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Así es la única escuela de programación dirigida a mujeres, personas trans y no binarias

CodeOp, un centro privado con sede en Barcelona, ofrece formaciones intensivas diseñadas para fomentar la paridad y la inclusividad en el ámbito tecnológico

Tres estudiantes de Programación trabajan junto a un ordenador en la sede de Barcelona.
Tres estudiantes de Programación trabajan junto a un ordenador en la sede de Barcelona.Leafhopper Blanca Galindo & David Simon
Nacho Meneses

Cuando Katrina Walker (San José, California, 1984) empezó a trabajar como programadora en un entorno corporativo, inmediatamente se dio cuenta de que la disparidad de género y la falta de diversidad e inclusividad eran una realidad mucho más tangible que cualquier estadística. Se incorporó a un equipo donde no había mujeres en puestos de liderazgo (de hecho, solo había otra compañera), y la diferencia era palpable en el ambiente: “Era una típica cultura bro, masculina: el humor, las actividades, la presión para salir de cervezas y jugar al futbolín todos los viernes, los chistes sexistas e inmaduros... En una ocasión, mi manager estaba a punto de entrevistar a alguien y le preguntó a un compañero mío que si quería estar presente, porque ella “estaba muy buena...”. Una actitud nada profesional”, explica. “Y, por supuesto, todas las veces en que sugerías una idea a la que nadie prestaba atención, pero que era bien recibida si la sugería cualquiera de mis compañeros varones”.

Durante la conversación, Walker (que se formó en una escuela de programación en Barcelona donde tampoco había ninguna mujer docente) recuerda cómo aquella acumulación de factores la hizo sentirse cada vez más alienada y casi terminó con su pasión por la ciencia de datos. Hasta que, en 2018, se decidió a fundar CodeOp, una escuela de programación internacional inclusiva y diversa dirigida a mujeres + (mujeres, transexuales y personas no binarias) que en solo cuatro años ha ayudado a más de 1.200 estudiantes de 70 países a hacer la transición al mundo tecnológico. Aunque solo el 4 % de sus alumnas son transgénero o no binarias, se trataba de crear un espacio inclusivo íntimamente relacionado con la diversidad de su propia visión sobre el género: “Además, desde una perspectiva más política y de justicia social, sabemos que las personas trans y no binarias tienen el doble de probabilidades de estar en el paro. Dos tercios siguen sin salir del armario en el trabajo porque no se sienten seguras y temen ser discriminadas si lo hacen. Y también hay una gran disparidad salarial, ya que estas personas perciben un 32 % menos que sus compañeros cisgénero [cuando su identidad de género coincide con el sexo asignado al nacer]”.

El caso de CodeOp es relevante porque se calcula que, a nivel mundial, solo un 1 % de las escuelas de programación están dirigidas exclusivamente a mujeres, y ninguna otra tiene un enfoque tan inclusivo. Para Jun Moyano, que completó un bootcamp de desarrollador Full Stack en julio pasado y se identifica como persona no binaria, este tipo de centros son esenciales para abordar la disparidad de género en el sector: “Solo hace falta ver las demografías del sector tecnológico... Muchas mujeres terminan en product management, administración u operaciones, pero en los equipos donde se crean las aplicaciones hay menos. Por un lado, porque se nos mina la confianza en nuestras capacidades, pero también porque los horarios tienen que adaptarse a los ritmos vitales de mujeres que también son madres. Y por el otro, cuesta entrar en entornos altamente masculinizados y sentirte a gusto”, reflexiona.

“Para muchas mujeres+, apuntarse a una escuela de programación convencional, en la que la mayoría de los estudiantes son hombres, puede ser intimidante”, cuenta a su vez Verónica Baldin, que acaba de terminar la misma formación. “Las mujeres+ tenemos la tendencia de cuestionar nuestras habilidades y de no sentirnos a la altura mucho más que los hombres. Por eso, [las escuelas para mujeres] sirven para estar rodeada de otras personas que entienden tus momentos de duda, y hacer piña para salir adelante”. Sin olvidar, añade, que tener la posibilidad de conocer a otras mujeres que ya han triunfado en el mundo tech es de una gran ayuda. CodeOp, que tiene una inserción laboral superior al 90 %, dispone de una red de empleo que incluye a más de 150 empresas en España.

