EE UU resiste la pujanza china y acrecienta su dominio en la clasificación de las mayores empresas del mundo
16 de las 20 de las cotizadas más grandes por valor de mercado están radicadas en el país norteamericano, una más que hace un año. Solo una europea, la francesa LVMH, entra en una lista liderada un año más por Apple
Las empresas estadounidenses siguen sin tener quien les tosa. Solo cuatro de las 20 mayores compañías cotizadas del mundo por valor de mercado a cierre de 2022 no están radicadas en el gigante norteamericano: la petrolera saudí Aramco (segunda), la teleco y tecnológica china Tencent (undécima), el fabricante taiwanés de semiconductores TSMC (décimocuarto) y el conglomerado francés del lujo LVMH (décimoquinto y único representante europeo en el Olimpo empresarial mundial). En tiempos de acalorado debate sobre hasta qué punto China será capaz de rebatir la hegemonía económica estadounidense, Washington logra situar nada menos que 16 representantes en esa selecta clasificación, uno más que un año antes.
Si se amplía el foco, las cifras son igualmente apabullantes. 23 de las 30 firmas más valiosas del globo son estadounidenses, según los datos de Bloomberg. También lo son 60 de las 100. En ese centenar, la variedad de nacionalidades crece: China coloca 11 nombres, una buena cosecha pero casi seis veces inferior que la del país al que quiere disputar el cetro global; Francia y el Reino Unido suman cinco cada uno; la pequeña Suiza, tres; India, Países Bajos y Hong Kong, dos; y Alemania, Japón, Corea del Sur, Taiwán, Australia, Canadá, Dinamarca, Irlanda, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, una.
Las tecnológicas resisten
Como en años anteriores, el dominio estadounidense descansa en buena medida en la potencia de tiro de sus tecnológicas. Todo, pese al entorno particularmente adverso que vive este sector, tras el tremendo batacazo bursátil sufrido en 2022.
Apple pierde más de la cuarta parte de su valor en Bolsa, pero eso no le impide seguir liderando —holgadamente— la clasificación a una distancia considerable del gigante petrolero Aramco, que vive un momento particularmente dulce: con Rusia fuera de juego, el crudo saudí es más importante que nunca en el rompecabezas en el que se ha convertido el mercado energético mundial desde la invasión de Ucrania. A continuación —de nuevo, pese a su aciago ejercicio en el parqué— otras tres tecnológicas de la costa oeste de EE UU: Microsoft, Alphabet y Amazon.
Aunque especialmente fuerte en el caso de los colosos tecnológicos, la sacudida de los mercados valores es generalizada. 2022 ha sido el peor año para la renta variable desde 2008, el de la crisis financiera, y eso ha tenido incidencia en prácticamente todos los grandes nombres de la clasificación. En total, las 100 mayores cotizadas del mundo perdieron 7,2 billones de dólares (6,7 billones de euros) en solo 52 semanas.
El envés fueron la energía y la industria, de largo los sectores más resistentes. También de los pocos que sumaron nuevos nombres a la lista. Pese a encontrarse en el inicio de su ocaso, ante la necesaria descarbonización y el auge de combustibles alternativos, como el hidrógeno verde, el sector petrolero logra situar tres nombres muy reconocibles —la citada Aramco y las estadounidenses Exxon Mobbil y Chevron— entre las 20 mayores compañías del planeta por valor de mercado. La salida a Bolsa de la saudí a finales de 2019, solo unos meses antes de la pandemia, ha sido el último gran estreno los parqués mundiales: hoy no hay ningún candidato no cotizado cuya salida a Bolsa pudiera situarle en posiciones tan destacadas.
“La fuerte subida de los tipos de interés, la inflación, la guerra en Ucrania y los problemas en la cadena de suministro y la subida de precio de la energía han dejado su huella en las Bolsas globales”, explicaba en un reciente análisis Stefan Rösch-Rütsche, de la auditora y consultora EY. “Las tecnológicas, que habían ganado mucho valor durante la pandemia, están sufriendo ahora en un entorno económico mucho más desafiante”.
Europa, la otra cara de la moneda
Occidente encierra una doble realidad en lo que a poder empresarial se refiere: unos EE UU que no dan muestras de flaqueza y una Europa que ha perdido el lustre corporativo que en su día tuvo. El retroceso ha sido rápido: si antes de la crisis financiera casi la mitad (46) de las 100 mayores empresas del mundo estaban radicadas el Viejo Continente —Reino Unido incluido—, hoy solo son solo una quincena, ninguna de ellas española. En otras palabras: el peso europeo en la clasificación es cuatro veces menor que el estadoundiense.
La pujante Asia, con China a la cabeza, suma 19, cuatro más que Europa. India, que en los próximos meses se convertirá en la nación más poblada de la Tierra y que ya tiene varios magnates entre los más ricos del globo, solo suma dos: el gigante multisectorial Reliance Industries y el grupo Tata, otro coloso con tentáculos en el sector automotriz, las tecnologías de la información, la energía, el acero o la química.
A diferencia de sus pares estadounidenses y asiáticos, que entremezclan nombres de nuevo cuño con firmas tradicionales, las empresas europeas que se cuelan entre las mayores del mundo tienen un denominador común: la tradición. Algunas de las marcas más icónicas del grupo LVMH tienen más de un siglo de historia. La suiza Nestlé, vigésimotercera y segunda europea, fue fundada en 1866. Los orígenes de la farmacéutica danesa Novo Nordisk, tercera en liza, se remontan a los felices años veinte. Y los de la también farmacéutica Roche están en el cambio del siglo XIX al XX.
“Muchas compañías europeas están en medio de un profundo proceso de transformación en sus modelos de negocio, y solo unas pocas son jóvenes”, constata Rösch-Rütsche, de la firma de servicios profesionales EY. La fotografía, desgrana, es radicalmente distinta al otro lado del Atlántico: allí, a pesar de contar con una buena representación de firmas clásicas, las más pujantes han surgido en las últimas décadas. “Su situación financiera es significativamente mejor, no solo para las empresas jóvenes: mientras en Europa los mercados de capitales están altamente fragmentados, en EE UU hay una gama más amplia de fuentes de financiación baratas y flexibles”.
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