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Las compañías cotizadas tiran de autocartera para intentar frenar su caída en Bolsa

Las empresas del Ibex 35 acumulan ya acciones propias por valor de 7.465 millones de euros

Panel con las cotizaciones en la Bolsa de Madrid.
Panel con las cotizaciones en la Bolsa de Madrid.Eduardo Parra (Europa Press)
David Fernández

Los mercados han entrado en las últimas sesiones en caída libre. Los malos datos de inflación meten más presión a los bancos centrales. Y un endurecimiento más brusco del previsto de las condiciones monetarias puede hacer que la economía mundial descarrile, sobre todo después de una década enganchada al maná de la liquidez en forma de tipos de interés negativos. En este contexto de nerviosismo y volatilidad, son numerosas las compañías españolas cotizadas que están comunicando a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) movimientos, principalmente de compra, con acciones propias.

“El manejo de la autocartera es una forma de tratar de sostener el precio de los títulos en momentos en los que hay fuertes órdenes de venta en el mercado como es el caso actual de los mercados”, explica Sergio Ávila, analista de IG. “La recompra puede ayudar a mejorar la confianza de la empresa ante el público, ya que así demostraría tener suficientes fondos para pagar a los inversores. No obstante, también se puede transmitir la impresión de que la empresa no prevé un crecimiento potencial potente”, añade Ávila.

Las grandes compañías españolas cotizadas, aquellas incluidas en el Ibex 35, acumulan actualmente acciones propias por valor de 7.465 millones de euros. Desde junio, hasta 11 grupos han comunicado al supervisor bursátil incrementos de su autocartera. El que más había engordado su hucha era el BBVA, pasando del 1,91% de diciembre al 7,184% a principios de junio. “El incremento de la posición total se explica por la variación debido al programa de recompra de acciones”, explican fuentes del banco. De hecho, el grupo presidido por Carlos Torres ya ha amortizado parte de las acciones recompradas y su contador se ha quedado en el 3,4%.

También han incrementado de forma notable su autocartera Acerinox (pasa del 0,4% al 3,14%), Cie Automotive (del 0,01% al 2,05%) o Laboratorios Rovi (del 2,11% al 4,79%). “Creo que el aumento de las operaciones de autocartera transmite la idea de que muchas compañías no tienen claro qué viene por delante, descuentan problemas para encontrar inversiones rentables para crecer y deciden usar esos recursos en ellos mismos”, apunta Javier Molina, portavoz en España de eToro. En opinión de este experto, el manejo de títulos propios es típico de situaciones económicas de fuerte desaceleración. “Los últimos datos de inflación constatan que ésta aún no ha tocado techo y el mercado está descontando un incremento violento de los tipos de interés. En este contexto, la confianza de los consumidores se ha deteriorado y anticipa un entorno próximo a la recesión”, agrega Molina.

Dentro del Ibex 35 solo tres compañías (Aena, Enagás y Solaria) tienen el contador de autocartera a cero. La empresa que más acciones propias acumula es ACS, con el 7,99% del capital. En segundo lugar, se sitúa el BBVA, con el 7,184% y Rovi ocupa la tercera posición (4,79%). Otras grandes cotizadas en el mercado nacional tienen posiciones más modestas: Banco Santander mantiene el 1,51%, Endesa el 0,138%, Iberdrola el 2,362%, Repsol el 2,352% y Telefónica el 0,18%.

Una navaja suiza

La autocartera ha sido usada tradicionalmente como una navaja suiza. Es decir, tiene múltiples usos. En los momentos bajistas de la cotización puede servir para estabilizar los precios. En el caso de los valores más pequeños, las compañías firman contratos con brókers ―que se tienen que comunicar al mercado― para que puedan dar liquidez a las acciones y evitar situaciones de extrema volatilidad cuando la demanda no casa con la oferta. Las acciones propias también son un instrumento de remuneración al accionista, bien repartiéndolas, bien amortizándolas (al quitarlas de circulación el beneficio por acción aumenta). También son una herramienta utilizada para cumplir con los planes de retribución (stock options) comprometidos con consejeros y altos directivos. Por último, en algunos casos, la autocartera se puede usar para dificultar opas no deseadas.

“La autocartera se está utilizando bastante este año para recompras (buy-backs) como remuneración al accionista (fiscalmente más eficiente que el pago en efectivo) y para atender los planes de acciones para empleados y directivos, además de operaciones de cuidado de valor o market making”, señala Juan M. Prieto, responsable del proxy advisor (firma que asesora sobre el sentido de los inversores institucionales en las juntas de accionistas). En 2009, tras un cambio en la Ley de Sociedades Anónimas, el número máximo de acciones que una compañía cotizada puede tener en autocartera pasó del 5% al 10% del capital (en las no cotizadas es el 20%). Otro cambio que se introdujo entonces fue la ampliación hasta los cinco años, del periodo de duración de la autorización que la junta da a los administradores para la compra de acciones propias, que antes estaba establecido en un máximo de 18 meses. “Cuando en el orden del día el consejo pide renovar el mandado de compra de títulos propios, aconsejamos a nuestros clientes que voten que sí siempre que el margen de compra o de venta no supere en un 10% la cotización en el mercado de las acciones. Por encima de esa prima hay riesgo de distorsionar los precios”, argumenta Priego.

El uso de la autocartera está tipificado en la legislación, así como la transparencia y publicidad que deben acompañar a los programas de recompra que lanzan las compañías. Sin embargo, los múltiples usos de este instrumento a veces dan lugar a posibles situaciones de manipulación del mercado. Un estudio publicado por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) en su boletín a finales de 2019 reconocía que este riesgo de uso fraudulento era elevado. “Las operaciones discrecionales de autocartera fuera de un puesto seguro en el caso español son numerosas”, reconocían las autoras del trabajo, Maribel Sáez y María Gutiérrez, profesoras de la Universidad Autónoma y la Carlos III, respectivamente.

Cuando estas expertas hablan de un puerto seguro o safe harbour, se refieren a compraventas de acciones propias que no son sospechosas de manipulación de mercado, al estar contempladas por la legislación, y que se pueden resumir en dos: operaciones dentro de un programa de recompra de títulos con el propósito de amortización, remuneración o pago en adquisiciones; y los contratos con un bróker para dar liquidez a la cotización. Este riesgo de fraude no es compartido por Sergio Ávila: “Las empresas tienen que informar de la cantidad de dinero que van a utilizar para la recompra de acciones propias, por lo que el mercado tiende a descontar cuándo pueden subir las acciones con ese dinero. Más que una manipulación es una manera de sostener la cotización y dar credibilidad a la empresa”.

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Sobre la firma

David Fernández
Es el jefe de sección de Negocios. Es licenciado en Ciencias de la Información y tiene un máster en periodismo por EL PAÍS-UAM. Inició su carrera en Cinco Días y desde 2006 trabaja en EL PAÍS, donde se ha especializado en temas financieros. Ha ganado los premios de periodismo económico de la CNMV, Citigroup, Aecoc y APD.

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