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España pide a Bruselas mantener abierta la negociación con China y evitar la guerra comercial

Los Estados deciden este viernes si apoyan la decisión de la comisión de consolidar las tasas adicionales a los vehículos fabricados en el gigante asiático

Un cartel del coche eléctrico MG-4 EV de la compañía china SAIC, en un concesionario en Santander, el pasado junio.
Un cartel del coche eléctrico MG-4 EV de la compañía china SAIC, en un concesionario en Santander, el pasado junio.Vincent West (REUTERS)

España no desvela todas sus cartas en la votación clave que hay este viernes en Bruselas para decidir el futuro de los aranceles a los coches eléctricos chinos, pero una cosa le ha dejado clara a la Comisión Europea: quiere mantener las negociaciones abiertas con el gigante asiático y evitar la guerra comercial a toda costa. Así se lo ha hecho saber al vicepresidente ejecutivo y comisario de Comercio, Valdis Dombrosvkis, en una carta enviada a Bruselas este jueves por el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, a la que ha tenido acceso EL PAÍS. “En este momento, creemos necesario mantener abiertas las negociaciones y agotar todas las vías para una solución de compromiso”, reclama la misiva, en la que no anticipa el sentido del voto.

La carta apunta a posibles puntos de encuentro, como la “reducción del nocivo impacto de los subsidios”, señalando a la acusación que hace la Comisión a China después de una exhaustiva investigación de un año en la que ha concluido que los vehículos eléctricos del gigante asiático parten con una ventaja ilegal -de acuerdo con las leyes internacionales de comercio- por la ingente cantidad de ayudas que recibe. También reclama en la misiva que parte de la producción de baterías se traslade a Europa. En España, precisamente, ya se está instalando una gran factoría de vehículos chinos en las instalaciones que hasta hace poco ocupaba el fabricante japonés Nissan. También hay un proyecto para instalar baterías de litio en Extremadura.

Con esta carta, adelantada por Reuters, España matiza la posición que tuvo el julio, cuando ante la propuesta provisional de la Comisión, en la que se plantearon aranceles adicionales que van desde el 17,4% hasta el 37,6%, votó a favor. Y, además, concreta, de alguna forma, la posición expresada por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en un reciente viaje a China, cuando sorprendió al decir que la UE debía “reconsiderar” la decisión con los aranceles. No obstante, también se alinea con el resultado de la reunión que mantuvieron hace un par de semanas Dombrovskis y el ministro de Comercio chino, en la que se comprometieron a mantener la negociación abierta más allá de la votación.

El texto remitido a Dombrovskis, de alguna forma, alinea a España en un posición similar a la de Alemania, país que ha llamado una y otra vez a la negociación y a evitar la guerra comercial. Claro que las grandes compañías germanas del automóvil tienen grandes inversiones en el gigante asiático y temen mucho la represalia que pueda adoptar Pekín si finalmente las barreras arancelarias adicionales se convierten fijas por, al menos, cinco años.

Eso se decide este viernes en una votación en la que la Comisión Europea se juega parte de su credibilidad en la política comercial de la Unión Europea. El voto será un termómetro importante sobre la política comercial europea y también para su política exterior. Y más en un momento en el que el club comunitario analiza cómo aumentar su competitividad industrial para enfrentarse a Washington y a Pekín. La investigación a los coches eléctricos chinos se ha convertido en un símbolo de la posición de la UE frente a China, a quien considera un rival, socio y competidor en la arena geopolítica y comercial. El vínculo y el camino a seguir con el gigante asiático, cada vez más asertivo, sigue siendo uno de los temas más divisivos entre los Estados miembros.

Hace ahora un año la Comisión Europea abrió una investigación sobre los coches chinos importados ante la sospecha de que los subsidios y ayudas que les daba Pekín sitúan a estos vehículos en una ventaja competitiva saltándose las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Nueve meses después llegaron las primeras conclusiones de la investigación y la decisión provisional de imponer aranceles compensatorios que iban del 17,4% al 37,6%, estos porcentajes debe sumarse al 10% que ya se aplicaba a los vehículos chinos. Esa decisión se votó de forma consultiva en julio y en agosto pasado. España votó a favor entonces.

La reacción china ha sido contundente. Pekín ha abierto investigaciones sobre productos agroalimentarios europeos que, en un caso, afectan de lleno a España: la carne de cerdo. Las otras dos afectan a varios productos lácteos y el brandy. Ha sido una forma de presionar a los Estados miembros para que cierren el paso a las intenciones de la Comisión Europea o, al menos, le lleven a aflojar su posición. Las competencias en política comercial de Bruselas son mucho más amplias que en otras materias, si bien sus decisiones deben ser ratificadas por los Estados miembros.

No será fácil para los países que se oponen a esta decisión de la Comisión. Para vetarla, haría falta que lograran una mayoría calificada contraria a la decisión, es decir, un 55% de Estados miembros que sumen al menos el 65% de la población de la UE. No obstante, existe la posibilidad de que una mayoría siempre de capitales, la mitad más uno, voten en contra y entonces Bruselas debería reformular la propuesta que hizo la semana pasada a los Estados. Ese planteamiento incluye el mantenimiento de la negociación abierta con China aunque se aprueben los aranceles.

La mayoría contraria que hace falta para tumbar la decisión de la Comisión hace que muchas voces en Bruselas apuesten por que este viernes se ratificará la propuesta de la comisión. Lo hizo el propio embajador alemán ante las instituciones europeas, Michael Clauss, esta semana. Y eso que en su Gobierno hay voces que apuestan abiertamente por votar en contra. El miércoles lo hizo el ministro de Finanzas, Christian Lindner. Si se impusiera esta postura, Berlín se sumaría a Budapest, una de las pocas capitales que ha dicho abiertamente que votaría contra la Comisión para aumentar los aranceles a los vehículos eléctricos chinos.

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