Alicia García Herrero: “Si China tiene una crisis climática y deja de exportar tecnología renovable ¿qué hacemos?”
La economista advierte de las dependencias críticas de Occidente en un acto organizado por Esade
La búsqueda de proveedores más cercanos y su diversificación para evitar roturas en la cadena de suministro se ha normalizado como una de las consecuencias de la pandemia. Las disrupciones comerciales por la crisis del mar Rojo no han hecho más que alentar ese fenómeno entre las empresas, dando pie a popularizar un término, desglobalización, que recoge una cierta tendencia a priorizar la seguridad de la cadena de suministro en lugar del precio, como sucedía hasta ahora. El auge de alternativas a China como México, Vietnam o la India está ahí, pero eso no significa que el reinado de China como gran fábrica del mundo haya terminado, y como ha explicado este martes la economista jefe para Asia Pacífico de Natixis, Alicia García Herrero, las dependencias críticas de Occidente respecto al gigante asiático son todavía numerosas.
Más allá del temido choque geopolítico en torno a Taiwán, los riesgos son muchos. Entre ellos las catástrofes climáticas, como ya probó la sequía en Taiwán que acrecentó la carencia de semiconductores, claves para la industria automovilística. “Obviamos el riesgo más evidente, que es el casual. En Occidente no nos preguntamos si China puede producir suficiente tecnología verde para todos. Por ahora exportan dos tercios de lo que fabrican y se quedan el resto, pero si tienen una crisis climática de calado y dejan de exportar ¿qué hacemos? Igual entonces los precios de los paneles solares van al alza porque los necesitan. Hay que pensar en este tipo de problemas”, ha dicho durante una conferencia en Esade bajo el título ¿El fin de la cadena de suministro global?.
El 90% de los paneles solares salen de China. Básicamente porque son más baratos. Hay quien defiende que en un sistema eficiente China debería producir el 100%, porque si el objetivo es descarbonizar a toda prisa, lo lógico es emplear la tecnología más barata. Pero conforme gana peso la inquietud geopolítica, la dirección es la contraria: dando más importancia a que llegue, por encima de la cuestión económica. “Todo eso es caro. Este desacoplamiento supone ir pasos hacia atrás en lo que llevamos construyendo décadas. Impacta en los márgenes de las empresas, es un reto de gestión”, ha resumido otro de los conferenciantes, Miguel López Quesada, expresidente de Alcoa España.
Una de las formas de hacerlo ha sido el llamado friendshoring, el término inglés con que se ha bautizado el arte de estrechar los lazos comerciales con países considerados aliados, que tal vez no sean la opción más idónea si se observan los fríos números, pero con los que no hay tensiones políticas ni militares.
Belén Romana, consejera Independiente de Santander, Werfen, Six y BME, es crítica con la respuesta europea. “Ha tardado en entender cómo estaba cambiando el juego, ha sido un poco naif. Hay dos tipos de cambios: los estructurales que tienen que ver con China y la emergencia de un conjunto de países que pueden jugar un papel más importante en un mundo multipolar. Y los shocks de corto plazo, el más evidente la pandemia, que fue una llamada de atención para Europa porque nos dimos cuenta de las dependencias y de lo que pasa cuando las cadenas de valor sufren”.
Para López Quesada, existe una diferencia esencial en el modo de concebir la economía entre Europa y China. “Nuestros políticos quieren reinventar el mundo cada cuatro años, mientras que en China hay una hoja de ruta. Son decisiones de país, no de iluminados. En Europa, la política de Competencia ha frenado la escala de algunos sectores estratégicos como telecomunicaciones, energía o banca… No tenemos gigantes de dimensión europea que puedan competir en igualdad”, lamenta.
García Herrero cree, sin embargo, que no se debe idealizar todo lo que hace China, ni mucho menos copiar sus errores, entre los que cita una política industrial ineficiente, pocas ayudas a los ciudadanos, bajo consumo y deflación. “Van a acabar como Japón”, augura.
La India es quizá el actor más esperado en esta reconfiguración comercial. Entre sus ventajas, López Quesada identifica dos:: el uso del inglés, que hace que la empleabilidad de su fuerza laboral sea superior a la de China. Y el de la tecnología, como muestra que muchas tecnológicas tengan directivos indios. “Es un sitio donde invertir. El sector automovilístico lo ha hecho. Y quedan por desarrollar enormes infraestructuras, lo cual es una oportunidad para las empresas españolas”.
García Herrero, afincada en Taiwán, pero que acaba de estar en Nueva Delhi, añade contexto. “La India es la quinta parte de China en tamaño, pero ya cuenta con más población. La tasa de urbanización es un tercio, así que va a tener crecimiento mínimo durante 20 años. Mi impresión es que está creando capacidad manufacturera. Ha aprendido mucho de China en sus políticas industriales, que son muy potentes, y EE UU va a ceder tecnología a la India para que haga de contrapeso a China. No solo civil, también militar, para que no dependa tanto de Rusia”.
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