China, un imperio de tejados solares
El gigante asiático instaló en 2022 el doble de potencia fotovoltaica que la UE y cerca de dos tercios de las nuevas placas se colocaron en cubiertas de edificios
Sobre la azotea de un centro de salud de Zhangqiu (Jinan), un distrito de cerca de un millón de habitantes en la provincia de Shandong, en el Este de China, hay dos hileras recién instaladas de paneles fotovoltaicos. En breve, las placas serán conectadas a la red, completando así el chispazo mediante el cual se convierte la energía solar en electricidad destinada al consumo. Allí enfrente, en el tejado de un colegio público, se ve a un grupo de operarios trabajando para armar otra instalación, y hay dos cubiertas más de la escuela forradas ya de paneles. Dong Yongshun, responsable del proyecto, va señalando detalles aquí y allá, indicando márgenes de beneficios, potencias y porcentajes. Cada una de estas instalaciones no son gran cosa, cierto. La de la escuela no da ni para cubrir el consumo del centro. Pero se trata de una cuestión de escala: hay “miles” de pueblos haciendo lo mismo en toda la provincia, dice Dong desde lo alto.
Siempre merece la pena descender de las cifras al polvo del terreno. El sol centellea esta mañana de invierno sobre las células de polisilicio de las placas mientras una neblina de polución flota en el ambiente y casi puede mascarse. Nada demasiado atípico en esta región dedicada a la industria pesada: la contaminación en la zona supera este domingo los umbrales tolerables para la salud. Es uno de los problemas que el país aún arrastra del hiperdesarrollo en la era de los combustibles fósiles.
China, el mayor emisor de CO₂ del planeta en términos absolutos, ha trazado planes para revertir la tendencia. Pretende alcanzar el pico de emisiones antes de 2030 y la neutralidad climática en 2060, y quiere que la energía solar sea parte de la respuesta. En los últimos 15 años el país se ha convertido en el gran imperio mundial de la fotovoltaica. La cuota de China en todas las fases de fabricación de paneles solares —como polisilicio, lingotes, obleas, células y módulos— supera el 80%, según un informe de 2022 de la Agencia Internacional de la Energía (una concentración geográfica que “crea desafíos potenciales”, indica la AIE; a lo que se añade la preocupación de grupos de derechos humanos por la producción en la provincia china de Xinjiang, donde hay sospechas de que la minoría uigur es sometida a trabajos forzados, acusación que niega Pekín).
El gigante asiático es además el primer exportador y el primer consumidor de paneles. En 2022, el país instaló 87,4 gigavatios (GW) de nueva potencia solar, un 59% más que en 2021. La cifra es el doble que la nueva capacidad instalada en 2022 en la Unión Europea (en términos per capita la UE estaría por delante) y supone en torno a una tercera parte de lo instalado a escala mundial.
Cerca de dos tercios de las nuevas placas en China se colocaron en cubiertas de todo tipo de edificios, desde fábricas a residencias, según estimaciones del sector. Y una buena fracción fue similar a estos pequeños proyectos, como el del hospital y la escuela en Zhangqiu, que se encuentran por debajo de los 225 kilovatios (KW) de potencia y forman parte de un proyecto piloto lanzado por el Gobierno en 2021.
El esquema, bautizado algo así como Programa Piloto para Tejados Solares de Todo el Condado, promueve la instalación de células de silicio sobre los tejados en este tipo de divisiones administrativas. Pekín busca que los promotores de energía solar se alíen con las autoridades locales para transformar metros cuadrados de tejado inútil en pequeños huertos solares. La intención es llegar a cubrir el 50% del espacio de las azoteas de edificios gubernamentales, el 40% del de escuelas y hospitales, el 30% en los espacios industriales y comerciales y el 20% en los hogares rurales.
Al proyecto piloto se sumaron en 2021 un total de 676 condados de todo el país, los cuales tendrán que presentar resultados a finales de 2023. Zhangqiu es uno de ellos. “No hemos hecho más que empezar”, bromea Zhou Cheng, director general de State Cloud, la empresa que coordina la instalación: lo dice mirando el mapa del distrito colgado de sus oficinas, ubicadas en lo alto de un rascacielos en la zona moderna de Jinan.
