Tata Steel divide a Países Bajos: ¿medio ambiente o economía?
El grupo siderúrgico busca alternativas para reducir sus emisiones mientras crece la presión social y política en torno a la empresa
El contrato social entre las empresas y los gobiernos ha cambiado, en especial en sectores necesitados de inyecciones millonarias para que sus métodos de producción sean sostenibles. En Países Bajos, la siderúrgica Tata Steel está situada en Ijmuiden, en la costa del mar del Norte, y es hoy el mayor contaminante nacional. Es responsable de cerca del 4% del total de las emisiones de CO2, y su futuro depende de la rapidez con que pueda manufacturar acero “limpio”.
Los antiguos altos hornos holandeses, construidos en 1919 para no depender del suministro externo, fueron durante décadas un símbolo del poderío de la industria nacional. Sin embargo, su historia corporativa, que culminó en 2007 con la compra por parte de Tata Steel, subsidiaria de la multinacional india Tata Group, ha cambiado también su imagen. De la importancia del acero obtenido en cercanía se ha pasado a la preocupación por la presencia de sustancias potencialmente cancerígenas en cantidades que superan los límites considerados seguros para la salud. De una empresa bien vista, que promueve miles de empleos directos e indirectos, al polvo de grafito que obliga a cerrar puertas y ventanas. El expediente sobre Tata Steel ha llegado al Parlamento holandés, y el debate sobre qué hacer con la empresa presenta dos novedades: el compromiso empresarial de abrazar el hidrógeno reduciendo el CO2 liberado para 2030, y la separación a partir de este octubre de la división europea del grupo Tata Steel, que puede allanar la ruta hacia el acero sostenible.
En 1999, los altos hornos holandeses (Hoogovens, en neerlandés) cerraron un pacto de fusión con British Steel formando Corus. Se creó así una compañía internacional adquirida luego por Tata Steel que llevaba el nombre de Tata Steel Europa. En Países Bajos tiene 11.000 trabajadores directos y genera otros 40.000 empleos indirectos en la región de Ijmuiden, según datos de la compañía.
La importancia de la producción de metal es subrayada a escala oficial, pero el economista Mathijs Bouman cree que la clave está en el empleo. Y en no importar acero, que contaminaría aún más. “No creo que Tata Steel Nederland sea imprescindible en el recuento del PIB holandés. Desde el punto de vista económico, no es una empresa esencial. Su importancia es estratégica y para el trabajo a escala local”, dice por teléfono. En su opinión, la especialidad de Países Bajos no es la siderurgia sino el sector de los servicios, logística, alta tecnología y la industria petroquímica, con compañías como Shell. Cuando la presión contra la contaminación es ya imposible de acallar, “Tata Steel ha sido inteligente y ha llegado a un acuerdo con los sindicatos para buscar lo que ahora llamamos acero verde”. El problema de las emisiones de CO2 y cómo serán controladas acapara el debate nacional, “y por eso me parece que el conflicto creado por un posible cierre hubiera sido más político: es muy arriesgado clausurar una empresa así y perder tantos empleos”, añade. Y concluye: “La multinacional no parece estar interesada en hacer grandes inversiones en Europa y de ahí que el Gobierno holandés vaya a involucrarse en una reconversión sostenible y cercana”.
La consultora Oxford Economics cifra en 2.900 millones de euros la contribución de Tata Steel a la economía holandesa en el periodo 2018-2019, y la propia empresa menciona este dato en su documentación.
En 2020, la multinacional india negoció con la firma sueco-finlandesa SSAB la posible compra de Tata Steel Nederland —nombre oficial de la rama holandesa—, y hubo un momento de euforia contenida. El mercado del acero producido por SSAB es Estados Unidos y los países escandinavos, y aunque la parte holandesa tiene también clientes estadounidenses, no son los mismos. Por otro lado, SSAB va por delante en la producción de acero sin combustibles fósiles, así que era la pareja ideal para la reconversión verde. La operación se frustró en enero de 2021 “por razones técnicas”, según explicó Martin Lindqvist, presidente del consejo sueco. Dijo que no estaban seguros de poder aplicar su estrategia de producción sostenible con la celeridad deseada al complejo holandés, y los accionistas no lo aprobaron. El coste superaba a los beneficios. La frustración fue enorme en Países Bajos, y Hoogovens —como se sigue llamando coloquialmente— siguió ligada a la casa madre.
El chasco sufrido con SSAB explica en parte la buena disposición ante la actual separación de Tata Steel Europa. Tata Steel Nederland y Tata Steel UK —este con unos 12.000 empleados— continúan formando parte del conglomerado indio y comparten clientes. Aun así, el grado de independencia obtenido es presentado por la parte holandesa como “una oportunidad para producir acero con ayuda de hidrógeno; cada uno tenemos nuestro ritmo y objetivos”, señala Ariane Volz, la portavoz en Países Bajos. Las tensiones en la relación eran evidentes desde hace años. A ojos de la dirección holandesa, los problemas de sus colegas para mantenerse a flote en 2019, unidos a la crisis del coronavirus y el Brexit, entorpecían las inversiones necesarias para modernizar el complejo situado de Ijmuiden. En el Reino Unido, la firma está distribuida entre Inglaterra y Gales, con un centro también en Irlanda del Norte, según su información.
Contaminación
Este septiembre, los datos científicos se acumularon a las puertas del Congreso y de la propia Tata Steel Nederland. Un estudio elaborado en Ijmuiden y sus alrededores por el Instituto para la Salud y el Entorno (RIVM, en sus siglas neerlandesas) señaló el riesgo de cáncer debido al polvo contaminante liberado. Los investigadores compararon muestras recogidas en el área del complejo con otras tomadas en lugares alejados dentro y fuera de los hogares y la cantidad de plomo hallada supera los límites considerados seguros para la salud. Lo mismo ocurría con los hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAH, en sus siglas en inglés), un compuesto orgánico presente en la producción de acero, hierro y aluminio. “En 2020 ya se anunció una inversión de 300 millones para reducir las emisiones contaminantes y este septiembre la compañía ha mostrado su compromiso para reducir las emisiones de CO2 entre un 30% y un 40% para 2030″, explica Volz. El hidrógeno limpio necesario debe salir de la energía eólica, pero como no hay suficientes molinos de viento usarán primero gas natural.
Organizaciones ecologistas como Urgenda y Milieudefensie, que es la rama holandesa de Amigos de la Tierra, proponen dos cosas respectivamente: que Tata Steel compre hierro en lugar de extraerlo del mineral de hierro para frenar la contaminación, y reducir el tamaño de la empresa. Sostenible es ahora el adjetivo que puede mantener la imagen de la compañía.
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