¿Es rentable la banca española?
Una queja recurrente del sector sobre el nuevo y modesto impuesto que se le avecina estriba en que su rentabilidad no le da para afrontar su “coste de capital”
¿Son rentables los bancos españoles? La respuesta será relevante, no solo para los banqueros. Pues si no lo fueran, se abocarían a otra crisis. Y ya sabemos quién las soporta: tanto la de los bancos bancos (entre 1980 y entrado el siglo XXI) como la de las cajas (cuando la Gran Recesión 2008-2011).
Y porque si no lo fuesen, carecería de sentido aplicarles gravámenes adicionales. Una queja recurrente del sector sobre el nuevo y modesto impuesto que se le avecina estriba en que su rentabilidad no le da para afrontar su “coste de capital”.
A saber, el rendimiento mínimo que debe ofrecer una inversión (en realidad, un flujo inversor) a sus accionistas para que les merezca la pena afrontarla.
Hay varios baremos con los que calibrar si se alcanza o no esa rentabilidad: el ROA, el ROE, el ROI. El más socorrido es el ROE, o Return on Equity, retorno al capital, al accionista (¡ya es curioso el sesgo ideológico de un idioma en que ese mismo vocablo evoque la equidad!).
El ROE designa los beneficios netos que obtiene una empresa en relación con los recursos que necesita para ser rentable y, por tanto, atractiva para sus accionistas (presentes o futuros).
Pues bien, el tal ROE del sector alcanzó un cómodo 10,6% en 2008. Luego fue declinando. En 2020 llegó a un suelo de entre el 3,5% y el 4%, según las entidades. Y se quedaron con esa música como autodefensa como ariete contra nuevas exacciones.
Pero el recentísimo Informe de estabilidad financiera del Banco de España (16 de noviembre) pone las cosas en su sitio. Calcula que el rendimiento habrá sido, en la primera mitad de 2022, del 10,1%: “De esta forma, la rentabilidad de los bancos se ha situado por encima de su coste de capital, que en el primer semestre del año se estima en torno al 7%”.
Tan sustanciosa es la cifra como su deconstrucción: “Los aumentos del margen de intereses y de las comisiones [justamente la base imponible para la nueva tasa] fueron los principales determinantes de la buena evolución del beneficio observada en la primera mitad de 2022″, radiografía el informe.
Otra buena noticia para la banca, y por tanto para su capacidad de aportar más a la lucha contra los efectos de la inflación. Mientras el presidente del Consejo de Supervisión del BCE, Andrea Enria, alerta contra los gravámenes “sin tener en cuenta las provisiones” y fijándose solo en los ingresos, las causas para unas posibles provisiones no aparecen —de momento, crucemos los dedos— por ningún lado.
En efecto, las tasas de morosidad han capotado a zócalos insólitos. La del Santander, a un 2,58% (contra un 3,15% hace un año); la del BBVA, a un 3,9% (frente al anterior 4,09%); las de Caixabank y Sabadell, al 3%; la de Bankinter, al 2%. Y con la ventaja de no remunerar el pasivo a los depositantes. Mieles sobre hojuelas.
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