La impronta del gobernador prudente
El Comité de Basilea prorroga la confianza en Pablo Hernández de Cos para controlar la regulación y supervisión bancaria internacional
El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, acaba de ser reelegido como presidente del Comité de Supervisión Bancaria de Basilea para los próximos tres años. Seguramente, no los podrá cumplir en su totalidad, ya que dicho cargo va ligado a ser gobernador de un banco central y, en este caso, termina su mandato de seis años improrrogables en junio de 2024, ocho meses antes. En cualquier caso, que el resto de gobernadores y responsables de la supervisión de los países miembros (un total de 45) le hayan reiterado la confianza para una institución de tanta influencia dice mucho del prestigio que se ha ganado en los tres años que lleva al mando. El Comité de Basilea es el principal organismo normativo internacional para la regulación prudencial de los bancos y constituye un foro de cooperación en materia de supervisión bancaria cuyo objetivo principal es afianzar la estabilidad financiera y evitar riesgos. En ese sentido, ha desempeñado un papel central como promotor de las reformas regulatorias tras la crisis (el nuevo marco regulatorio, conocido como Basilea III) y durante la pandemia.
Hernández de Cos, que es gobernador del Banco de España (BE) y miembro del consejo de gobierno del BCE desde junio de 2018, asumió el cargo con el objetivo de poner a España en la banda alta de poder en el entorno europeo y global. Apenas nueve meses después y mientras se convertía en uno de los pilares de Mario Draghi en el BCE (lo sigue siendo con Christine Lagarde), fue elegido por votación para presidir el Comité de Basilea. Lo recibió no como un premio a su labor, sino como “un reconocimiento del trabajo de los técnicos del Banco de España en las reuniones de organismos internacionales”. Poco después, en julio de 2019, el BCE le encargó la presidencia del comité técnico consultivo de la Junta Europea de Riesgos Sistémicos, concebido tras la crisis para advertir y atajar los riesgos financieros y prevenir burbujas.
Cos ha sabido combinar el rigor académico y alto sentido de Estado con la supervisión bancaria y el diagnóstico realista de la política económica, que son la esencia del BE. En este tiempo ha esculpido una impronta de hombre claro, directo y prudente, que disfruta con sus funciones. Ahora, tras su reelección en Basilea y superada la mitad de su mandato en el BE, le toca dar una vuelta más a su discurso. La constante de ese discurso se comprobó en su primera comparecencia en el Congreso de los Diputados, en la que recibió el aplauso de todos los grupos políticos, aunque luego hicieran poco caso de sus recomendaciones, sobre todo la de alcanzar pactos “que se mantengan varias legislaturas”. Allí, desde la independencia que permite la institución, se sintió legitimado para poner deberes y pedir que “las respuestas de las políticas económicas deben ser contundentes, acotadas en el tiempo y coordinadas a escala internacional”.
Para Cos, la política económica se debe centrar en mejorar la productividad como “único factor determinante del crecimiento” (impulsando la competitividad, el reforzamiento de la situación patrimonial de las empresas y la prolongación expansiva de las políticas presupuestarias) y “la política fiscal, como la herramienta más adecuada para financiar el gasto, combinada con una política monetaria que garantice unas condiciones de financiación y liquidez apropiadas y unas políticas micro y macroprudenciales del sistema financiero para que haya un conveniente flujo del crédito y asegure la estabilidad del sistema”. Todo dentro de una respuesta coordinada europea que evite la tentación de políticas proteccionistas.
En la pandemia tomó posición activa apoyando a Lagarde para ampliar el programa de compra de activos. Sin esa decisión, España habría tenido seguramente que negociar un rescate. A su juicio, había que realizar “un ajuste fino de la política económica”, adaptar las medidas y mantener los estímulos de manera más localizada para reasignar los recursos productivos. Más o menos lo que se plantea con los fondos Next Generation. También en línea con Lagarde, desde el Comité de Basilea impulsó la lucha contra el cambio climático de bancos centrales, reguladores financieros y supervisores. Eso se traduce en que “la valoración, la medición y mitigación de los riesgos financieros relacionados con el cambio climático” pasan a ser una prioridad al mismo nivel que la digitalización y las tasas de interés y las entidades tienen que adaptarse y dar respuesta a los riesgos financieros asociados al cambio climático a la hora de conceder créditos.
Asiduo de foros y encuentros
Pablo Hernández de Cos ha imprimido una actividad entusiasta a su cargo. Además de los continuos viajes, reuniones y comparecencias obligatorias, no desdeña encuentros con todo tipo de colectivos que le requieren (foros universitarios, empresariales, sindicales…), como el del pasado martes en la Universidad de Deusto, que se recoge en la fotografía. También esta semana recibió la visita del presidente del Eurogrupo, Paschal Donohoe, con el que habló del pacto de estabilidad y la unión bancaria.
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