Del ‘caso Rato’ al ‘caso Guindos’
Guindos no solo ninguneó la independencia del banco central capitaneado por MAFO, como pronto se supo. La violó
Por un momento, hágase rancho aparte de los avatares judiciales de Rodrigo Rato: su absolución por Bankia; su condena por las tarjetas black; el proceso pendiente sobre el origen de su patrimonio. El cuadro final delimitará con precisión su polémica imagen y su grado de credibilidad.
Mientras, el relato autoexonerador que nos ofrece en su Hasta aquí hemos llegado (Península, Barcelona, 2023) lleva tesis inquietantes: la conjura de sus excolegas de Gobierno, los excesos judiciales, la complicidad verduga de un periódico para victimizarle. El tiempo decantará eso. Y más.
Pero como protagonista y testigo (de parte), su libro reclama atención. Y contraste. Enhebra la tesis de que para evitar el rescate total de la UE a España, el Gobierno Rajoy optó por propugnar el mal menor de un rescate parcial: al sistema financiero. Y que para lograrlo hubo que explosionarlo previa e intencionadamente. Sus datos no parecen concluyentes sobre la contundencia y amplitud de ese propósito.
Pero detallan episodios irregulares que lo pespuntean. Casi todos —enumera una quincena larga— encabezados por su exsecretario de Estado, examigo y sucesor, Luis de Guindos. En parte figuran en la memoria de este que él denuncia, España amenazada (Península, 2016). Textos complementarios aunque opuestos, hay que hurgarlos en conjunto.
Y con el apoyo de otros, elegantes, como el del exgobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernánez Ordóñez (MAFO), Economistas políticos y otros animales (Península, 2016). O el del periodista Íñigo de Barrón (El hundimiento de la banca, Catarata, 2012) y del mismo con Aristóbulo de Juan y Francisco Uría (Anatomía de una crisis, Deusto 2103), cerca del hiato oficial.
Esa quincena de episodios es más relevante hoy, pues Guindos ejerce como vicepresidente del BCE, faro de la independencia de los bancos centrales. Y como su jefe específico de Estabilidad Financiera (la ausencia de turbulencias bancarias) cuando la crisis de entidades de EE UU y suizas la acechan. Alguien —debería ser obligación de Fráncfort— tendría que arbitrar si el relato de Rato es pues compatible con los deberes de Guindos.
Pues bien, Guindos no solo ninguneó la independencia del banco central capitaneado por MAFO, como pronto se supo. La violó. “Me dijo que lo quería echar” y “a finales de mayo” de 2012 “le comunicó su cese, pese a que el mandato del gobernador terminaba en julio”. ¿Es exacto?
¿Quién da más? Se sabía que la nacionalización de Bankia había sido precedida de dos reuniones entre Guindos, Rato y los tres grandes banqueros, Emilo Botín, Isidre Fainé y FG, el 4 y el 6 de mayo. Hubo otra previa, relata Rato, el 8 de abril, en la que el ministro le “preguntó directamente por la situación de Bankia”.
“Me sorprendió” que lo hiciera “delante de mis principales competidores y sin la presencia del Banco de España, que era el competente”, precisa. Luego inquirió al malhadado FG su opinión “y este dijo sin rodeos que era muy negativa” Y acabó “encargándole” que fijara “conmigo el nivel de provisiones que necesitábamos”.
No solo atentó contra la institucionalidad, sino que regaló a la competencia el control de una entidad aún independiente. ¿Es exacto? ¿Se resuelven de este modo las crisis? ¿Lo sabe Fráncfort?
Luego, el 6 de mayo “me pidió la dimisión”, como si tuviese la atribución para ello. “La nacionalización” fue “decidida” por Guindos “junto con los tres principales competidores”... que “resultaron ser los mayores beneficiarios de la fuga de depósitos”. ¿Se resolverán así en el futuro las fisuras de la estabilidad financiera europea, que depende del vice español del BCE?
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