La inflación frena su racha positiva y repunta al 5,8% en enero con el fin del descuento al combustible
La bajada del IVA de los alimentos básicos desde este mes ha sido insuficiente para contener el alza de los precios
Los precios frenaron en enero su racha positiva, con una ligera aceleración de la inflación al 5,8% respecto al mismo mes del año anterior, según el dato adelantado publicado este lunes por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Es una décima más que la contabilizada en diciembre. El cambio de año supone, por tanto, un viraje mínimo en la tendencia iniciada en julio, cuando se alcanzó el pico. Desde entonces, la inflación acumuló cinco meses desacelerando, y se ha dejado en el camino cinco puntos frente a los máximos de casi cuatro décadas que tocó en verano. Lo peor parece así haber quedado definitivamente atrás. Sin embargo, el regreso a tasas de inflación más normales muestra síntomas de fatiga, y la inflación subyacente, que excluye los precios de energía y alimentos frescos, no cesa en su escalada: en enero se colocó en el 7,5% (cinco décimas más), la más elevada desde 1986, si bien fuentes del Gobierno calculan que tocará techo “en el primer trimestre”.
Enero está siendo un mes particularmente complicado de analizar para los expertos que hacen previsiones, por las muchas fuerzas en conflicto tirando de los precios en un sentido y en el contrario. En el flanco tributario, el Gobierno suprimió los 20 céntimos de descuento por litro de combustible para los conductores particulares, lo que ha sido decisivo para que la inflación crezca de nuevo, pero a cambio eliminó hasta junio el IVA superreducido del 4% que se pagaba por alimentos básicos como el pan, la leche, el queso o los huevos, y rebajó del 10% al 5% el de la pasta y los aceites, una bonificación que ha contrarrestado parcialmente el alza de los carburantes.
Las cifras de hasta qué punto esa medida ha contribuido a detener la escalada de los alimentos, que llevan nueve meses encareciéndose a doble dígito, se conocerán en poco más de dos semanas, cuando el INE difunda un desglose más minucioso. Según los cálculos de Rafael Salas, catedrático de Economía adscrito al Instituto Complutense de Análisis Económico, el descuento a los comestibles ha podido restar a la inflación entre dos y cuatro décimas, mientras que el fin de la bonificación al combustible la aumentó entre seis y siete décimas.
La dicotomía también se aprecia en la evolución de los precios energéticos: las tarifas de la luz se han abaratado con fuerza gracias a las lluvias que han impulsado la hidroeléctrica, el viento que ha empujado la eólica, y las temperaturas suaves que han reducido la demanda de gas, llevándola a niveles de comienzos de 2021, pero lo que se paga en los surtidores por los carburantes se ha incrementado, no solo por el fin de la ayuda de 20 céntimos, sino por la propia dinámica de la gasolina y el diésel.
Este mes el INE ha consumado además cambios metodológicos para adaptarse a la reglamentación europea. El primero afecta a los precios de la electricidad y el gas, al incorporar a los clientes del mercado libre, sin consecuencias notables sobre el dato de este mes, según el INE. Y también se han modificado las ponderaciones de los componentes del índice, usando como fuente de cálculo principal la Contabilidad Nacional, en lugar de la Encuesta de Presupuestos Familiares. Como consecuencia de ello, ganan peso las categorías de medicina, transporte, ocio y cultura, y lo pierden vivienda, vestido, calzado y alimentos y bebidas no alcohólicas. Esta última partida es la principal preocupación del Gobierno, con subidas de la cesta de la compra superiores al 15% en los últimos tres meses, por lo que si cuenta menos —pasa de representar el 22,6% al 19,6%— puede favorecer un descenso de la inflación en las estadísticas.
Ángel Talavera, economista jefe para Europa de Oxford Economics, cree que el de enero ha sido un “mal dato”. Y aunque recuerda que aún falta conocer la estadística definitiva, señala que llega uno de los momentos más difíciles. “Parece claro que va a costar mucho más bajar la inflación a partir de ahora comparado con las grandes caídas de los últimos meses”, sostiene.
En cuanto a los mercados laborales, están resistiendo con fuerza tanto en España —279.000 ocupados más en 2022— como en la zona euro —el paro está en mínimos históricos del 6,5%—, lo cual favorece un mayor consumo. Pero los salarios no siguen el ritmo de la inflación, desincentivando así que se materialice el temido círculo vicioso de sueldos y precios.
En el ámbito internacional, la superposición de ventajas e inconvenientes es mucho más aguda. A favor de una menor inflación juegan cuestiones como la recuperación del euro frente al dólar en el mercado de divisas —el precio del gas y el petróleo está denominado en el billete verde, con lo que es más barato si el euro se fortalece, y ahora está en máximos de nueve meses—, el desplome de los fletes que ha vuelto el transporte marítimo mucho más económico, y la crisis inmobiliaria china, que reduce la demanda de materiales como el acero, el hierro y el aluminio, y con ello su precio en los mercados globales.
En contra, la reapertura de la economía del gigante asiático debería, sobre el papel, acelerar la demanda de petróleo, poniendo presión sobre su precio. Algo contra lo que las subidas de tipos del Banco Central Europeo para enfriar la demanda no son efectivas, como explica Ignacio de la Torre, economista jefe de Arcano Research. “Por más que subas tipos no vas a abrir más pozos de petróleo”, pone como ejemplo.
Otro factor que ha dejado de ser positivo en enero es el efecto base. En ese mes, el año pasado la inflación interanual fue inferior a la de diciembre, lo que vuelve más complicado que se modere. De la Torre explica así ese fenómeno estadístico. “Si el agua pasa de valer un euro a valer dos, la inflación es del 100%. Si al siguiente año se mantiene en dos euros, la inflación es del 0%”. Es decir, cuanto más ha subido algo, más complicado es que siga haciéndolo al mismo ritmo.
La inflación, aunque en enero permanece prácticamente estable, dista todavía de ser normal. España tiene la tasa más reducida la UE, pero suma 21 meses por encima del 2%, objetivo del Banco Central Europeo. Y no hay visos de que vaya a regresar a esos niveles este año: las previsiones de los expertos de CaixaBank Research estiman una inflación media del 4,2% en 2023 y del 2,6% en 2024. En su análisis, la entidad apunta al alza de los comestibles como principal culpable. “Si bien la moderación de los precios de la energía actúa presionando a la baja la inflación general, la mayor persistencia de una elevada inflación en los componentes no energéticos, en particular de los alimentos, mantendrá la inflación en cotas elevadas durante el 2023″.
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