La Bolsa de Metales de Londres suspende la negociación del níquel por la subida “sin precedentes” de su precio
El oro supera los 2.000 dólares por onza cumpliendo con su papel de valor refugio en tiempos de turbulencias para los mercados
La Bolsa de Metales de Londres (LME) ha decidido suspender este martes la negociación de los contratos de venta de níquel debido a la subida “sin precedentes” de su precio, según informó la entidad en un comunicado. La medida llega después de que la cotización del metal aumentara más del doble durante la sesión en Asia y llegara a superar los 100.000 dólares por tonelada.
La escalada está vinculada a dos fenómenos. Por un lado, las sanciones impuestas por Occidente a Rusia tras la invasión de Ucrania. Moscú produce alrededor del 7% del níquel que se fabrica en todo el mundo, y el castigo de las potencias occidentales, unido al veto de las compañías de transporte marítimo, amenaza con dejar esa capacidad fuera de servicio. Por otro, el repunte que ha llevado su precio a máximos históricos responde a una dinámica puramente financiera: la salida acelerada de inversores que apostaban por su caída ha obligado a estos a efectuar recompras para cerrar sus posiciones y evitar mayores pérdidas, provocando un violento movimiento al alza, lo que en inglés se denomina short squeeze.
“Tras nuevos aumentos nocturnos sin precedentes en el precio del níquel a tres meses, la LME ha tomado la decisión de suspender la negociación, como mínimo, por el resto del día de hoy”, reza el comunicado del mercado londinense de futuros de materias primas. La entidad no ha aclarado cuándo retomará la negociación del níquel, aunque apunta que “planificará activamente su reapertura”.
El níquel se usa sobre todo para fabricar acero inoxidable, pero también para baterías eléctricas para vehículos. El aumento de su precio, por tanto, afecta a la industria automovilística, inmersa en una transición masiva hacia energías limpias debido a la estricta regulación medioambiental en marcha en toda Europa. Para protegerse de su encarecimiento, Elon Musk, fundador de Tesla, anunció poco antes de la invasión rusa que la firma dejaría de fabricar baterías de níquel y cobalto para optar por otras de hierro, menos eficientes y sofisticadas, pero más baratas.
Obstáculo para los planes ‘verdes’
La crisis en Ucrania, por tanto, puede poner trabas a los planes de Bruselas de reducción de emisiones. Un reciente informe de Pimco señala que el salto a un mundo libre de emisiones implica más uso de este y otros metales cuyos precios ahora se han disparado. “Las tecnologías verdes, incluidas las energías renovables, los vehículos eléctricos y el hidrógeno, tienden a consumir más metales que sus equivalentes que funcionan con combustibles fósiles. En consecuencia, es probable que la transición a lo verde intensifique la demanda de los principales metales, incluidos el cobre, el níquel, el cobalto y el litio”, señala el documento.
Rusia, el país más extenso del mundo, es también un importante productor de otros metales, como el aluminio, usado para el transporte, la construcción y el embalaje, con una cuota global de en torno al 6%, solo por detrás de China. Su precio también se ha disparado tras el conflicto, y acumula una revalorización del 26% en lo que va de año. También suben con fuerza el litio y el cobalto, por lo que el impacto de la guerra en las materias primas está siendo notable.
Fuera de los metales vinculados a la producción rusa, el oro, tradicional valor refugio en tiempos de turbulencias, está cumpliendo con su papel como acaparador de dinero temeroso del descalabro y la volatilidad de las Bolsas. Su precio ha llegado a superar los 2.000 dólares, récord de los últimos 19 meses, y no muy lejos de los máximos históricos que marcó al comienzo de la pandemia.
Pese a que la economía rusa es la que está sufriendo con mayor intensidad las consecuencias de las sanciones económicas impuestas por Occidente, los incrementos en el precio del gas, el petróleo, los cereales y diversos metales están afectando a las cuentas de resultados y los ahorros de empresas y consumidores de todo el mundo, y son reveladores de la fuerte interconexión de las economías, aun cuando las de Ucrania y Rusia no están entre las de mayor tamaño.
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