Brasil accede al trono mundial de la soja
La gran cosecha de 2020 permitirá al país latinoamericano arrebatar a EE UU el primer puesto
El campo brasileño pisa el acelerador. La soja, el principal producto de exportación de ese país, vive un momento de bonanza con una cosecha que está a punto de llegar a un nivel récord. Más de 126 millones de toneladas de este grano serán recolectadas en el país sudamericano al cierre de la temporada 2019-2020 (que termina el próximo agosto), un 7,6% más que la campaña previa, según las estimaciones del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés). Con ello logrará escalar a la primera posición en la tabla entre los principales productores del planeta, desbancando a EE UU, cuyos agricultores han reducido sus plantaciones por la guerra comercial con China —el principal consumidor de la leguminosa, con un 30% de la demanda global— y por las intensas lluvias registradas el año pasado.
“Seremos un protagonista mundial por muchos años”, advierte Bartolomeu Braz, presidente de la Asociación Brasileña de Productores de Soja (Aprosoja). No es la primera vez que la soja brasileña deja una impronta. La cosecha del gigante sudamericano superó a la estadounidense en la temporada 2017-2018, de acuerdo con los datos del USDA, que recaba la información desde 1963. Pero en ese momento la diferencia fue mínima: un 1,6% más. Ahora, la distancia entre el primer puesto (Brasil) y el segundo (EE UU) es de un 30%. Aunado a ello, la nación latinoamericana se sitúa como el principal exportador del grano en el planeta, título que logró en la campaña 2012-2013. El ascenso no ha sido fortuito.
La soja se ha convertido en el grano del siglo. La demanda no ha dejado de aumentar desde el inicio de este milenio y su ritmo de crecimiento sobrepasa al de otras semillas. La versatilidad del producto ha sido la clave del éxito. Las judías enteras pueden comerse con vegetales o incorporadas en tofu. Con la leguminosa se hace leche, salsas, harinas y aceites de cocina. Pero sobre todo se emplea en la elaboración de alimento para aves y ganado. Por ejemplo, el 87% de la soja importada por la UE se destina a la producción de piensos para animales, según Greenpeace.
Pero en esta historia el gran fagocitador no podría ser otro: China, que ante la actual debilidad del real brasileño frente al dólar americano y la incertidumbre global está adelantando compras. En lo que va de año, la moneda sudamericana se ha depreciado más de un 24% frente a la estadounidense. Mientras, los agricultores brasileños ya han vendido (a marzo de este año) entre un 60% y un 65% de la cosecha de esta temporada, según un análisis del USDA.
En este contexto, el mercado de futuros del alimento se ha sumergido en una montaña rusa por el coronavirus. “Una buena cosecha combinada con precios competitivos es un alivio para el campo brasileño en estos momentos… Ello ayudará a que el país navegue por aguas turbias”, comenta Daniele Siqueira, experta en materias primas en la consultora AgRural. Las exportaciones de soja, además de ser una fuente importante de divisas, tienen un efecto arrastre en varios sectores de la economía, señalan los expertos de la Compañía Nacional de Abastecimiento (Conab), un organismo ligado al Ministerio de Agricultura brasileño.
Pero no todo es miel sobre hojuelas. “Hasta ahora estamos exportando a un ritmo normal; sin embargo, si la pandemia [del coronavirus] empeora, no estamos seguros de lo que sucederá en los próximos meses”, agrega Siqueira. AgRural estima que las ventas al exterior llegarán esta temporada a los 70 millones de toneladas (de las cuales casi un 80% iría a China), frente a los 74 millones logrados en la campaña pasada. La reducción se debe a la incertidumbre global y a que el gigante asiático ha otorgado algunas exenciones arancelarias a diversas importaciones (entre ellas, la soja) procedentes de EE UU, después de que ambas naciones alcanzaran un acuerdo comercial a finales del año pasado.
Pactos comerciales
En la primera fase del pacto, China, principal socio de Brasil, se comprometió a incrementar en los próximos dos años en 32.000 millones de dólares su compra de productos agrícolas estadounidenses. Entre los alimentos beneficiados está la soja, la carne y otros grandes sectores de producción brasileños. EE UU quiere recuperar el terreno perdido después del varapalo que supuso el conflicto. En 2019, Pekín importó solo 16,9 millones de toneladas de soja estadounidenses, un 2% más que un año antes, pero casi la mitad de lo que se compró en 2017, según las cifras que recoge la agencia Reuters. El acuerdo entre las dos potencias impulsará marginalmente las exportaciones globales de la oleaginosa americana y, por el contrario, deprimirá el crecimiento de la brasileña, reza un análisis del Instituto de Investigación en Políticas Alimentarias y Agrícolas (FAPRI, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Misuri.
“Soy escéptico con ese planteamiento”, arguye Joseph Glauber, investigador del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias. “China ha sostenido que el acuerdo no afectaría adversamente a otros proveedores, entre ellos Brasil”, afirma. Pero en caso de que ocurriera, dice el experto, el país sudamericano podría presentar una queja ante la Organización Mundial del Comercio. A pesar de ello, la producción no se detendrá. “Exploramos diversos mercados como la India, Indonesia y Vietnam para diversificar nuestras ventas”, concluye Braz, de Aprosoja.
Impacto medioambiental
La producción de granos brasileña crecerá un 27% en la próxima década, según el Ministerio de Agricultura de ese país. El impulso vendrá por la cosecha de soja y maíz. Cumplir con dicha expectativa podría traer daños medioambientales, según diversas organizaciones. De acuerdo con Greenpeace, la industria de la soja se ha centrado ahora en convertir en tierras cultivables enormes extensiones de sabana y bosques del Cerrado, una región medioambientalmente muy rica que está a 1.000 kilómetros de la Amazonia. Esta zona ha perdido la mitad de su extensión original por culpa de la expansión de la agricultura y vive una de sus peores crisis por la deforestación, indica el Fondo Mundial para la Naturaleza. El Gobierno brasileño informó en diciembre pasado que la pérdida de cobertura vegetal del Cerrado entre agosto de 2018 y julio de 2019 fue de 648.400 hectáreas, lo que mantiene los preocupantes niveles de los últimos años. Por su parte, el Gran Chaco —el segundo bosque más grande de América del Sur, que se extiende por Argentina (tercer productor de soja en el mundo), Bolivia y Paraguay— está sufriendo altos índices de destrucción. La tierra sudamericana es un actor clave. Este año, un 57% de la soja que consumirá el mundo vendrá de allí.
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