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Siemens Energy ofrece más de 4.000 millones para hacerse con el control total de su filial española Gamesa

El gigante alemán pagará 18,05 euros por cada acción del fabricante de aerogeneradores con el objetivo de sacarlo de Bolsa y cortar de raíz su crisis de resultados

Ignacio Fariza
Logotipo de Siemens Gamesa en la entrada de su sede en Zamudio, cerca de Bilbao.
Logotipo de Siemens Gamesa en la entrada de su sede en Zamudio, cerca de Bilbao.reuters

Las empresas quieren hacerse con el 100% de sus filiales —si es que no lo tienen ya— por dos motivos: porque el negocio va muy bien y no desean compartir los dividendos con otros socios minoritarios o porque la actividad flaquea y quieren dar un giro de timón sin ruido ni injerencias externas. El movimiento anunciado este sábado por la noche por Siemens Energy —propiedad en un 40% del gigante Siemens— se enmarca en el segundo grupo. La compañía alemana ha lanzado una oferta pública de adquisición (OPA) en efectivo sobre el 32,9% de las acciones de la española Siemens Gamesa que aún no posee y sacarla, así, de Bolsa. Pagará algo más de 4.000 millones de euros para hacerse con todo el capital, con lo que Siemens Gamesa quedaría valorada en algo más de 12.200 millones.

La rama energética del grupo alemán Siemens ofrecerá 18,05 euros por cada acción de Gamesa que aún no posee, casi un 28% más de lo que valían el martes, justo antes de que la empresa diese a conocer su hoja de ruta preliminar. La prima, sin embargo, es mucho menor (de apenas un 8%) si se compara con el cierre del viernes. Pese al estirón de las últimas jornadas, el fabricante español de aerogeneradores vale un 20% menos que a principios de año. Y queda, también, notablemente por debajo de su valor en febrero de 2020, semanas antes de la explosión del coronavirus, cuando Siemens Energy abonó 20 euros por cada acción en manos de Iberdrola (que tenía el 8% del capital).

Problemas financieros

A pesar de su envidiable posición de mercado —está entre los mayores fabricantes de turbinas eólicas del mundo—, Siemens Gamesa atraviesa uno de los periodos más convulsos de su historia: justo cuando más debería estar beneficiándose del auge global de las energías renovables, más debilidad exhibe en su cuenta de resultados. Detrás de esta tendencia están el encarecimiento de varios metales clave, las tensiones desatadas en las cadenas de suministro y los problemas en el lanzamiento de su nueva plataforma 5.X han provocado varios recortes significativos de previsiones. Hasta hace bien poco, la mayoría de contratos de venta firmados por la española no incluían cláusulas de revisión del precio si los materiales disparaban su precio o si surgía cualquier inconveniente durante el proceso de ensamblaje: el riesgo recaía íntegramente sobre sus hombros.

Hace poco más de dos semanas, la empresa con sede en Zamudio (Bizkaia) anunció unas pérdidas de 780 millones de euros en su primer semestre fiscal, frente a los números rojos de 54 millones del mismo periodo del año anterior. Tres meses antes, en febrero, la empresa había acometido su segunda remodelación de calado en el equipo directivo: Jochen Eickholt —un histórico de Siemens— sustituyó a Andreas Nauen, que llevaba apenas un año y medio como consejero delegado.

“Con la energía eólica como motor clave de la transición energética global, la oferta de productos y servicios de Siemens Gamesa constituye una parte esencial de nuestra estrategia a largo plazo”, se lee en el comunicado en el que Siemens Energy ha concretado y puesto cifras a un movimiento que los inversores descontaban desde hace días. “No obstante, sus problemas financieros recientes, derivados de las dificultades operativas y el contexto del sector, que se han visto reflejados en múltiples profit warnings [rebajas respecto a las previsiones iniciales de resultados], incrementan la necesidad de actuar”.

Sinergias de 300 millones

La filial energética del conglomerado multisectorial alemán enfatiza que la integración “apoyará los esfuerzos de la dirección para resolver los retos actuales” de Gamesa, “contribuyendo a implementar las medidas necesarias para estabilizar el negocio y aflorar todo su potencial”. Y considera, también, que la española se “beneficiará” de una “mayor involucración” de Siemens Energy “en la operativa diaria”, así como de “su experiencia en transformaciones, especialmente en ámbitos como la producción, la cadena de suministro y la gestión de proyectos y clientes”. Tras su plena integración —aún falta el visto bueno de los actuales dueños del 32,9% de Siemens Gamesa—, el grupo combinado se beneficiará, según sus cálculos, de sinergias de alrededor de 300 millones de euros anuales en un plazo de tres años.

El rumor de una OPA de exclusión de la germana sobre su participada llevaba meses flotando en el ambiente, pero siempre había sido desmentido. Hasta el miércoles, cuando Siemens Energy reconoció sus planes en un escueto comunicado. Este sábado va un paso más allá en su explicación: “La integración de Gamesa representa un paso importante en nuestra hoja de ruta estratégica con el objetivo de liderar la transición energética. (...) La transacción llega en un momento de grandes cambios que afectan al sector energético a nivel global. Nuestra convicción es que los actuales acontecimientos geopolíticos no deben suponer un paso atrás en la transición energética. Acelerar el crecimiento de las renovables jugará un papel clave en este camino. Unificar fuerzas beneficiará a ambas compañías y a todos sus grupos de interés”, ha afirmado el consejero delegado de Siemens Energy, Christian Bruch.

Siemens Gamesa nació en 2017 como resultado de la fusión de Gamesa con la división eólica de Siemens. Entonces, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) eximió al grupo alemán de la presentación de una OPA: el objetivo declarado de la alemana era meramente industrial que tenía la operación. En 2020, la multinacional germana elevó su participación al 67% tras comprar a Iberdrola su participación por casi 1.100 millones de euros.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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