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Javier Oliván, el español que susurra al oído de Mark Zuckerberg

El nuevo ‘número dos’ de Facebook es un ingeniero amante del surf y del café que estudió en EE UU gracias a una beca

Álvaro Sánchez
Javier Oliván.
Javier Oliván.

Un ingeniero aragonés al borde de la treintena se convirtió hace 15 años en el primer empleado extranjero de una start-up californiana que crecía a toda velocidad. Estaba siendo contratado por Facebook, por entonces un nombre prometedor del ecosistema tecnológico de Silicon Valley. Javier Oliván (44 años), nacido en Sabiñánigo (Huesca), una localidad de 9.000 habitantes cuyo lema es “Puerta del Pirineo”, había cruzado el océano para estudiar un máster de administración de empresas en la Universidad de Stanford con una beca de la Fundación Rafael del Pino. Y allí estaba, con los ojos bien abiertos y ganas de emprender, cuando observó que en su clase todo el mundo empezaba a utilizar una red social para universitarios creada en Harvard por un tal Mark Zuckerberg.

Él se propuso hacer lo mismo para el público español junto a un par de compañeros y nació Nosuni. El proyecto fracasó. En España triunfó Tuenti —durante un tiempo—, y Facebook cobró vida más allá de las aulas. Pero el azar quiso que Oliván conociera a Zuckerberg. “Le dije que tenía que internacionalizar la plataforma y traducirla a todos los idiomas”, contó hace cuatro años sobre ese encuentro en una charla sobre liderazgo digital. Dicho y hecho. Zuckerberg le confió esa tarea y Facebook, ahora sí una plataforma que hablaba el idioma de sus usuarios, voló mucho más allá de los países anglosajones y se filtró veloz e imparable hacia los hogares de todo el mundo.

Desde aquel lejano 2007 en que Oliván se incorporó a la compañía, su puesto ha llamado puntualmente la atención mediática, aunque ha cultivado un perfil bajo que contrastaba con unas responsabilidades crecientes. “En España no existo”, comentaba a veces a sus amistades. Sin embargo, su ascenso hasta la vicepresidencia, primero de Crecimiento y luego de Producto, no pasó desapercibido para el Gobierno español. El presidente, Pedro Sánchez, lo citó en La Moncloa hace dos meses y medio para hablar sobre las inversiones que Facebook planea acometer en España. Oliván era algo así como “el español de Facebook”. El miércoles, con su nombramiento como director de Operaciones sustituyendo a la poderosa Sheryl Sandberg, ha dado un salto cualitativo. El nuevo cargo lo sitúa como la mano derecha de Zuckerberg, y, por tanto, como el número dos de la multinacional dueña también de WhatsApp e Instagram, que el año pasado facturó más de 100.000 millones de euros y acumula una influencia social y política casi imposible de medir.

Padre de dos hijos y casado con una alemana a la que conoció durante su etapa como estudiante Erasmus en Múnich, la ciudad en la que celebraron su boda, Oliván habla cinco idiomas —inglés, francés, alemán y japonés, además del español—, y según explica por teléfono una persona de su entorno, es un gran amante del café y aficionado al surf, deporte en el que se inició lejos de las costas, en un río artificial de la ciudad germana. Al asentarse en California, las olas a las que se enfrenta son ahora muy reales. “Se lleva a Mark [Zuckerberg] a surfear. Es el surfero del equipo. Dice que es el deporte más completo porque utilizas piernas y brazos”, explica su amigo, que destaca de él su inteligencia, su autenticidad y su humildad. “Es un tío que haciendo lo que hace y estando donde está, no se le ha subido a la cabeza”.

En el mensaje de agradecimiento que Oliván publicó el miércoles en Facebook para despedir a su antecesora y dar algunas pistas sobre su nueva labor, el ejecutivo oscense dejó entrever que aspira a mantener parte de esa discreción que le ha permitido trabajar con éxito en la sombra como hombre de confianza de Zuckerberg. “Aunque tendré el mismo cargo, mi papel será diferente [...]. Con algunas excepciones, no tendrá la misma presencia pública, dado que tenemos otros líderes en Meta que hacen ese trabajo”, explicó. Su menor exposición ha llamado la atención de medios financieros estadounidenses como la CNBC, que al bucear en sus redes se han encontrado con una enorme diferencia: mientras Sandberg, la mujer que ocupaba el puesto antes que él, cuenta con casi un millón de seguidores en Instagram, Oliván tiene una cuenta privada con solo 17 seguidores.

