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El Banco Mundial advierte del riesgo de recesión global ante la fragilidad económica

La entidad reduce el avance del PIB mundial para 2023 al 1,7% por la crisis inflacionista, la subida de tipos, la caída de la inversión y la invasión de Ucrania

El presidente del Banco Mundial (BM), David Malpass, y la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) Kristalina Georgieva
El presidente del Banco Mundial, David Malpass, en un acto junto a la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva.Lenin Nolly (EFE)
Álvaro Sánchez

La economía global es hoy una habitación regada de combustible: si nadie la toca, resistirá más o menos intacta, pero solo hace falta una cerilla encendida para desatar el incendio de la recesión. Así lo cree el Banco Mundial, que ha rebajado del 3% al 1,7% sus previsiones de crecimiento global para 2023, su ritmo más débil en casi tres décadas si se excluyen los periodos de recesión. A esas predicciones añade una importante llamada de atención: dadas las “frágiles condiciones económicas”, cualquier acontecimiento adverso, ya sea una inflación superior a la esperada, aumentos bruscos de los tipos de interés para contenerla, un resurgimiento de la pandemia de covid 19 o una escalada de las tensiones geopolíticas, podría ser esa llama que empujara a la economía mundial a la recesión.

Aun cuando esta no se produjese finalmente, los augurios de la entidad en el informe de perspectivas presentado este martes no son halagüeños. Revisan a la baja el crecimiento del 95% de las economías avanzadas y casi el 70% de las emergentes y en desarrollo. Para las primeras vaticina que el crecimiento desacelere del 2,5 % de 2022 al 0,5% en 2023, con los tres grandes bloques flaqueando.

En EE UU, donde el mercado laboral sigue muy fuerte —el paro es del 3,5%— pero las subidas de tipos por parte de la Reserva Federal están siendo especialmente agresivas, el crecimiento será de medio punto este año, es decir 1,9 puntos por debajo de la anterior previsión. Ese mismo recorte augura para la zona euro, la más damnificada por la guerra de Ucrania y la crisis energética, cuya economía en 2023 se quedaría estancada en un preocupante 0%. Distinto es el momento de China, que acaba de reabrir su economía y dejar atrás las duras restricciones para contener la expansión del virus, pero que tampoco se libra del varapalo. En medio de una explosión de contagios en el país, el Banco Mundial apunta que el gigante asiático crecerá un 4,3% este año, nueve décimas menos de lo esperado.

En la vertiente energética, el organismo aún detecta peligros para Europa, pese a que la semana pasada Alemania, el eslabón más débil en este ámbito, descartó que vaya a tener problemas de suministro este invierno. y a mediados de diciembre inauguró su primera terminal flotante de gas natural licuado. “Aunque la UE cumplió su objetivo de almacenamiento de gas natural antes de lo previsto para este invierno, es poco probable que suceda lo mismo el próximo invierno dado el corte de Nord Stream 1 y la falta de la infraestructura necesaria para diversificar el suministro. Incluso este invierno, temperaturas inusualmente bajas podrían obligar a una reducción acelerada de suministros, creando una situación en la que los países tendrían que comprar gas natural adicional a precios elevados o aplicar un racionamiento severo”.

La desaceleración simultánea de las tres grandes potencias ya fue adelantada por la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, el pasado 1 de enero, una muestra de que el pesimismo sobre la evolución de la actividad cunde entre los principales organismos. La ralentización se produciría en un momento de inflexión: lo peor de las consecuencias económicas de la pandemia quedó atrás, pero también se utilizó la artillería monetaria y fiscal más potente, lo que ha reducido el margen de actuación al elevar el endeudamiento público. El Banco Mundial recuerda que de producirse una recesión global, sería la primera vez en 80 años que se dan dos en una sola década.

Y si el escenario dista de ser el idóneo en los países con más músculo económico, peor se presenta para los de abajo. Como explica David Malpass, presidente del Banco Mundial, en el África subsahariana, donde reside aproximadamente el 60% de las personas que sufren pobreza extrema de todo el planeta, el aumento del ingreso per cápita será de solo el 1,2% en 2023 y 2024, lo cual puede hacer crecer las tasas de pobreza. “Los países emergentes y en desarrollo se enfrentan a un período de varios años de lento crecimiento impulsado por por la pesada carga de la deuda y la débil inversión a medida que el capital mundial es absorbido por las economías avanzadas, que se enfrentan a niveles extremadamente altos de deuda pública y tasas de interés en aumento. La debilidad en el crecimiento y la inversión empresarial agravará los ya devastadores retrocesos en educación, salud, pobreza, infraestructuras y cambio climático”, sostiene.

Un dato del organismo con sede en Washington sirve para mostrar ese lustro perdido para los países más vulnerables: para finales de 2024, los niveles del PIB en las economías emergentes y en desarrollo estarán aproximadamente un 6% por debajo de los niveles esperados antes de la pandemia. Entre los vientos en contra cita una demanda externa significativamente más débil agravada por una alta inflación, la depreciación de sus monedas en un entorno de fortaleza del dólar, y más dificultades para obtener financiación. La moderación de los precios que ya se está percibiendo en Europa y EE UU, donde su escalada parece haber tocado techo, no implica que la situación vaya a encauzarse pronto. “Aunque se espera que la inflación mundial se modere, se mantendrá por encima de los niveles previos a la pandemia”, afirma el banco.

Inversión débil

Ayhan Kose, director del Grupo de Perspectivas del Banco Mundial, señala a la debilidad de la inversión como una de las mayores inquietudes. “La inversión moderada es una preocupación seria porque está asociada con una productividad y un comercio débiles y frena las perspectivas económicas generales. Sin un crecimiento fuerte y sostenido de la inversión, es sencillamente imposible hacer un progreso significativo en el logro de objetivos más amplios relacionados con el desarrollo y el clima”.

A la hora de enfrentarse a las turbulencias, el tamaño también es un baremo relevante. En su informe, el banco pone el foco en la situación de 37 estados pequeños, con una población inferior a 1,5 millones de habitantes. “Estos estados sufrieron una recesión por la covid 19 más aguda, y un repunte mucho más débil que otras economías, en parte debido a las interrupciones prolongadas del turismo”, concluye. El texto hace dos llamamientos: a los estados pequeños les pide reforzar la resiliencia al cambio climático, fomentar la diversificación económica y mejorar la eficiencia del gobierno. Y anima a la comunidad internacional a ayudarles manteniendo el flujo de asistencia en dos materias clave: la adaptación al cambio climático y la sostenibilidad de la deuda.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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