Estados Unidos alerta de los “efectos negativos” de la sobrecapacidad productiva china en industrias limpias
La secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, avisa desde Pekín del “riesgo” que suponen los “desequilibrios” económicos de la potencia asiática para trabajadores y empresas del país norteamericano, y del resto del mundo
La visita de Janet Yellen, secretaria del Tesoro estadounidense, a China, ha constatado dos cosas: por un lado, las relaciones entre las dos grandes potencias del planeta han entrado en fase de estabilización, tras superar su peor momento en décadas; por otro, se advierten nuevos roces económicos a la vista a cuenta del exceso de capacidad productiva del gigante asiático en sectores vinculados a la transición energética. La secretaria del Tesoro ha alertado del “riesgo” y “los efectos negativos” que suponen los “desequilibrios macroeconómicos de China —a saber, su débil consumo de los hogares y el exceso de inversión de las empresas, agravado por el apoyo gubernamental a gran escala en sectores industriales específicos—”, según ha señalado este lunes en una comparecencia en Pekín, al término de su segundo viaje a China en nueve meses.
Yellen, que ha pasado cinco días en el país, ha advertido sobre el aumento de la inversión empresarial teledirigida por la política industrial de China hacia los vehículos eléctricos, las baterías de ion-litio y la energía solar. “China es ahora demasiado grande para que el resto del mundo pueda absorber esta enorme capacidad”, ha dicho. “Las medidas que tome hoy China pueden alterar los precios mundiales. Y cuando el mercado mundial se vea inundado por productos chinos artificialmente baratos, la viabilidad de las empresas estadounidenses y de otras empresas extranjeras quedará en entredicho”. El temor de Washington coincide con el que expresa desde hace tiempo la Comisión Europea, enfrascada en una política de “reducción de riesgos”. Bruselas inició en septiembre una investigación sobre presuntas ayudas estatales al sector del coche eléctrico en China, y en las últimas semanas ha puesto en práctica, contra empresas del gigante asiático, un novedoso mecanismo previsto para evitar que las subvenciones extranjeras distorsionen el mercado único.
Con las elecciones estadounidenses a la vuelta de la esquina, Yellen ha colocado el foco sobre la necesidad de proteger a los obreros y las fábricas estadounidenses. Ha recordado que el fantasma del exceso de capacidad productiva no es nuevo. Su país ya se enfrentó a él hace más de una década, cuando un “apoyo masivo” del Gobierno chino a la industria metalúrgica dio lugar a un acero chino “por debajo del coste que inundó el mercado mundial y diezmó industrias en todo el mundo y en Estados Unidos”. China hoy produce el 55% del acero global, según Reuters. En sus encuentros con los líderes chinos —entre ellos, el primer ministro, Li Qiang, y el viceprimer ministro, He Lifeng, el zar económico— Yellen ha dejado claro que ni ella ni el presidente estadounidense, Joe Biden, volverán “a aceptar esa realidad”.
La secretaria del Tesoro no ha anticipado las fórmulas con las que pretenden encauzar la situación. “Exactamente cuáles son las herramientas adecuadas… No quiero adelantarme a los acontecimientos, pero creo que es fundamental que nuestros homólogos chinos comprendan la importancia que le damos a esta cuestión. Y creo que tienen herramientas que pueden usar para aliviar este problema”, ha dicho ante la prensa congregada en la residencia del embajador estadounidense en Pekín. Ha sugerido que una de las opciones del Gobierno chino pasa por incentivar el consumo de sus 1.400 millones de habitantes, para corregir los desequilibrios de un exceso de oferta mediante el incremento de la demanda.
La madeja no tiene fácil solución. Pekín ha convertido la apuesta por lo que llama las “nuevas fuerzas productivas” en la prioridad de su política de desarrollo este año. Lanzado por Xi Jinping el año pasado, es el concepto de moda en la capital china, y los Gobiernos regionales y locales, y las empresas del país se han alineado de inmediato con las directrices. China pretende acelerar la modernización de las industrias emergentes como fórmula de transición ante una economía tocada por la crisis inmobiliaria y con el PIB alejado de los incrementos de dos dígitos de antaño. Aunque el apoyo a estos sectores lleva años en marcha, y se ha convertido en parte del ADN industrial. Tal y como confiaba un alto ejecutivo chino de una compañía de baterías hace poco: el asunto ha pasado ya el punto del apoyo mediante políticas públicas a una fase impulsada por el mercado.
“El desarrollo de la industria china de las nuevas energías contribuirá de forma importante a la transición mundial hacia una economía verde y con bajas emisiones de carbono”, ha defendido el primer ministro chino, Li Qiang, ante Yellen durante su encuentro el domingo en Pekín. Li ha reclamado que Estados Unidos considere la cuestión de la capacidad de producción “de forma objetiva” y “desde una perspectiva global y orientada al mercado”. Y le ha pedido que se “abstenga de convertir las cuestiones económicas y comerciales en asuntos políticos o de seguridad”, según ha recogido la agencia oficial Xinhua.
Pekín y Washington sí han coincidido en que las relaciones diplomáticas muestran “signos de estabilización”, después del último encuentro en San Francisco, el pasado noviembre, entre los presidentes de ambos países, Xi Jinping y Joe Biden; y de la conversación telefónica que mantuvieron la semana pasada. Los altos funcionarios de ambos países han lanzado frases destinadas a probar ese apaciguamiento: “Como las dos mayores economías del mundo, China y Estados Unidos tienen intereses económicos profundamente entrelazados”, ha dicho Li. “He vuelto a subrayar que Estados Unidos no pretende desvincularse de China”, ha replicado Yellen. ”Una separación total sería desastrosa para ambas”
También han mandado señales de que buscan cooperación y diálogo para resolver disputas. Han anunciado que seguirán los encuentros de grupos de trabajo en materia económica y financiera; la puesta en marcha de mecanismos para luchar contra el blanqueo de dinero —pata clave en la batalla contra la epidemia de adicción al fentanilo en Estados Unidos, muchos de cuyos precursores químicos salen de China, según denuncia Washington—; y también fórmulas de coordinación frente a shocks financieros.
Quedan en cualquier caso numerosas asperezas por limar; “conversaciones difíciles sobre seguridad nacional”, las ha denominado Yellen. “Nos sigue preocupando el papel que cualquier empresa, incluidas las de la República Popular China, está desempeñando en las adquisiciones militares de Rusia. He hecho hincapié en que las empresas, incluidas las de la RPC, no deben proporcionar apoyo material a la guerra de Rusia y que se enfrentarán a importantes consecuencias si lo hacen”, ha dicho.
También han tocado el asunto TikTok, la red social china de vídeos convertida en un nuevo episodio de la pugna tecnológica entre superpotencias. La Cámara de Representantes estadounidense aprobó en marzo un proyecto de ley que obligaría a la matriz china de TikTok, ByteDance, a vender la popular aplicación de vídeos cortos si no quiere enfrentarse a un veto en este país. La propuesta aún ha de ser ratificada por el Senado, pero Biden ha asegurado que firmará la Ley si loga pasar el filtro. “Nuestra preocupación aquí tiene que ver con los datos personales sensibles y su protección. Y esta es una preocupación legítima”, ha zanjado Yellen.
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