En el citado diálogo sobre liderazgo digital que mantuvo con el emprendedor español Bernardo Hernández en la Fundación Rafael del Pino, Oliván hizo gala de un estilo directivo basado en la confianza hacia su equipo por encima del ego personal. “Uno contrata gente inteligente no para decirles lo que tienen que hacer, sino para que te digan lo que tienes que hacer”. E incluso llega a decir que en un universo paralelo, no sería para él descabellado que los puestos se invirtieran y fuera él quien trabajara para ellos. “Son auténticos expertos en su campo”.

De la cultura estadounidense ha absorbido sobre todo la idea de salir de la zona de confort. Una de sus frases favoritas, aprendida en Stanford de un profesor, dice que “no corriendo un riesgo estás corriendo un riesgo más grande”. Y le atrae el modo en que los norteamericanos conciben el emprendimiento. “En Estados Unidos, la cultura de tomar riesgos calculados está muy bien vista, aunque una buena idea bien ejecutada acabe fallando por factores externos”. Es lo que cree que le sucedió a su fallida red social, pues lo que entonces parecía una derrota, luego le sirvió de trampolín para saltar a Facebook.

Javier Oliván, en la sede californiana de Facebook, poco después de su incorporación a la empresa.
Javier Oliván, en la sede californiana de Facebook, poco después de su incorporación a la empresa.L. R.

Oliván también admite que la meritocracia no es siempre la clave del éxito. “Mucha gente mira hacia atrás y atribuye más éxito del que realmente se merece a su propia inteligencia, cuando suerte es estar en el sitio apropiado en el momento apropiado”, opina. Su caso es un claro ejemplo. Es consciente de que estudiar en Stanford le cambió la vida. Y que sin la beca de la Fundación Rafael del Pino que recibió para ello, hubiera tenido que buscar trabajo para devolver la deuda que habría contraído para pagar el máster, lo que tal vez hubiera llevado su carrera por otros derroteros.

Eso sí, otra de las frases que le gusta repetir entre risas, de su primo, alude a una cultura del esfuerzo sin la cual se deja poco margen a la fortuna: “No entiendo por qué, pero cuanto más estudio más suerte tengo en los exámenes”. Y Oliván dio los pasos adecuados para que la suerte le sonriera. Culminó sus estudios de ingeniería eléctrica e industrial en la Universidad de Navarra con nota cum laude y recibió el primer y segundo premio a la excelencia académica. Y antes de su desembarco en Facebook, trabajó en el sector de la telefonía móvil durante cinco años, sobre todo en Alemania con la empresa Siemens Mobile, donde estuvo en dos etapas, con una experiencia en medio de un año en Japón con la operadora NTT DoCoMo.

Las renuncias han sido muchas. En una entrevista en Radio Huesca en 2012, cuando ya llevaba un lustro en Facebook, su padre, Florián, comentaba que apenas podían ver a su hijo una vez al año. Y cuando llegaba a casa le era imposible desconectar del ordenador y el teléfono, por lo que los buenos días y las buenas noches se las daban con él sentado siempre frente al portátil. Ese año fue especialmente frenético: Facebook salió a Bolsa valorada en 82.000 millones de euros, y las acciones de Oliván le hicieron millonario.

Hoy la firma, pese a vivir un año desastroso en los mercados bursátiles, vale cinco veces más que cuando saltó al parqué. Y Javier Oliván, el español nacido a las puertas de los Pirineos, asume la tarea más importante de su vida: susurrar a Mark Zuckerberg las palabras correctas para enderezar el rumbo de la red social. “En esos puestos, si eres demasiado peleón mueres en el intento, y si no lo eres no logras resultados, debes tener un equilibrio entre tus habilidades políticas y ejecutivas”, dice otro español que ha pasado por tecnológicas de Silicon Valley. Oliván está acostumbrado a permanecer en pie sobre la tabla, pero seguramente nunca se ha enfrentado a una ola así.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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