por eso no va a haber paz bajo los olivos.

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