Disparidad de género en el mundo tecnológico

Los beneficios de abordar políticas de igualdad de género van mucho más allá de las razones de índole social. “Ya no se trata de ser o no inclusivos o de si es necesario hablar de diversidad; es que es obligatorio porque estamos perdiendo talento tecnológico. Y ni siquiera es posible calcular toda la gente que no busca trabajo en tu empresa porque perciben que no es un espacio inclusivo”, argumenta Walker. A su juicio, cualquier estrategia para combatir la desigualdad de género debe comenzar por una labor de concienciación que involucre a la sociedad, y que combata unos estereotipos dominantes que aún hacen pensar a muchas mujeres que no tienen la capacidad necesaria para dedicarse a una profesión tecnológica. “Creo que mi identidad y los estereotipos que se asocian a las mujeres a nivel social han influenciado bastante en mis decisiones, como por ejemplo a la hora de elegir una carrera”, confiesa Baldin. Original de Italia, tras acabar la secundaria se mudó a Austria, donde cursó un grado en Lingüística; y España, donde realizó un máster en neurociencias cognitivas del lenguaje en 2019. Nada que ver con la informática o la programación, porque, como a muchas otras jóvenes, los adultos de su entorno siempre le aconsejaron carreras de ciencias o, como mucho, economía o medicina.

Tras esa labor de concienciación, está la propia formación, donde la posibilidad de realizar formaciones intensivas como los bootcamps (que pueden ir de tres a seis o nueve meses, dependiendo de cada caso y de si es a tiempo completo o parcial) permiten especializarse en este sector sin tener que hacer un grado de varios años en la universidad. Y, finalmente, contar con una red de apoyo que puede venir de “comunidades como Codebar, Recurse Center o RWC, que proporcionan un entorno amistoso, seguro y acogedor para todos, independientemente del género, orientación sexual, discapacidad, apariencia física, tamaño corporal, raza, religión o cualquier otra característica por el estilo”, afirma Stefi Rosca, programadora Full Stack. “También hay que decir, a favor de las empresas del mundo tecnológico, que se han puesto las pilas para garantizar la igualdad de oportunidades. Muchas ofrecen mentorías o prácticas exclusivamente dirigidas a sectores marginados o con poca representación en el sector, y eso funciona muy bien”, admite Moyano.

Disponer de un marco legal que promueva la igualdad efectiva resulta fundamental, como recuerda Walker: “En España, la ley dice que si tienes más de 50 empleados, has de asegurarte de que alcanzas una cierta paridad en términos de sueldo y de liderazgo, algo que es ciertamente importante porque también hay una brecha salarial entre hombres y mujeres. Y si no alcanzas esa paridad, entonces tienes que tener en marcha un plan de igualdad que especifique cuándo vas a alcanzarlos, porque si no, vas a recibir una multa”. Para ella, muchas compañías dicen estar interesadas en implementar la diversidad en sus organizaciones; el problema es que no siempre están dispuestas a hacer de ello una prioridad. Y, como contrapunto, pone el ejemplo de la app de citas Bumble, que fue fundada por una mujer pero que, al darse cuenta de que su plantilla de profesionales estaba por debajo de la media en cuanto a diversidad, llegó a un acuerdo con CodeOp para localizar y formar talento técnico diverso en Barcelona. “Lo que hizo esta iniciativa tan avanzada es que Bumble pagó la formación de ocho estudiantes, e incluso les proporcionó ayudas si, por ejemplo, tenían niños a su cargo. En mi opinión, es lo que otras empresas deberían hacer”, señala.

Poco apoyo para el emprendimiento

La disparidad de género en la tecnología es un problema crónico a nivel internacional; no solo en empresas y escuelas, sino también en el mundo de la inversión y el emprendimiento. Walker pertenece al menos del 3 % de mujeres fundadoras a nivel internacional que cuentan con el respaldo de inversores de capital riesgo. La fundadora, que ya ha cerrado dos rondas por un valor aproximado de 2,4 millones de euros, no tiene dudas: ser mujer hace que sea mucho más complicado obtener financiación para tu propia compañía, “porque los que te están dando dinero son hombres, y hay un sesgo implícito. Es el mismo motivo por el que no hay muchas mujeres en el ámbito tecnológico; porque las cosas se aprenden y hay sesgos de los que la gente ni siquiera es consciente”, esgrime Walker. “En el capitalismo de riesgo hay muy pocas mujeres, y por eso la mayoría de nuestros inversores son hombres cis de más de 40 años y con hijas: y este es precisamente el tipo de alianzas que tenemos que construir para conseguir cambios estructurales”.

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Sobre la firma

Nacho Meneses
Coordinador y redactor del canal de Formación de EL PAÍS, está especializado en educación y tendencias profesionales, además de colaborar en Mamas & Papas, donde escribe de educación, salud y crianza. Es licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Valladolid y Máster de Periodismo UAM / EL PAÍS

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