El amianto que envenenó a los obreros del naval atrapa al sindicalista que lo destapó
Rafael Pillado, que movilizó a las víctimas de la asbestosis en Ferrol, sufre un cáncer mortal y demandará a Navantia: “Voy a desenmascarar a los responsables de llenar España de este asesino silencioso”
Todo empezó a finales del siglo pasado, con un murmullo que recorría los cementerios. En 1998, los prejubilados de los astilleros públicos de Ferrol se dieron cuenta de que eran demasiados los entierros en los que volvían a verse las caras. Nadie se explicaba qué estaba pasando hasta que Rafael Pillado Lista, uno de los fundadores de CC OO en el franquismo y miembro del comité de empresa de la antigua Bazán, se puso a investigar. Descubrió que lo que mataba a los obreros del naval era haber respirado durante años el polvo del amianto que recubría las tripas de los barcos. Y emprendió una lucha por sus derechos. Hace algo más de una semana le comunicaron que tiene los días contados por un cáncer mortal, también provocado por ese material al que él llama “el asesino silencioso”.
Pillado, que entró a trabajar en los astilleros siendo un adolescente y ahora tiene 79 años, sufre un mesotelioma, un tumor muy agresivo, con una esperanza de vida de entre 12 y 21 meses, que la medicina vincula a exposiciones prolongadas al amianto. Este luchador antifranquista, que en democracia se embarcó en batallas sindicales y medioambientales, ha recibido “la peor de las noticias” en la unidad que se creó en el hospital de Ferrol para atender a las víctimas del amianto, un logro de la asociación de afectados que él impulsó. Tiene claro en qué empleará el tiempo que le queda de vida: “Mi enfermedad no va a ser clandestina. Voy a presentar una demanda contra Navantia [heredera de Bazán] y a convertir mi juicio en un juicio para desenmascarar a los responsables de llenar España de este asesino silencioso aprovechando la dictadura. Aunque se hayan muerto todos, tuvieron cómplices y los siguen teniendo”.
En los últimos 20 años, las víctimas del amianto en diferentes sectores han tenido que pelear en los tribunales para demostrar el origen laboral de sus dolencias, ya sean asbestosis o cáncer, y recibir indemnizaciones. En el caso de los trabajadores de los astilleros públicos, Pillado critica que Navantia sigue defendiéndose con uñas y dientes “para no reconocer la evidencia”. “En mi caso no pueden culpar al tabaco, no soy fumador, y siempre he sido deportista”, sostiene. Su doctora empezó a redactar el informe médico que adjuntará a su demanda el mismo día que le comunicó la fatal noticia. Desde entonces, él no ha dejado de pensar en los testigos que llevará al juicio.
Pillado quiere que en la vista se escuche el testimonio de “los mejores expertos”, de los técnicos, de sus compañeros y de todos los que en los astilleros ferrolanos tuvieron relación con el caso. Él está convencido de que ya en los años ochenta la dirección de la antigua Bazán era consciente del daño que había producido este material cancerígeno en la salud de los obreros, pero se afanó en ocultarlo. La asociación gallega de afectados por amianto calcula que en la comarca de Ferrol residen entre 12.000 y 14.000 de las 30.000 víctimas que estima en toda la comunidad autónoma.
Expuesto a los 15 años
Después de muchos entierros, fue la temprana muerte de un compañero que era “un castillo” de fuerza y salud, lo que hizo estallar la preocupación de Pillado. Acudió a Julián Ariza, histórico dirigente de CC OO, quien le puso en contacto con un experto en salud laboral del sindicato. De aquel técnico escuchó por primera vez el nombre del material maldito: “Eso probablemente es cosa del amianto”. El especialista le pasó a Pillado unos apuntes sobre el uso masivo de este aislante durante la dictadura. Y en aquellas notas encontró algo que lo retrotrajo muchos años atrás.
Se hablaba en aquellos papeles de cómo se había forrado de amianto un tipo de buques en los que él trabajó en Bazán cuando tenía 15 años. Se vio a sí mismo cuando era solo un crío “rajando con un cuchillo” aquel material de aislamiento sin ningún tipo de protección: “Tragábamos amianto desde la mañana hasta el fin de la jornada”. Recuerda las bromas entre los niños operarios arrojándose trozos del “asesino silencioso”. Uno de sus compañeros en el astillero que falleció de asbestosis “tuvo toda la vida adornando su mesa de trabajo un trozo de amianto que tenía una forma especial”.
A principios de 2000, el sindicalista denunció en la prensa local de Ferrol que los obreros de los astilleros estaban enfermando y muriendo por culpa del amianto. Pillado asegura que el entonces responsable del comité de empresa de Bazán, compañero de Comisiones Obreras, lo acusó “de generar alarma social”. “Escribí un artículo respondiéndole que la alarma social la genera el que asume los argumentos de la empresa para ocultar un problema”, cuenta. Rememora cómo en la sociedad ferrolana empezó a extenderse la “maligna interpretación” de que los prejubilados del naval “lo que querían era dinero”. “Lo decían hasta representantes sindicales”, lamenta.
“Envenenaron el país”
Pillado empezó a movilizar a afectados afiliados a diversos sindicatos. Mientras se sucedían las demandas en los juzgados de prejubilados contra Bazán, a través de la asociación cultural Fuco Buxán a la que pertenecía, organizó actos informativos sobre el amianto en los que se emitían vídeos explicando lo que se sabía en otros países de sus efectos nocivos. Asegura que llevaron sus denuncias a la Comisión Europea a través de un dirigente de CC OO y ayudaron a frenar las intenciones del Gobierno de José María Aznar de aplazar la prohibición del amianto más allá de 2001. En 2004 impulsó la Asociación Galega de Víctimas del Amianto (Agavida).
Pillado empieza a notar los efectos de su agresiva enfermedad. Siente dificultades para respirar al subir las cuestas. Pese a todo, se confiesa “animoso”. Otra de sus metas es conmemorar el próximo 10 de marzo el 50º aniversario del asesinato de sus camaradas Amador Rey y Daniel Niebla, abatidos por la policía franquista cuando participaban en una marcha obrera de los astilleros. “Está todo relacionado”, sostiene. “Las víctimas del amianto fuimos víctimas también de la represión. La Banca March, que financió al bando nacional [en la Guerra Civil], recibió autorización en exclusiva para forrar España de amianto a través de [la empresa] Uralita. Y envenenaron el país. Hasta las tuberías de agua potable tenían amianto. Casi todos los españoles bebieron ese veneno. Nosotros lo bebimos y lo respiramos”.
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