Puig cierra su fábrica de Barcelona y reordena su producción
El grupo perfumero traslada la producción a sus centros de Alcalá y Vacarisses, mientras que la mayor parte de los 400 afectados seguirán trabajando en Cataluña
El grupo perfumero Puig cerrará a finales del próximo año su histórica fábrica de fragancias del barrio del Bon Pastor, en Barcelona, en lo que supondrá una reordenación de su capacidad productiva en España. Repartirá la actividad fabril del histórico centro catalán entre sus instalaciones de Alcalá de Henares (Madrid) y Vacarisses (Barcelona).
La dirección de la compañía propietaria de marcas como Paco Rabanne o Carolina Herrera cerró la semana pasada un acuerdo de traslado de actividad con el comité de empresa para determinar cómo se reubican en torno al 30% de los cerca de 400 empleados que trabajan actualmente en la planta barcelonesa, los afectados por el traslado a Alcalá y Vacarisses. El resto seguirá con su empleo en un nuevo centro de innovación que el grupo está construyendo. Una mínima parte, que la empresa no cuantifica, serán prejubilaciones. Y quedan descartados los despidos.
La compañía argumenta que la clausura de la planta se explica por su antigüedad —está activa desde 1968— y por las dificultades que comportaba su renovación y ampliación, tal y como demandan las necesidades del grupo, que se ha visto inmerso en los últimos años en una intensa política de adquisiciones. Ese crecimiento obliga a aplicar una reconfiguración de los centros de producción españoles. Es por ello que la elaboración de fragancias se trasladará a Alcalá de Henares (abierta en 2004), mientras que el centro de Vacarisses, que data de 1995, verá como crece su actividad de la mano de productos dermatológicos y complementos de fragancias.
“Se asegura el pleno empleo”, asegura una portavoz de la empresa, que subraya que la operación se enmarca en la estrategia de crecimiento del grupo perfumero familiar y que solo en Barcelona se prevé un aumento de plantilla de 80 personas. Un 70% de la plantilla de las instalaciones de la calle de Potosí se trasladarán al nuevo edificio que Puig está construyendo en L’Hospitalet de Llobregat junto a su sede corporativa, donde se ubicará un centro de innovación. Ese inmueble, que se acabará de construir en marzo del próximo año, empezará a recibir personal de forma paulatina en los siguientes meses, después de recibir una inversión de 15 millones de euros. El resto de trabajadores se repartirán entre el centro madrileño y, sobre todo, tendrán como nuevo destino el vallesano, en el que está previsto crear un tercer turno de trabajo.
Empresa y comité de empresa llevaban semanas negociando un acuerdo para resolver el final de la fábrica de perfumes de Potosí y lo hacía ante un gran mutismo ante la incertidumbre que podía generar entre los empleados. La fábrica que se cierra está ubicada en uno de los escasos espacios pendientes de reforma urbanística de Barcelona, cerca de la orilla con el río Besòs.
Se trata de uno de los primeros movimientos fabriles de la compañía, que en los últimos años se ha entregado a la adquisición de marcas internacionales de fragancias de lujo y de cosmética, con una inversión de miles de millones de euros. Entre esas adquisiciones se encuentra la británica Charlotte Tillbury, por unos 900 millones. También ha pagado una cifra similar por la sueca Byredo, en un movimiento con el que ahonda su apuesta por el superlujo.
Tras una honda caída sufrida durante la pandemia, que le arrastró a las pérdidas, Puig logró el pasado año recuperarse y volver a los números negros, con un beneficio de 234 millones de euros tras asegurarse unas ventas récord de 2.585 millones de euros (un 68% más). El grupo acaba de estrenar un nuevo organigrama que fija en tres sus negocios: perfumería, cosmética y dermatología. Inicialmente, su objetivo era alcanzar los 4.500 millones de euros de facturación y acercarse a los gigantes del sector, L’Oreal y Estée Lauder.
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