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La batalla de las macrogranjas en Ribera de Duero: “¿Quién va a querer uvas que huelen a mierda?”

El Consejo Regulador de la Denominación de Origen y vecinos de varios pueblos denuncian el impacto de esos proyectos

Ribera del Duero
Vecinos afectados por la implantación de las macrogranjas y plantas de biometano en la zona de Ribera del Duero.Emilio Fraile
Juan Navarro

El río Duero desciende desde Soria y llega al sur de Burgos escoltado por infinidad de viñedos a ambos lados del cauce. Más de cien millones de kilos de uva se recogen año a año en la Denominación de Origen Ribera de Duero, bautizada como la Milla de Oro por la calidad de sus productos y el prestigio de sus bodegas. Las bodegas de Ribera generan empleo directo e indirecto en una comarca no demasiado boyante donde los nuevos proyectos empresariales hacen arrugar la nariz en localidades como Milagros (Burgos, 420 habitantes), que alumbra una simbiosis de macrogranjas y plantas de biogás mediante la quema de purines. Huele mal en lo olfativo y en lo vitivinícola. Hasta el Consejo Regulador de Ribera de Duero ha cargado contra esas iniciativas, pidiendo “salvaguardar el futuro del viñedo y evitar que se ponga en riesgo a las bodegas y el enoturismo”. Varias plataformas locales denuncian la implantación de esas empresas, acusadas de generar poca riqueza y muchas molestias. El sector del porcino se dice “agredido”.

Un grupo de vecinos de Milagros y de Fuentelcésped, municipios burgaleses que suman 683 habitantes, se concentran frente a una granja porcina en Milagros. El calor aviva el mal olor y el viento empuja el hedor hacia dos zonas de diversas víctimas: o las poblaciones o los viñedos. Nadie se libra. Los ventiladores chorrean y forman un reguero sobre la tierra exterior al muro. Más allá, dos grandes balsas acumulan toneladas de residuos, los criticados purines, que abarcan desde las heces hasta animales muertos o restos vegetales. Allí habitan 1.850 cerdas con lechones hasta el destete, 6.000 lechones, 6 verracos y 190 cerdas de reposición; el concepto de “macrogranja” se aplica al superar las 2.000 cerdas. Las cifras provienen de la Junta de Castilla y León, de un documento oficial de Medio Ambiente validando la ampliación a 2.550 madres y sus correspondientes lechones, ahora sí macrogranja. También acarrea dos nuevas piscinas de residuos, más pestilencia para el entorno vegetal o humano y unas potenciales vecinas mal avenidas: entidades de quema de purines para producir biogás. Una parcela cercana a más vides, jalonada con una bandera de la empresa y otra del Ayuntamiento de Milagros , cuenta con un cartel del grupo Five Balanced Bioenergy prometiendo ingentes producciones de biometano, un combustible renovable, a base de tratar más de 120.000 toneladas de residuos anuales y reducir así emisiones contaminantes. Sobre el rótulo, una pintada. “NO A” y el dibujo de una caca. Muy cerca se prevé otra planta similar. Ambas entrarán en funcionamiento gracias a los purines acarreados por cientos de camiones diarios.

El alcalde de Milagros, Pedro Miguel Gil (PSOE), tilda el proyecto de “economía circular” para gestionar residuos de los alrededores. “Es una zona llena de nitratos y de pueblos donde no se puede beber agua, es una solución”, rebate, pues, frente a la asociación vecinal, cree que la producción de biogás puede reducir la contaminación sobre los acuíferos. El cercano Gumiel de Izán ha necesitado últimamente camiones cisterna por carecer de agua potable. “Se ha orquestado una presión y ahora tenemos un problema, no queremos estar contra la mayoría, tendremos que tomar una decisión pero hay un acuerdo de antes, al pueblo le podría costar mucho”, admite Gil, defensor de “proyectos avalados por Europa e implantados en muchos países sin consecuencias negativas, colabora contra el cambio climático”. La resolución, ante las alegaciones vecinales, depende de la Junta. Castilla y León tiene actualmente unos cinco millones de cerdos, más del doble que habitantes, y la cifra crece año a año, según el ministerio de Agricultura.

