Alemania copa más de un tercio de las ayudas de Estado en la UE
“Usamos nuestra fortaleza económica para protegernos”, argumenta el ministro de Finanzas, Christian Lindner, para defender su gran plan de 200.000 millones
El plan de ayudas alemán de 200.000 millones para familias y empresas para combatir la crisis energética ha suscitado muchos recelos en varias capitales y en Bruselas. Su gran volumen ha atraído críticas, aunque Alemania siempre ha destacado como el país que más ayudas de Estado reparte entre sus empresas, en épocas de crisis y en tiempos de bonanza. A primera vista es lógico: es la mayor economía de la UE, representa un 25% del PIB comunitario. Sin embargo, las ayudas que reparte Berlín superan con creces ese porcentaje: el 36% de todas las repartidas en la Unión Europea en 2020, según los datos del departamento de Competencia de la Comisión Europea. Y si a eso se le suma el gran margen presupuestario que tiene por su holgada situación fiscal, el resto de capitales comienzan a arquear las cejas con desconfianza ante el riesgo de fragmentación del mercado único del que advertía el comisario de Mercado Interior, Thierry Breton, en una carta remitida a los ministros de Industria, adelantada por EL PAÍS.
El informe de ayudas de Estado de la UE correspondiente a 2020, el año del estallido de la pandemia, señala que ese año los Veintisiete gastaron algo más de 320.000 millones de euros en respaldar a sus empresas. Si se suma al Reino Unido, que formó parte de la UE hasta el 31 de enero de ese año, la cuenta llega a más de 384.000 millones. Ese volumen de ayudas es excepcional. Hace dos años se restringió la actividad económica para frenar el contagio del coronavirus y, para compensar, se inundó la economía de millones. Y, de hecho, de ese monto total, más de la mitad (182.640 millones) forman parte del respaldo extraordinario que se activó entonces y que llevó a la Comisión a relajar las normas de Competencia para facilitar la llegada rápida de ayudas.
La catarata de datos de ese informe no deja lugar a dudas: Alemania es el país de los Veintisiete que más ayudas dio, el 36% del total, y el 35% si solo se tienen en cuenta las de la covid-19. Si en lugar de usar los datos absolutos, se compara el volumen de ayudas con el PIB del país correspondiente, otros estados como Malta o Polonia, que rozaron el 5% del PIB, superan a Alemania, que estuvo en torno al 3,5%. Polonia, de hecho, también destaca entre los socios que más dinero suelen repartir en ayudas de Estado, algo que, como recuerdan fuentes diplomáticas, está muy relacionado con el marco legal que le facilita la transición hacia una economía de bajas emisiones, todo un reto en ese país, muy dependiente del carbón. Frente a estos, España apenas representó ese año el 5% de todas las ayudas de Estado repartidas en la UE y solo el 3% de las extraordinarias a las que empujó la pandemia.
La hegemonía alemana no se queda solo en lo sucedido en 2020, sino que viene de atrás. El mismo informe repasa todo el dinero repartido desde 2010: 1,38 billones (sumando al Reino Unido), de los que Berlín repartió el 31%. “Alemania trabaja mucho este campo en Bruselas. Se coordinan. Todos dicen lo mismo cuando visitan a comisarios y funcionarios: el Gobierno, los parlamentarios, los empresarios, los sindicatos... Son una máquina engrasada”, explica Joaquín Almunia, que fue Comisario de Competencia entre 2010 y 2014 y, por tanto, máximo responsable de vigilar que las ayudas de Estado se atengan a las normas comunitarias.
Margen fiscal
Almunia comprende que Berlín está en una situación complicada, con una crisis energética que le afecta especialmente y, por tanto, tiene que responder con todo lo que tiene a su alcance, entre otras cosas con ese amplio margen fiscal que le otorga tener una deuda pública del 68% del PIB, un listón bajo si se compara con España (115%) o Italia (152%). Aunque sí añade que los alemanes “tienen que ser más solidarios para que esa potencia que tienen no distorsione el mercado”. ¿Y eso qué significa? “Un segundo Fondo de Recuperación. El mercado te crea diferencias y esto puede acentuarlas. Hay que revisar la política de cohesión, no podemos seguir basándonos en construir autovías y polideportivos”.
Juan Delgado, director de la consultora de asuntos de Competencia Games Economics, subraya que el protagonismo germano al respaldar a sus empresas parte de su fuerza fiscal y también de la voluntad política. Si bien admite que durante la pandemia la relajación de normas que hubo ha permitido “que entren muchas cosas”. Y en este contexto, “Alemania ha aprovechado mucho este marco y con ayudas directas. España menos, con apoyo a la financiación, ayudas ICO y demás”.
La voluntad de la que habla Delgado quedó clara el lunes en Luxemburgo. El ministro alemán de Finanzas, Christian Lindner, ha expuesto ante sus homólogos de la zona euro los planes que presentó el jueves el Gobierno del que forma parte. “No estamos lanzando un paquete de estímulo económico. Alemania no está estimulando la demanda. No hacemos desarrollo empresarial. Estamos reduciendo los precios ruinosos, alcanzando su punto máximo [...]. Hemos proporcionado un volumen financiero muy importante hasta 2024, pero tiene el carácter de un paraguas de defensa. [...]. Usamos nuestra fortaleza económica para protegernos”, ha declarado a la entrada de la reunión del Eurogrupo.
Francia pide una respuesta conjunta
Frente a él, el francés Bruno Le Maire, también a su llegada a Luxemburgo, ha respondido con el ejemplo de lo que sucedió durante la crisis de la covid-19 cuando se le ha preguntado si cree que el plan alemán pone en riesgo el mercado único. “Quiero poner como ejemplo lo que ocurrió durante la crisis del coronavirus. No nos conformamos con dar una respuesta aquí o allá. Juntos, definamos una estrategia económica europea, incluida la emisión conjunta de deuda. Lo propongo, en vista de la crisis energética que va a durar, que es un motivo de preocupación para cada uno de nuestros conciudadanos europeos, que tienen dificultades para llegar a fin de mes, lo cual es una preocupación importante para todas nuestras empresas, para todas nuestras industrias, que están empezando a disminuir la producción: algunas pueden cerrar y algunas están considerando la posibilidad de trasladarse”.
No solo entre los más europeístas ha despertado suspicacias el gran plan alemán, también los euroescépticos han aprovechado el movimiento. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, ha declarado que “fue una bomba cuando Alemania anunció que estaba en condiciones de ayudar a sus propias empresas con cientos de millones de euros”. Orbán ha llegado a hablar de “canibalismo”, en referencia a una posible fragmentación del mercado único.
“Lo que Alemania está diciendo a otros países es que no les importa ayudar a limpiar el desastre dejado por una crisis energética en que tiene un papel destacado”, ha escrito Wolfgang Munchau, director de Eurointelligence. “Para evitar una gran fractura en la UE, Scholz y su gabinete tienen tres opciones: dar un giro de 180 grados y eliminar el plan por completo; hacerlo muy restrictivo para impulsar una reducción sustancial de la demanda; o acordar una propuesta fiscal común que permita a otros Estados miembros ofrecer niveles de ayuda similares”. Una idea, esta última, que enlaza mucho con el planteamiento del artículo que publican en EL PAÍS los comisarios Thierry Breton y Paolo Gentiloni.
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