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La difícil cuadratura del círculo que pretende Trump: buscar un dólar más débil mientras promete aranceles

El mercado de divisas aguarda los próximos pasos del nuevo presidente estadounidense, por ahora más comedido de lo esperado en el flanco comercial

Un empleado de la casa de cambio japonesa Gaitame.com sigue la emisión por televisión de un discurso de Donald Trump, este martes en Tokio, junto a una pantalla con la cotización del dólar frente al yen.
Un empleado de la casa de cambio japonesa Gaitame.com sigue la emisión por televisión de un discurso de Donald Trump, este martes en Tokio, junto a una pantalla con la cotización del dólar frente al yen.Issei Kato (REUTERS)
Álvaro Sánchez

El dólar está actuando como un termómetro de la furia comercial de Donald Trump. Cuando amenaza con imponer aranceles a otros países, su valor sube, y cuando esa posibilidad se difumina o se retrasa, el billete verde cede posiciones. Así ha ocurrido en los últimos días. La divisa estadounidense escaló conforme se acercaba la toma de posesión del republicano, ante la perspectiva de que en su larga lista de decretos figurase algún gravamen comercial. Y perdió fuerza en cuanto se supo que no había nada nuevo más allá de las amenazas a México y Canadá. El mercado ya ha escuchado esa música, y parece que ahora solo le interesan los hechos consumados e irreversibles, no la retórica intimidatoria que el político neoyorquino lleva meses desplegando, sujeta, hasta última hora, a ser apaciguada mediante la negociación.

El índice dólar, que mide su valor frente a una cesta de monedas, es una buena forma de seguir su evolución. Ha menguado desde los 110 puntos alcanzados el 13 de enero, máximos de los últimos 12 meses, a los 107 actuales, mínimos de dos semanas, con una potente caída el día de la investidura. En septiembre de 2022, cuando el dólar rebasó claramente al euro, llegó a los 114 puntos.

La moneda norteamericana, considerada también un valor refugio para tiempos de incertidumbre, descuenta que la agenda de Trump es inflacionista, porque la guerra comercial, que supone no solo tributos extra por parte de EE UU, sino también represalias de los afectados, encarece exportaciones e importaciones; porque su política de deportaciones y batalla sin cuartel contra la inmigración reduce la mano de obra disponible, elevando los salarios al propiciar la competencia entre empresas para encontrar trabajadores, y porque las rebajas de impuestos alientan la demanda al poner más dinero en los bolsillos de hogares y empresas, presionando hacia arriba los precios.

Solo su intención de perforar y perforar hasta extraer la última gota de petróleo —al que denomina, con insistencia machacona, el oro líquido— enterrada bajo suelo estadounidense empuja en sentido contrario: al aumentar la oferta, debería, sobre el papel, reducir los precios del crudo, pero según los expertos, el balance se inclina hacia el lado inflacionista, y eso tiene consecuencias en política monetaria a las que el dólar no será ajeno. Así lo explica Judith Arnal, investigadora del Instituto Elcano y del CEPS. “Los dos shocks de oferta negativos (comercio e inmigración) y el shock de demanda positivo (rebaja fiscal) presionarán al alza la inflación. Solo el shock de oferta energético presionará a la baja la inflación. El efecto neto muy probablemente llevará la inflación al alza, además de generar otros efectos, como una menor descarbonización. Todo esto llevará a un nivel de tipos más elevado que en un escenario sin este tipo de políticas, y por tanto a una apreciación del dólar”.

La Reserva Federal ya ha tomado nota de ese posible repunte inflacionista. El mercado de futuros espera que la Fed lleve a cabo solo dos rebajas de 25 puntos básicos en los tipos de interés este año, frente a las cuatro que augura, solo en los primeros seis meses, para el Banco Central Europeo. Ese desacople, en principio, se traduciría en un dólar más fuerte frente al euro. Pero no está todo el pescado vendido. “Trump quiere un dólar más débil, y creo que mágicamente eso sucederá”, afirmó el pasado martes en el Foro de Davos Kenneth Rogoff, ex economista principal del Fondo Monetario Internacional y profesor de Economía y Políticas Públicas en Harvard.

La tesis de Rogoff es que, como ya sucedió en 1985 o 2002, el dólar ya ha subido demasiado. Y a eso se suma la fijación de Trump con los déficits comerciales que sufre EE UU. El nuevo inquilino del Despacho Oval ha mostrado una clara preferencia por un tipo de cambio más débil para apoyar la competitividad de las exportaciones estadounidenses y ayudar a corregir ese déficit comercial. Zouhoure Bousbih, de la gestora de fondos Ostrum, ve paralelismos con el pasado. “Un dólar débil es la obsesión de Donald Trump para restaurar la gloria del sector manufacturero estadounidense. Sin embargo, desde su elección en noviembre, el dólar se ha fortalecido, mostrando similitudes con el período 1981-1985, cuando Ronald Reagan estaba en el poder”.

