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Ofensiva rusa en Ucrania
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El botón nuclear no es suficiente

La economía rusa es similar a la española en tamaño, pero con mucha más población y menor productividad

Negocios 24-04-22
Maravilals Delgado

Putin nunca aceptó el descalabro de la URSS. Desde que tomó el poder ha perseguido recuperar territorios que según su criterio le pertenecen, aunque probablemente el principal motivo para invadir Ucrania haya sido el saberse ninguneado por las grandes potencias.

Es muy probable que no le hiciera ninguna gracia constatar que el tamaño de la economía rusa es aproximadamente igual al de España, país que está lejos de ostentar el liderazgo mundial al que Rusia aspira. Efectivamente, el PIB de la economía española en 2021 era solo un 15% inferior al de Rusia, cuando su población es aproximadamente la tercera parte. Como consecuencia, la renta per capita de España es 2,6 veces la de Rusia. Todavía son más notables las diferencias en términos de eficiencia. La productividad del trabajo en España —país que no se distingue por sus buenos registros en esta variable— más que triplica la rusa.

Pero su preocupación no es España, son las grandes potencias mundiales, la UE, y todavía más EE UU. Ambas son percibidas como amenaza, la primera por su proximidad geográfica y por las fuertes relaciones comerciales, y la segunda, porque desde los años de la Guerra Fría ha sido su bestia parda y principal responsable del ninguneo. China es la tercera potencia en liza. Pese a las demostraciones públicas de amor fraterno, y pese a compartir ambos el desprecio por las democracias en general y las occidentales en particular, Rusia tiene motivos sobrados para envidiar al gigante asiático. China ha seguido un camino muy distinto al suyo desde que Deng Xiaoping iniciara —a comienzos de los ochenta del siglo pasado— el camino de las reformas que le llevarían de una situación de atraso cuasi feudal a disputar el liderazgo tecnológico a EE UU.

Las diferencias de tamaño económico entre Rusia y las tres grandes potencias son abrumadoras: el PIB de EE UU es 13,9 veces el de Rusia cuando su población es solo un poco más del doble; el de la UE es 10,4 veces mayor con una población que triplica la rusa; mientras que el PIB de China es 10,2, y la población, 9,4 veces mayor. También está muy lejos de los dos primeros en términos de renta per capita: la de EE UU multiplica a la rusa por un factor de casi 7, y la de la UE, por algo más de 3. Por el contrario, la de China es similar a la rusa en la actualidad, pero su crecimiento ha sido espectacular: el 8,1% anual de media en el periodo 1995-2021 frente al 2,9% de Rusia. Un abismo. Sin embargo, todavía debería ser motivo de mayor bochorno que la renta per capita de todos los países sin excepción que se unieron a la UE procedentes de la órbita soviética hayan crecido desde 1995 a tasas anuales superiores a la suya, y en el caso de los tres países bálticos, hasta casi dos puntos porcentuales más.

Estos resultados tan pobres son consecuencia de una economía atrapada en la maldición de los recursos naturales. Esta expresión se aplica a los países ricos en dichos recursos, pero incapaces de aprovecharlos para el beneficio de sus ciudadanos. Rusia no solo no supo sacar provecho en el pasado de su favorable posición de partida, sino que en la actualidad se ve abocada a la pérdida de riqueza que supone la transición energética y la desaparición en el medio plazo de las fuentes de energía contaminantes que son su principal activo.

China en 1990 era muy pobre, pero siguió una estrategia bien distinta a la de Rusia. Deng Xiaoping lanzó en 1986 el Programa 863 de ciencia y tecnología, cuyo objetivo era hacer a China independiente financieramente de las tecnologías extranjeras. Entre 1995 y 2019 el gasto en I+D creció a una tasa anual del 18% en China, frente al 3,7% de EE UU y el 3,1% en la UE y Rusia. Este enorme esfuerzo se ha destinado a levantar el potente sector tecnológico chino y a mejorar su competitividad global, amenazando seriamente el liderazgo de EE UU.

Las líneas anteriores ponen de manifiesto que Putin, con la invasión de Ucrania, ha acelerado las consecuencias de la maldición de los recursos naturales y ya solo le queda el botón nuclear, lo que no parece suficiente para convertirse en la gran potencia que sueña ser. También confirman que China ha hecho un gran esfuerzo para poder disputarle a EE UU el liderazgo mundial. Y, finalmente, constituyen una seria llamada de atención a la UE, que ha ido perdiendo paulatinamente peso en el tablero internacional.

Matilde Mas, Universitat de València e Ivie.


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