La riqueza financiera de las familias alcanza un récord histórico impulsada por la inflación
El patrimonio de los hogares supera por primera vez los 2,3 billones de euros, según el Banco de España
En un contexto marcado por la persistencia de tensiones inflacionarias, la riqueza financiera neta de los hogares españoles alcanzó en septiembre de 2024 un récord histórico: 2,3 billones de euros, un incremento de casi el 12% respecto al mismo mes del año anterior, según se observa en las cuentas financieras publicadas este jueves por el Banco de España. El récord, sin embargo, se explica por el incesante incremento de precios y su efecto acumulativo, más que por una mejora real en la capacidad económica de las familias.
En 2022 y 2023, la inflación golpeó duramente a la economía española, con tasas que superaron el 10%. Aunque en 2024 logró estabilizarse en torno al 2,8%, las secuelas de aquellos años de precios disparados siguen presentes. Un ejemplo claro son los activos financieros de las familias y ciertas instituciones privadas como fundaciones vinculadas a los hogares (ISFLSH). En total, estos recursos crecieron un 8,6% respecto al año anterior, alcanzando los tres billones de euros.
El incremento no implica que las familias sean más ricas en términos reales. Una parte importante de este aumento proviene de la subida en el valor de acciones y fondos de inversión, cuyo precio ha sido impulsado tanto por la dinámica de los mercados como por el efecto acumulativo de la inflación. En otras palabras, aunque el número en las cuentas bancarias o carteras de inversión sea mayor, ese dinero no tiene el mismo poder adquisitivo que antes de los años de crisis inflacionaria.
Además, se observa un cambio en la composición de los activos financieros de los hogares. El peso del efectivo está en niveles bajos y junto a los depósitos, apenas supone el 35% del total de activos de las familias. Este descenso sugiere que los hogares están buscando alternativas de inversión más rentables, posiblemente motivadas por los tipos de interés.
Otro aspecto relevante es la distribución de esta riqueza financiera, pues no es uniforme. Aquellos hogares con mayor capacidad de inversión han podido beneficiarse más de la revalorización de activos, mientras que los sectores con menos recursos se han limitado a estrategias defensivas, como el ahorro en depósitos.
La deuda, también en mínimos
La deuda de los hogares también ha disminuido levemente, un 0,3% respecto al tercer trimestre de 2023. A simple vista, esta caída podría interpretarse como un signo de mejora en la salud financiera de las familias. Sin embargo, el contexto indica que esta leve reducción responde más a una contención en el consumo y la inversión que a un aumento en la capacidad adquisitiva. De hecho, según el documento, las adquisiciones netas en activos financieros ha caído en términos absolutos, es decir, que ha habido una desinversión.
En términos relativos, la deuda de los hogares representa ahora el 44,1% del PIB, frente al 47,2% del año anterior, una cifra que refleja no tanto la solvencia de las familias como el impacto del crecimiento económico en las cuentas financieras. El repunte del PIB en un 0,8% durante el tercer trimestre del año ha permitido que la ratio de deuda sobre la riqueza de los hogares baje, en línea con lo que viene ocurriendo desde la crisis sanitaria.
Esta misma lógica explica que, aunque las empresas hayan registrado un aumento en su deuda en términos absolutos, en realidad haya bajado respecto al PIB. Así, la ratio de deuda empresarial pasó del 67,2% al 64,8%. En conjunto, la deuda consolidada de empresas y hogares se situó en 1,7 billones de euros, lo que representa el 109% del PIB, una disminución de cinco puntos porcentuales respecto al nivel registrado en septiembre de 2023. Esta tendencia refleja una mejora en la salud financiera de la economía española, con una reducción en la carga de deuda en relación con la producción económica total.
Es preciso retroceder a 2001 para hallar otro periodo en el que la ratio de deuda fuera tan baja. En ese momento, España experimentaba un auge económico, la burbuja inmobiliaria aún no había estallado y la confianza de hogares y empresas en el crédito era elevada. No obstante, tras la crisis de 2008 y las dificultades económicas posteriores, el endeudamiento se disparó, convirtiéndose en una carga significativa para la economía nacional. En 2010, esta relación superó el 200%, marcando uno de los episodios más críticos para las finanzas del país.
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