La batalla contra un dólar sobrevalorado y por un saldo comercial favorable no casa bien, si es que no es directamente incompatible, con una política agresiva de aranceles que podría despertar de su frágil duermevela al monstruo de la inflación, un fenómeno por el que criticó con fuerza a su predecesor, Joe Biden, y cuyo regreso difícilmente podría justificar. “Los aumentos de costes de mercancías y laborales, el estímulo de la demanda por las rebajas de impuestos, así como la apreciación del dólar, supondrán una pérdida de competitividad en precio de los bienes y servicios de Estados Unidos en el exterior. Por tanto, la política arancelaria, migratoria y fiscal de Trump, lejos de aliviar su déficit comercial, lo aumentará”, sostiene Arnal.

Todo irá en función, como en casi todo, de la letra pequeña. “El efecto real de la Administración entrante sobre el tipo de cambio dependerá de hasta qué punto cumple con su amenaza de imponer aranceles”, resume por correo electrónico Robert Triest, profesor de Economía en la Northeastern University y vicepresidente de la Reserva Federal de Boston entre 1995 y 2018. De nuevo, la primacía de los hechos sobre las palabras. Eso no impide cierta preparación ante lo que se viene. “Las actas del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) del mes pasado indican que algunos funcionarios de la Fed ya están tomando en cuenta los efectos probables de los cambios de política previstos en sus deliberaciones sobre las tasas de interés”, añade Triest.

Muy pendientes de lo que suceda están también las economías emergentes, muy endeudadas en dólares, y por tanto especialmente vulnerables a su apreciación, al hacer crecer la factura en intereses.

¿Trump contra la Fed?

Si el consenso de expertos e instituciones dice que los aranceles son inflacionistas y Trump quiere un dólar débil, solo caben, a priori, dos escenarios: o el republicano modera el alcance de su guerra comercial, o contempla la crudeza de sus consecuencias. Otra cosa sería soplar y sorber a la vez. De elegir la segunda opción, la de ir con todo con su agenda proteccionista, hacer crecer la inflación, y apreciar el dólar conforme la Fed pone en pausa las bajadas de tipos, los precedentes dicen que es probable la búsqueda de culpables externos.

El más expuesto parece el presidente de la Fed, Jerome Powell, que poco después de los comicios aseguró que no piensa dimitir y que Trump no puede echarle. Trump sí puede, en cambio, elevar al tono contra sus políticas si los tipos de interés no bajan al ritmo que él quiere. El pasado jueves, durante su intervención en Davos, ya dejó clara muestra de ello. “Voy a pedirle a Arabia Saudí y a la OPEP que bajen el coste del petróleo”, dijo. Y luego añadió: “Una vez caigan los precios del petróleo, exigiré que las tasas de interés bajen inmediatamente”.

Como apunta el Real Instituto Elcano en su informe La economía mundial y la economía española ante el año 2025, su intervencionismo monetario puede tener consecuencias. “Cabe la posibilidad de que Trump intente reducir la independencia de la Reserva Federal. Si lo consiguiera, no habría subidas de tipos de interés. Pero esto podría hacer un enorme daño a la fortaleza institucional de EE UU en materia económica y precipitar problemas de estabilidad financiera dado el elevado endeudamiento”.

Otra carta para frenar el alza del dólar, o al menos para externalizar responsabilidades, es la del enemigo exterior. Según un documento visto por Bloomberg, la Administración Trump ha pedido a las agencias federales competentes que aborden la manipulación de divisas por parte de otros países. Japón, China, Alemania y Singapur ya están en la lista de seguimiento del Departamento del Tesoro por sus prácticas cambiarias. Y la presión podría crecer bajo la premisa de que están interviniendo para mantener sus divisas artificialmente bajas, con la consiguiente ganancia de competitividad de sus productos y servicios frente a los de EE UU.

Entonces, ¿hacia dónde se dirige el dólar? Si se observa el cruce con el euro, el efecto de Trump en su fortaleza es clara: antes de las elecciones, un euro se cambiaba por 1,09 dólares, y hoy lo hace por 1,05. A corto plazo, muchos analistas creen que la incertidumbre inicial que rodea su política comercial seguirá animando al billete verde —ING, por ejemplo, espera que el euro se cambie por 1,01 dólares al acabar el trimestre—, pero conforme se alargan los plazos, crecen quienes auguran un dólar más débil.

“Lo que no ha sorprendido al mercado el primer día de la presidencia de Trump es la volatilidad”, escribe Chris Turner, jefe de análisis global de mercados del banco neerlandés ING. Eso, por ahora, no tiene visos de cambiar. “Es probable que los anuncios políticos a través de redes sociales atraigan más titulares y mantengan elevada la volatilidad cambiaria, al menos en los primeros días”, vaticina Turner.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.
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