State Cloud es una compañía mixta público-privada china; para este proyecto, adjudicado mediante licitación pública, cuenta con capital de EnergyVision, una sociedad belga de inversiones verdes. La empresa china ha identificado unas 90 escuelas y 30 hospitales en el distrito. Una de las muchas tareas de Dong, el jefe de proyecto, es salir ahí fuera a hablar con autoridades locales y dueños de viviendas para convencerles de que instalar fotovoltaica en los tejados es una buena idea. Negocian un precio de alquiler para los próximos 20 o 25 años, mientras que la tarifa de venta de electricidad a la red se pacta mediante licitación con el Gobierno del distrito.
Shandong es una de las provincias donde mayor empuje ha tenido el programa y quizá la que mejor resume el tirón fotovoltaico del país. Como sucede con casi todo en China, para comprender su dimensión hay que pensar en otra escala. La región cuenta con una población de unos 100 millones de habitantes y es uno de los grandes polos de la industria pesada de la República Popular. Su capacidad de producción es inmensa. Fue la tercera provincia del país en términos de PIB en 2022 —1,2 billones de euros, ligeramente por debajo del de España—. Pero eso también supone que es una de las de mayor consumo energético (la tercera, según datos de 2019) y la provincia que “más ha contribuido a las emisiones nacionales de CO₂ durante las dos últimas décadas”, según un reciente estudio elaborado por varios académicos chinos. Ahora, Shandong encabeza las cifras de potencia solar instalada acumulada del país y, al menos hasta el tercer trimestre del 2022, era la segunda en nueva potencia instalada.
David Fishman, analista del sector energético chino de la consultora Lantau Group, con sede en Shanghái, explica que el modelo de despliegue fotovoltaico en China tiene mucho que ver con la gestión del espacio. En los lugares poco poblados e incluso desérticos del país y con gran número de horas de sol, como la región autónoma de Xinjiang, se pueden instalar plantas concentradas de energía fotovoltaica. Pero estos lugares remotos se encuentran a miles de kilómetros de los focos de consumo energético, como Shandong, y esto no sucede solo por la industria: la mayor parte de la población de China vive en el Este, donde las tierras son por lo general más llanas y fértiles. Shandong no tiene tantas horas de sol –unas 1.250 anuales– ni tanto espacio para instalar paneles. Pero la cercanía al lugar donde se consume la energía reduce los costes y las pérdidas derivadas del transporte, y vuelve el esquema más rentable. “En este modelo de las azoteas todo va sobre el espacio. Se trata de encontrar espacio porque no queda tierra para construir”, añade el analista. “En lugar de eso, tienes que negociar con la persona propietaria de la casa y le dices: ‘Me gustaría usar este tejado y te pagaré una cuota a cambio, o bien te vendo la energía con un descuento sobre tu tarifa actual”.
Fishman, que también se encuentra de visita del proyecto de la empresa State Cloud, calcula que una instalación como la de esta compañía en la escuela pública de Zhangqiu puede suponer unos ingresos brutos anuales de unos 133.000 yuanes (unos 18.226 euros) con un 6,5% de margen de beneficios. “Tal vez no tanto para una instalación, pero tienen 90 escuelas en el distrito para desarrollar”, dice. Él cree que 2023 será en China un año aún mejor que el 2022 en términos de fotovoltaica. En parte porque muchos de estos proyectos del programa suelen dejarse a menudo para el final: él espera que se acelere la instalación a medida que vaya acabando el año.
“El declive del sector energético tradicional es previsible y evidente”, afirma Zhou sentado en una larga mesa en la oficina. Zhou viste como un ejecutivo, elegante con un punto moderno. Por los ventanales se ven los rascacielos de la zona. Él tiene 35 años y formación y experiencia en el campo de las finanzas. Cree que en el fondo este no es un campo ajeno a la fotovoltaica, al contrario: las inversiones en este sector se mueven con márgenes diminutos, hay innumerables competidores, la financiación es buena parte de la clave. No le interesa invertir fuera, añade, sino atraer capital extranjero. Y prevé que en el medio plazo la compañía alcance “una mayor dimensión y calidad” y logre salir a bolsa. En China, asegura, hay suficiente mercado y demanda para que el sector siga creciendo.
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