Francisco Díaz, viticultor afectado por la implantación de macrogranjas y plantas de biometano en Ribera del Duero.
Francisco Díaz, viticultor afectado por la implantación de macrogranjas y plantas de biometano en Ribera del Duero.Emilio Fraile

Aurora Vilariño, portavoz de la asociación de vecinos de Milagros, valora “la preocupación del alcalde por la gestión de residuos y su intención de encontrar soluciones”, pero insiste en el daño sobre los ecosistemas, la “salud y bienestar” de los habitantes y en el tráfico de camiones perturbando “la tranquilidad del pueblo”. “No entendemos cómo, si preocupa la contaminación por nitratos, se promueven proyectos de ampliación de granjas de cerdos, fuente de nitratos, su expansión agravará el problema en lugar de resolverlo”, rebate, además de mencionar presuntas irregularidades, denunciadas en sus alegaciones, para eludir la evaluación ambiental a base de fraccionar proyectos.

Tanto ella como otros vecinos insisten en el factor económico. “¿De qué sirve crear cinco empleos si se pierden 60?”, “¿Qué trabajos van a traernos las macrogranjas si quitan el que da el vino?”, “Esto no es ecología ni economía, es un negocio que expulsa a un negocio de 500 años”, preguntan los bodegueros Julián García, Francisco Díaz y Carlos de las Heras, de 64, 60 y 46 años, todos ellos coincidentes de que la denominación de Ribera del Duero, y todo lo que genera en el sector primario, fundamenta la supervivencia económica y demográfica de los alrededores. Mar Antón, de 64 años y 30 trabajando en bodegas y en el sector vitivinícola, se indigna contra las macrogranjas y sus posibles efectos sobre las uvas plantadas en la zona, que nutren a gigantes como Pago de Carraovejas, Protos o Vega Sicilia: “Tenemos las mejores tierras y nos las quieren contaminar, esos proyectos solo dan dinero a quienes ya lo tienen y montan estas granjas y plantas”. Antón y algunos de sus compañeros insistieron ante las grandes marcas de la Denominación para que se posicionaran pero aun así les ha sorprendido la contundencia del Consejo Regulador contra el biogás y las macrogranjas, pese a que grandes firmas presentes han preferido callar. “El Consejo Regulador y los operadores inscritos de la Denominación no entienden, ni pueden compartir, que se establezcan instalaciones de ganadería intensiva y plantas de biogás en entornos que se caracterizan por su importancia medioambiental, patrimonial y cultural, porque ponen en serio riesgo la subsistencia de los proyectos vitivinícolas”, incidía el comunicado publicado el 8 de julio.

Miguel Ángel Ortiz, presidente de la Federación de productor de porcino en Castilla y León, se siente “agredido” por el tono de Ribera: “Los únicos excluyentes son ellos, damos trabajo en zonas despobladas, monopolizar es dañino”. “El mundo al revés, la industria del alcohol pretende imponerse frente a la producción de carne de cerdo, y tenemos el mismo derecho, somos una actividad primaria para la sociedad”, rebate Ortiz, harto de ataques: “Estamos condenados a entendernos, estamos en el mismo medio, no queremos peleas que nos lleven a todos al desastre y tendemos la mano a reunirnos y hablar pero todo tiene un límite”.

El bodeguero De las Heras reflexiona mientras la comitiva enseña unas viñas, con cepas cargadas de uvas en proceso de coger peso y calidad de cara a la vendimia de septiembre, a apenas unos cientos de metros andando del terreno donde se prevé la factoría de biometano. “El sector del vino está en crisis, se venden menos botellas, pero aun así hay mucho pasota. La gente no se concienciará hasta que lo vea a la puerta de su casa y ya sea tarde. La gente de los pueblos o los mayores tampoco se enteran”, suspira. Francisco Díaz lo traslada a lo que ocurre con los racimos: “Las uvas cogen aromas del terreno, ¿quién va a querer uvas que huelen a mierda?”.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, buscándose la vida y pisando calle. Grado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS. Autor de 'Los rescoldos de la Culebra'.
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