La ola de calor reduce las producciones agrarias claves y eleva aún más los costes
Olivar, viñedo, cereal, girasol, avicultura o leche, entre los sectores más afectados
Tras los incrementos de los costes de producción derivados de la invasión de Ucrania, el sector agrario afronta ahora el golpe de la meteorología. Las fuertes olas de calor registradas en las últimas semanas están afectando directa y muy negativamente al conjunto del sector, con una reducción de las producciones más importantes y encareciendo los costes de producción. Algunas cabañas ganaderas intensivas como las de avicultura o porcino se han visto obligadas a utilizar la energía para refrescar la naves y evitar muertes por asfixia. A su vez, cuando lo permiten los recursos, se ha incrementado el gasto por el uso del riego en la agricultura.
En los cereales de invierno, especialmente trigo, cebada, avena, centeno y triticale, a escasas fechas para la finalización de la recolección, se han ido confirmando las previsiones negativas con una cosecha de menos de 15 millones de toneladas por la ola de calor (en la temporada anterior fue de 21 millones) y dudas sobre la cosecha de maíz en los próximos meses por las disponibilidades de agua. La producción total se estima en poco más de 18 millones de toneladas, frente a los más de 24 millones del pasado año, según las Cooperativas Agroalimentarias.
El girasol, a la vista de los precios al alza de los mercados exteriores por la invasión de Ucrania y las medidas adoptadas por Bruselas para ofrecer nuevas posibilidades de cultivo en tierras que, en principio estaban destinadas a barbecho o para rotaciones de cultivos, vio incrementarse su superficie desde poco más de 700.000 a unas 900.000 hectáreas, pero la falta de lluvia, sumada a los fuertes calores, han afectado muy negativamente a los resultados.
Los primeros datos en la recolección iniciada en la provincia de Cádiz, señala Pedro Gallado agricultor y vicepresidente del Grupo de Oleaginosas del Copa Cogeca en Bruselas, han ofrecido una producción de solo 1.050 kilos por hectárea frente a medias de años precedentes de 2.000 kilos. Ello supone que seguirá la dependencia exterior para atender las necesidades del consumo interno. Gallardo estima que con las nuevas reglas de juego de Bruselas para aumentar las superficies de cultivo se han utilizado muchas tierras que no estaban preparadas para ello, lo cual podría desembocar en unos rendimientos medios de solo unos 700 kilos por hectárea.
En el vino, la situación provocada por la ola de calor se califica como muy negativa, si bien no se pierde la esperanza de que un cambio en las temperaturas y lluvias en agosto y hasta en septiembre puedan dar un giro a la situación actual. En la reciente reunión celebrada entre el sector y Agricultura nadie se atrevió a dar cifras. En principio, las previsiones apuntan a una cosecha de entre un 15% y un 20% por debajo de unas cosechas medias que se podrían situar en unos 42 millones de hectolitros.
Un dato ya cierto es que los calores han reducido el tamaño de las uvas por lo que, si no hay un cambio total de la situación, habrá unos menores rendimientos en una producción con grado y de buena calidad, ya que por las condiciones climatológicas no han existido enfermedades en las plantas. La ola de calor se prevé que adelante una quincena el inicio de la vendimia, dejando atrás las fechas históricas del Pilar en octubre y más cercanas en septiembre.
En zonas como el Duero, José Manuel Pérez Ovejas, enólogo y nuevo bodeguero con Dominio de Calogía, destaca la excepcionalidad de la ola de calor de este año, con escasas diferencias entre el día y la noche, cuando habitualmente la bajada de temperatura nocturna favorecía el desarrollo de las plantas. Frente a esta situación, entiende que es fundamental el manejo que se haga de las viñas, como cuidar el aclareo para dejar los racimos justos para su desarrollo, y mantener un follaje en la planta que permita la protección de los rayos para evitar la falta de acidez. También estima importante elegir adecuadamente la fecha de la vendimia.
En Castilla la Mancha, Alejandro García Gasco, responsable del sector en UPA, teme que la ola de calor dé lugar a una maduración rara con un vino con falta de acidez. En su opinión ante fenómenos como el actual, se debería apostar por las varietales más propias de la tierra frente a otras importadas que están ganando peso, habituales en países con un clima diferente, más fresco. No obstante, señala en positivo el papel que puede jugar el hecho de que haya un 40% de la superficie con alguna posibilidad de utilizar sistemas de riego, aunque aumente los costes.
Problemas para el olivar
En el olivar, la floración de primavera hacía presagiar un buen año, pero no ha sido así. Las elevadas temperaturas se han sumado a la falta de agua para riegos, lo que se teme reduzca la cosecha en una media de un 15% a un 20% sobre la ya baja cosecha anterior, de solo 1,5 millones de toneladas. Sobre una superficie de 2,7 millones de hectáreas de las que un 93% son para oliva de almazara, unas 900.000 disponen de diferentes sistemas de riego, aunque se temen igualmente dificultades para disponer de recursos suficientes. Agustín Rodríguez, olivarero de Baeza y presidente de la Asociación de Regantes Areda, califica como peligrosa la situación de estrés que están sufriendo las plantas, con mucha aceituna ya en el suelo que se suma a la que se mantiene en el árbol, de muy escaso tamaño. ”Se han quedado minúsculas y redondas, ya no van a desarrollar, no van a dar aceite”.
En estas circunstancias, en el olivar inquieta que con una cosecha a la baja, consecuencia de una caída de la demanda en los hogares por la crisis, los precios del aceite de oliva, en lugar de subir o estabilizarse, sufran reducciones.
En el caso de las frutas, los efectos de la ola de calor, en líneas generales, no han sido graves según los datos de la Federación de la Productores. Preocupa sin embargo que los efectos sobre los árboles se puedan reflejar en el próximo ejercicio. No obstante, señala Lorenzo Ramos, secretario general de UPA y fruticultor en Extremadura, los frutos en la ciruela se han quedado muy pequeños, con menores rendimientos.
En la ganadería, al margen de los problemas de los suministros de agua para las explotaciones extensivas en el campo, especialmente en la mitad sur, las olas de calor están suponiendo más problemas de costes, menos rendimientos y más mortalidad para las intensivas.
En el caso de la leche de vacuno, para Román Santalla, de Unions Agrarias, las olas de calor han provocado una reducción en los rendimientos de las cabañas lecheras en una media del 12%, llegando incluso hasta el 30%. Consecuencia de los fuertes calores, en las explotaciones intensivas, especialmente en la avicultura o en el porcino, los granjeros se han visto obligados además a utilizar todo los medios posibles para refrescar las instalaciones gastando energía, sumando así otro incremento de costes. Aún así, señala Santalla, en muchas granjas avícolas miles de animales han muerto por el calor.
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