Déficits gemelos
Siempre hay que ser muy prudentes con las finanzas públicas, pero en una crisis de materias primas con altísima deuda pública, mucho más
Por convención contable, el déficit exterior de un país es igual a la diferencia entre la inversión y el ahorro agregado. Y el ahorro, a su vez, se puede dividir en ahorro privado y ahorro público. Por lo tanto, manteniendo lo demás constante, un aumento del déficit público empeora el déficit exterior. Esto siempre es así, pero tras la estanflación de los setenta, los bancos centrales tuvieron que subir con fuerza los tipos y se produjeron varias crisis de deuda. La de materias primas actual está teniendo el mismo efecto. Los países productores tienen un fuerte aumento de su superávit exterior y los consumidores, como España, tienen un déficit.
En enero y febrero de este año, el déficit comercial de bienes en el exterior en España fue de 10.775 millones de euros. En esos mismos meses de 2020, antes de comenzar la pandemia, el déficit fue 5.625 millones. La crisis de Ucrania ha agravado el problema y el déficit seguirá aumentando en los próximos meses. En esta ocasión, España parte de un superávit exterior en la última década, y está dentro del euro con un banco central creíble.
No obstante, nuestra deuda externa neta, aunque ha disminuido desde el 100% de 2010, sigue estando próxima al 80% del PIB y es una de las más elevadas del mundo. En 2010 el principal problema fue la deuda privada, en esta ocasión es la pública. Hasta ahora, el principal financiador de la deuda externa ha sido el Banco Central Europeo, pero acaba de anunciar que dejará de comprar deuda a los países en septiembre.
Siempre hay que ser muy prudentes con las finanzas públicas, pero en una crisis de materias primas con altísima deuda pública, mucho más. Aumentar el gasto público o reducir los impuestos aumenta el déficit público, el déficit exterior y mete más presión para financiar la deuda. El equilibrio externo se conseguirá con tipos de interés más altos. El BCE ya ha anunciado que habrá subidas de tipos, pero no cuándo, y anticipa que será muy gradual. En los años setenta, con la peseta, los tipos de interés se dispararon con la inflación. Mayores tipos frenaron la inversión empresarial, la creación de empleo y alargaron la tasa de paro, que no bajó del 20% hasta 1987.
El BCE fija los tipos para toda la Eurozona y luego los inversores fijan las primas de riesgo para cada país y cada deudor. El nuevo PP de Feijóo, en su reciente reunión en Moncloa, habló de deflactar la tarifa del IRPF y bajar el IVA del gas. Deflactar la tarifa no es bajar impuestos y tendría un impacto mínimo en recaudación. Y bajar el IVA del gas se tendría que negociar con Bruselas y tampoco tendría un impacto excesivo. Pero la retórica vuelve a recordar a la campaña de Rajoy en 2011. Prometió bajar los impuestos y nos los subió todos, con la mitad de deuda pública que ahora. Veremos.
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