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Criptomonedas
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El reino de la credulidad

Los dientes no son perlas y las criptomonedas no son monedas por más que lo decrete El Salvador

Criptomonedas
Una mujer compra alimentos en un establecimiento que acepta pagos en bitcoin en Santa Tecla (El Salvador).Rodrigo Sura (EFE)
Juan Ignacio Crespo

Hablo del reino de la credulidad porque hay que ser crédulo para creer que son monedas por la única razón de que sus promotores hayan querido llamarlas metafóricamente así, aunque ninguna de ellas sea moneda de curso legal. De la misma manera que los dientes no son perlas, por mucho que insista la poesía, las criptomonedas no son monedas por más que se decrete en El Salvador. Tampoco los criptoactivos son activos. Ni tienen un valor de uso como los activos tangibles (inmuebles, vehículos o maquinaria) ni dan derecho, como los valores mobiliarios, a los frutos de los activos tangibles.

Al bitcoin se le llama “oro digital”, pese a que no tiene un valor de uso que sí tiene el oro (medicina, joyería y otras industrias).

Ni siquiera son totalmente cripto porque su secreto es un secreto a voces (hay más de 19.000 criptomonedas) y no están protegidas contra ataques especulativos, robos de monederos digitales o estafas. Su tecnología es lenta para un uso cotidiano.

¿Cómo se explica, entonces, su éxito en llegar a una valoración total de tres billones (trillion) de dólares y a que se haya adoptado todo ese lenguaje metafórico? ¿Qué proceso de hipnosis colectiva lo ha logrado? La respuesta es bien sencilla: demasiado dinero a la caza de pocos activos. Desde 2007 los cuatro bancos centrales más importantes han inyectado a sus economías 26,5 billones de dólares creados de la nada, a la vez que los tipos de interés eran cero. ¿En qué invertirlos? En cualquier cosa, incluidas las criptomonedas. No en vano el bitcoin nació en 2009, a la vez que los QE o políticas monetarias cuantitativas.

La credulidad ha tenido en los últimos años un último tour de force: “las monedas estables” y, entre ellas, la más importante: el “dólar Tether”, que promete a quien lo compre reembolsarle un dólar de EE UU cuando quiera salirse del esquema, y que explica su “estabilidad” por los activos (estos sí tradicionales) en que invierte los fondos captados, aunque se niega a mostrar qué activos son esos, y ha sido multado ya por la Fiscalía de Nueva York (19,5 millones de dólares) y por el supervisor bursátil o SEC (42,5 millones). Viene a ser un fondo de inversión que promete un valor liquidativo constante, cosa imposible. ¡Pues ha colado! Tether ha llegado a un volumen de 80.000 millones de dólares.

El colmo de la credulidad tiene cuatro años de existencia, el dólar terra y su pareja melliza, luna, que ni se molestan en tener activos tradicionales que los respalden: la estabilidad de la “moneda” la consigue un algoritmo. Ambos, terra y luna, han sufrido una crisis que llevó la cotización de luna de 116 dólares a cero. Lo que desestabilizó al dólar Tether.

Las criptomonedas son el reino de la credulidad, acicateado por la abundancia de dinero que no sabe en qué emplearse y por el abuso de la metáfora para resultar convincente, además de espoleado por la ignorancia financiera y el papanatismo ante avances tecnológicos (blockchain) que los profanos no comprenden. ¡Ah! Y por la expectativa de hacerse rico rápidamente. Un desastre cantado, ahora que los bancos centrales van a retirar dinero de la circulación.


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