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FORO DE DAVOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La recuperación económica pasa por Davos

Sánchez vende optimismo en el Foro Económico Mundial en busca de inversores tecnológicos punteros

Foro Davos 2022
Un grupo de participantes sigue una de las sesiones del Foro de Davos.DPA vía Europa Press (Europa Press)
Miguel Ángel Noceda

Davos es el lugar. Allí, en los Alpes suizos, donde Thomas Mann situó La montaña mágica adonde se iban a curar de tuberculosis enfermos de familias con poder, se discute cada año el futuro del mundo, en el Foro Económico Mundial. Y allí, hoy una estación invernal muy solicitada, se ha trasladado esta semana el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, a buscar nuevos aires para impulsar los proyectos de recuperación, transformación y resiliencia, pero especialmente para proyectar los planes en el sector de microchips y semiconductores para convertir España en una potencia mundial.

El WEF (como se conoce al foro por sus siglas en inglés) fue idea del profesor de economía alemán Klaus M. Schwab, que en 1971 quiso que la localidad helvética fuera un punto de encuentro del mundo empresarial para debatir y mejorar las formas de gestión de las corporaciones. Dos años después, por culpa de la primera gran crisis del petróleo, amplió las invitaciones a dirigentes políticos. Y ahí empezó todo. El foro se convirtió en una cita imprescindible en las agendas de unos y otros. Desde entonces se han cocido las directrices de las relaciones internacionales del mundo globalizado. Y no se puede dejar de estar si se quiere ser algo o alguien.

Este año, en que se recuperaba el evento de forma presencial tras dos años de pandemia aunque trasladándolo, no se sabe si provisionalmente, del invernal enero al primaveral mayo por el ómicron, se ha celebrado bajo un lema —Historia en un punto de inflexión: Políticas gubernamentales y estrategias empresariales— que ponía sobre la mesa la importancia de lo que se jugaba allí. Mucho peso en las mochilas: guerra de Ucrania, crisis energética, escasez de alimentos, elevado endeudamiento y riesgo de una crisis de la deuda, inflación desbocada, planes de recuperación todavía por avanzar, el permanente impacto de la covid… Demasiados elementos como para convencerse de que hay que prepararse para una nueva crisis.

Un cambio en el paradigma con tintes pesimistas en el que Sánchez trató de poner su cara buena vendiendo optimismo a borbotones para su país. Al presidente, bastante reacio a acudir a convenciones empresariales en España, se le ve con ganas en Davos, donde puede expresarse en inglés con comodidad y codearse con figuras internacionales, políticas y económicas.

Sánchez intervino el martes y, como punto culminante de su discurso, destacó el plan de ayudas públicas por valor de más de 12.000 millones de euros que su Gobierno acababa de aprobar esa mañana (en Consejo de Ministros presidido por Nadia Calviño), un PERTE (proyecto estratégico para la recuperación y transformación económica) para desarrollar la citada industria de microchips y semiconductores. “España no perderá la carrera”, dijo un Sánchez convencido de poder competir con la industria asiática.

Tiene razón el presidente. La apuesta no puede ser más estratégica y de futuro. La crisis de suministro que sufrieron varios sectores industriales, como el automovilístico o el de electrodomésticos, durante la pandemia por la falta de microchips demuestra la necesidad de ampliar la competencia, al tiempo que es una oportunidad para España.

Con ese discurso, por la tarde, se reunió con directivos de multinacionales del sector, como Intel, Qualcomm, Micron y Cisco. Intel, en concreto, anunció que invertirá 200 millones en Barcelona, la misma cantidad que pondrá España de los fondos, para desarrollar un laboratorio de microchips.

En un encuentro con un reducido ramillete de empresarios españoles allí presentes les trasladó sus “fundadas esperanzas de éxito”. Entre ellos estaba José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica, que puede ser un actor muy interesado en el proyecto, además de los presidentes de BBVA, Carlos Torres Vila; de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán; de Naturgy, Francisco Reynés; de Ferrovial, Rafael del Pino, y el consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz.

Todos le mostraron su convencimiento de que el futuro pasa por la sostenibilidad y digitalización y que las transiciones verdes y digitales van de la mano. Además de pedirle la máxima ambición en esas transiciones, trasladaron la preocupación por la crisis energética, el principal foco de atención en el que se centró el foro este año por la búsqueda de alternativas para reducir la dependencia de Rusia, y la necesidad de tener un marco estable para las energías renovables.

En ese frente, España, que recientemente logró la excepcionalidad ibérica junto a Portugal, juega la carta de una posición privilegiada en esas tecnologías. En ese plano se encuadra también el encuentro con Dilham Pillay, primer ejecutivo de Temasek, fondo soberano de Singapur que tiene intereses en España, especialmente en el transporte de gas natural licuado que compró a Iberdrola, que quiere ampliar a otros negocios aprovechando los fondos europeos.


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Sobre la firma

Miguel Ángel Noceda
Corresponsal económico de EL PAÍS, en el que cumple ya 32 años y fue redactor-jefe de Economía durante 13. Es autor de los libros Radiografía del Empresariado Español y La Economía de la Democracia, este junto a los exministros Solchaga, Solbes y De Guindos. Recibió el premio de Periodismo Económico de la Asociación de Periodistas Europeos.

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