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La mayor deuda de toda una generación

El 60% de los 74 países con ingresos más bajos del planeta están en una situación de alto riesgo por su endeudamiento

Niñas en Mali pelan frutos secos.
Niñas en Mali pelan frutos secos.MAGNUM PHOTOS
Miguel Ángel García Vega

A diferencia de los amantes, no tienen pasado; a diferencia de los matrimonios, no tienen futuro. Esto es lo que sienten muchos de los 74 países con ingresos más bajos del mundo. Este año deben devolver unos 35.000 millones de dólares (31.700 millones de euros), según datos del Banco Mundial, en préstamos. Un 45% más que en 2020 (últimos datos disponibles). Una utopía. Los mercados emergentes y las economías en desarrollo representan el 40% del PIB del planeta. Antes de la guerra en Ucrania, muchas ya atravesaban los alambrados caminos del impago. La covid-19 aumentó el endeudamiento a su máximo en 50 años, el equivalente a más del 250% de los ingresos de los gobiernos. “Cerca del 60% de estas naciones” —confirma un portavoz del Fondo Monetario Internacional, FMI— “están en situación de alto riesgo o en dificultades de endeudamiento, aunque solo un puñado se enfrenta a la insolvencia”. Pese a todo, la carga de la deuda en los países de medianos ingresos suma su nivel más alto en 30 años; el mayor en una generación.

La mañana oscurece. Inflación elevada. Crecimiento lento. Endurecimiento de las condiciones financieras. Mientras las “cuentas” del planeta tienen la fragilidad de una porcelana resquebrajada. En los dos últimos años, el G20 ha intentado rebajar la presión. En abril de 2020, las grandes economías acordaron —utilizando la Iniciativa de Suspensión del Servicio de Deuda, DSSI por sus siglas en inglés— retrasar el abono de 20.000 millones de dólares que debían esos 74 países. El sosiego se prorrogó hasta finales de 2021. Pero solo 42 pudieron devolver 12.700 millones.

“Estas naciones necesitan un alivio sustancial de la deuda”, admite, por teléfono, Kenneth Rogoff, profesor de Economía y Política Pública de la Universidad de Harvard y referencia mundial en este campo. “El problema es que después de la iniciativa HIPC [rebaja de la deuda a los países pobres con un elevado endeudamiento] que comenzó en 1996, cuando las naciones ricas condonaron drásticamente las deudas a los acreedores oficiales, muchas, cambiaron de orientación, y se volvieron a endeudar con el sector privado y China. Ninguno de los cuales está dispuesto a olvidar”, añade. Si Europa, Estados Unidos, el FMI y el Banco Mundial llevaran otra vez a cero los compromisos, de poco serviría frente a la negativa del espacio privado y China. El gigante asiático posee —según esta última institución— el 37% de la deuda de esas 74 tierras. O sea, que debe recibir unos 11.800 millones de euros este año. Una cantidad similar (13.400 millones) a la controlada por acreedores privados.

El papel de China

Nada en los mercados financieros lo guía el altruismo. “El crédito y la deuda —especialmente entre el poder y un país en desarrollo— jamás resulta inocente. Como mínimo crea un vínculo que puede usarse de muchas maneras. El aumento de los préstamos de China a África va de la mano de sus ambiciones y la expansión de su huella económica y comercial”, admite el sinólogo y experto en el país, Francesco Sisci. Pero en el caso africano —resume— existe un riesgo. Extender esa deuda en exceso: ¿hacia dónde lleva?

China puede quedarse con minas o infraestructuras por los impagos. Pero los Estados también podrían responder con nacionalizaciones. “Es frecuente acusar al país” —subraya el catedrático de Economía, José García Montalvo— “de ‘la diplomacia de la trampa de la deuda’, pues inunda de crédito una nación hasta el punto de no poder pagar y entonces se hace con activos estratégicos (puertos, autopistas)”. Sin embargo, es bastante proclive a conceder cancelaciones: “Aunque no se sabe a ciencia cierta en qué proporción”, matiza el docente. Pekín intenta que la aventura no fracase. De hecho, David Malpass, presidente del Banco Mundial, ya advirtió que “la extracción de recursos por los prestamistas” significa que “el riesgo de un impago desordenado está creciendo”.

Pocos escuchan los mismos ecos que en la crisis de deuda de los años 80 en América Latina, pero el fuego se lleva mal con las astillas. ¿Quién imaginaba una guerra en Europa? “La situación hoy en Latinoamérica resulta distinta a la de aquellos años. Ahora en la región existen situaciones muy diversas. Varían bastante según el país que analices, pero enfrentamos un tema que nos debe preocupar mucho”, reflexiona Daniel Titelman, director de la División de Desarrollo Económico de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe). Dos números se miran desde aceras opuestas de la calle. La deuda sobre el PIB de las 16 principales economías fue del 54,4% en 2021. Una respuesta social a la pandemia. Sin embargo, el 6,1% de la riqueza de la región se “expolia”. Más de 325.000 millones de dólares (295.000 millones de euros) se filtran por el sumidero fiscal de la evasión y el fraude.

El peligro es grande. Al menos existe una decena de economías en desarrollo (Sri Lanka, Túnez, Bielorrusia, Jordania, Mauritania, Turquía, El Salvador, Malasia, Yibuti) que podrían ser incapaces de pagar su deuda en 2022. “Sri Lanka y Túnez ya están intentando obtener ayuda del FMI y es posible que otros países hagan lo mismo”, prevé David Rees, economista sénior de mercados emergentes de Schroders. Son naciones pequeñas, pero Rusia es un gigante. Y un misterio, y un enigma; y un acertijo. “Es curioso que aún no haya impagado, pues no resulta obvio qué castigos adicionales más se le pueden imponer”, observa Kenneth Rogoff. “Sin embargo, quizá, existe el miedo de que el espectáculo del impago fortalezca a aquellos en Europa que quieren dejar de apoyar la máquina de guerra rusa a través de la compra de gas y petróleo”, añade. El país podría pagar. La deuda externa solo supone el 75% de las reservas. Aunque sus abonos están bloqueados. Nadie, eso sí, parece haber calculado: ¿cómo, pese a su horror, convivir con Rusia sin acorralarla? Las grandes potencias de la época lo hicieron con Alemania y sabemos cuál fue la respuesta de la historia.

Crisis sistémica

“Aunque hasta ahora se ha evitado una crisis sistémica de la deuda, no puede excluirse totalmente”, alerta un portavoz del Fondo Monetario Internacional (FMI). “Hay que admitir y abordar pronto los problemas”. El G20 ha creado el Common Framework for Debt Treatments. Este “marco común” obliga a los países participantes a acordar los términos con los acreedores bilaterales (gobiernos) y el FMI, y luego asegurar el alivio de la deuda de los prestamistas privados. Solo Zambia, Etiopia y Chad han iniciado conversaciones. Resulta como levantar la mano y admitir: “Tengo serios problemas”. Si lo hacen saben que el castigo del sector privado es seguro. “Hay que vigilar las circunstancias únicas de cada país”, avisa Shaniel Ramjee, gestor del fondo Pictet Emerging Markets Multi Asset. Nadie presta gratis.


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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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