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La inflación en Egipto sabe a burro

La brutal escalada de los precios se ha cebado sobre todo con la carne. Fuentes oficialistas intentan convencer a la población de exóticas alternativas

Carne Egipto
Un carnicero despacha a sus clientas en el mercado Al-Monira, en Guiza (Egipto).Islam Safwat (Bloomberg)
Marc Español

¿Qué gusto tiene la inflación desbocada en Egipto? Para algunos, directamente el sabor amargo de un plato vacío, y para otros tantos el de una comida más barata de la que se podían permitir hasta hacía poco. Pero encontrar productos más asequibles no siempre resulta fácil, tal y como los egipcios están teniendo que redescubrir ahora a toda prisa. Y queriendo ayudar, no siempre de forma acertada, se encuentran figuras y agencias progubernamentales.

El último en sacar tajada en el asunto fue un presentador de una cadena de televisión oficialista que a principios de marzo llegó a plató creyendo haber dado con la solución a los precios cada vez más inasumibles de las carnes rojas más populares. “¿Por qué no comemos carne de burro y de caballo?”, deslizó Tamer Amin, del canal Al Nahar, que además destacó que es sana, segura y permitida por la ley islámica o halal (algo que muchos corrieron a desmentir).

Antes que él fue el Instituto Nacional de Nutrición egipcio el que se atrevió a recomendar a finales de diciembre otra exquisitez que por la razón que sea no figura todavía entre los manjares más populares del país: las patas de pollo. No solo son ricas en proteínas y tienen un número de calorías moderado cuando se prescinde de la piel, aseguraba este organismo, sino que también son una fuente de vitaminas y de minerales. Incluso los prescriptores de semejante manjar se atrevieron con una receta: a la plancha con un poco de tomillo, pimienta negra molida y un chorrito de aceite de oliva.

Como no podría haber sido de otra manera en un país que atraviesa una dura crisis económica, las propuestas generaron automáticamente una mezcla de críticas, rabia y mofas entre muchos egipcios. En febrero, la inflación fue del 31,9% (en España fue del 6,1%), empujada sobre todo por los alimentos y bebidas, que registraron un aumento de precios del 61,5%. En el caso de la carne en concreto, la subida anual ha sido del 95%.

La guerra en Ucrania desató una vertiginosa fuga de capitales en Egipto. Como consecuencia, la moneda perdía en un año la mitad de su valor frente al dólar. En paralelo, la factura de importaciones se ha disparado, lo que supone todo un dolor de cabeza para las autoridades de un país que depende mucho de los alimentos del exterior, incluidos los más básicos.

En el último año, algunas encuestas han revelado que casi el 75% de la población ha reducido el gasto en comida, y el producto del que más se está prescindiendo es precisamente la carne, seguida de otros como el pollo y los huevos. Ante este contexto, las autoridades se están apresurando a importar la carne más barata que encuentran en el mercado, algo que parece haber generado ciertas reticencias pese a los esfuerzos por convencer a los egipcios de que todo está bajo control.

No es tiempo para tiquismiquis

En las últimas semanas se han tenido que calmar los ánimos colectivos después de que algunos países frenaran las importaciones de carne de vacuno de Brasil tras descubrirse un problema sanitario. Pero El Cairo ya dejó entrever que no está la situación como para ponerse tiquismiquis, aunque también ahí parecen haber hallado una alternativa en los últimos días: carne procedente de Chad.

Quien no ha querido quedarse al margen en el debate de la cesta de la compra ha sido el presidente, Abdel Fatah al Sisi, quien, descontento con la cobertura de muchos medios, dio un paso al frente a finales de enero y negó la mayor. “¿Por qué retratáis a los egipcios como si estuvieran en estado de pánico por la comida y la bebida?”, se preguntó retóricamente, antes de seguir: “No digo que no sea cierto, pero comer y beber no es el fin del mundo”.

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