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Impuestos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La timidez fiscal de Francia y Alemania sobre las ganancias de las empresas es inútil

París y Berlín descartan aplicar el impuesto especial europeo a las firmas beneficiadas por la inflación

Macron
El presidente Emmanuel Macron y el canciller Olaf Scholz, el pasado junio en Madrid.A.Ortega (Europa Press via Getty Images)

Los gobiernos de Francia y Alemania han elegido un modo extraño de apartarse de la manada europea. Mientras otras grandes economías aplican un impuesto especial a los grupos energéticos y a otras empresas que se benefician de la inflación de los alimentos y la energía, las dos mayores potencias de la eurozona se niegan a hacerlo. Pero puede que no se beneficien tanto como esperan de la renovación de sus credenciales favorables a las empresas en la época de la crisis.

El Reino Unido, Italia y España han solicitado, de diferentes maneras y para distintos sectores, una aportación especial de las empresas que prosperaron con el aumento de los precios de la energía, la recuperación pospandémica o la subida de los tipos de interés. París y Berlín tienen diferentes razones para demorarse. Francia, porque el presidente, Emmanuel Macron, fue reelegido en mayo apoyándose en una plataforma que prometía no subir los impuestos. Alemania, porque el ministro de Hacienda, Christian Lindner, un liberal, dice que no ve el fundamento económico de ese impuesto.

Aunque los impuestos especiales son controvertidos, empezando por la delicada definición de lo que constituye exactamente un beneficio “imprevisto”, la enorme cantidad de gasto adicional que los gobiernos deben realizar para hacer frente a la crisis actual justificaría una medida así. Pueden financiarse con impuestos o con más endeudamiento. La Alemania de baja deuda podría permitirse un mayor endeudamiento, a pesar de la obsesión de Lindner con el déficit. Más difícil sería para la Francia endeudada, que parece preferir presionar a las empresas para que hagan lo correcto; por ejemplo, “le pide” a Total­Energies que baje el precio de la gasolina en el surtidor.

Tanto Lindner como su homólogo francés, Bruno Le Maire, han insinuado que gravar a las empresas de servicios públicos o petroleras comprometería sus esfuerzos por hacer de sus respectivos países destinos apetecibles para las inversiones mundiales. En realidad, las amenazas de la industria de reducir las inversiones si se imponen esos impuestos deben tomarse con ciertas reservas.

Presión fiscal

Esto es especialmente cierto en el caso de las inversiones directas. Las empresas que participan en la exploración del mar del Norte británico no encontrarán de la noche a la mañana usos alternativos de su capital en Alemania o Francia. Además, la presión fiscal global del Reino Unido, en torno al 37% del PIB, sigue siendo muy inferior a la de Francia (51%) o Alemania (47%), según el Fondo Monetario Internacional.

Ante la inminencia de una gran recesión económica mundial el próximo año, los inversores internacionales podrían evaluar mejor si las respuestas de los distintos gobiernos a la crisis ayudarán a evitar un gran colapso económico. Quizá empiecen a fijarse en cómo gastan el dinero, y no tanto en cómo lo recaudan.

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