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La subida en las facturas y los servicios amenaza con exacerbar la crisis inflacionaria en Turquía

Goldman Sachs y JP Morgan estiman que la inflación no bajará del 40 % hasta final de 2022, su nivel más alto en dos décadas

Turquia
Protesta organizada por los sindicatos turcos contra las subidas de las facturas de electricidad y gas ante las puertas del Ministerio de Energía en Ankara el pasado 6 de enero.ADEM ALTAN (AFP)
Andrés Mourenza

El alza global de los precios de la energía y la histórica depreciación de la lira turca han obligado al Gobierno y a los organismos reguladores de Turquía a decretar importantes subidas en las facturas eléctrica y del gas, lo que a su vez exacerbará la crisis inflacionaria que vive el país euroasiático, según diversos análisis. Pese a ello, el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan arguye que continuará con sus recetas económicas “heterodoxas”, lo que añade presión a una moneda turca muy debilitada en un momento en que la subida de tipos previstas por la Reserva Federal de EEUU pueden poner en serios aprietos a los mercados emergentes.

El día de Año Nuevo, los turcos se despertaron con abultadas subidas en sus facturas. La Autoridad Reguladora del Mercado de la Energía publicó los nuevos precios de la electricidad por kilovatio-hora, que suponen un incremento del 125 % respecto a 2021, aunque el encarecimiento será solo del 50 % para aquellos hogares que consuman menos (por debajo de 150 kWh). La empresa que importa y comercia los hidrocarburos, BOTAS, también anunció un incremento del 25% de la factura del gas natural de uso doméstico y un 50 % para el de uso industrial (excepto para las plantas de producción eléctrica, en las que la subida se quedará en el 15 %). Esta empresa pública lleva tres años en pérdidas y en los próximos meses debe afrontar el pago de deudas por valor de 2.000 millones de dólares, parte de ellos a la rusa Gazprom, de la que compra la mitad del gas que importa. Según Bloomberg, BOTAS únicamente ha conseguido recabar créditos por menos de una quinta parte del valor de sus deudas y el Gobierno busca métodos para cubrir la diferencia.

El 1 de enero también se anunció la enésima subida de los combustibles para vehículos de los últimos meses, con lo que llenar el depósito se ha encarecido entre un 88 y un 128% durante el último año, según se utilice gasolina sin plomo, diésel, gasóleo o GLP. El Ejecutivo también ha decretado incrementos en el precio de los peajes de autopistas, puentes y túneles de en torno a un 25 %, pues muchas de estas infraestructuras son gestionadas por los consorcios constructores -parte de ellos con participación extranjera- y el Gobierno debe compensar a los concesionarios si no alcanzan unos beneficios determinados, que habitualmente están pactados en euros u otras divisas fuertes. El efecto, en Estambul, ha sido una notable reducción del tráfico y un incremento del uso de transporte público.

El Gobierno también ha incrementado un 47% las tasas especiales al tabaco y al alcohol, lo que ha llevado a protestas del pequeño comercio dedicado a la venta de bebidas alcohólicas, que cada vez tiene más difícil su supervivencia. Desde la llegada al poder del islamista Erdogan en 2002 se han multiplicado las tasas e impuestos sobre el alcohol. Por ejemplo una botella de 70 cl. de raki, el licor anisado típico del país, ha pasado de 8 a 249 liras (5 a 16 euros al cambio).

De acuerdo con las cifras del Instituto de Estadística oficial (TÜIK), Turquía cerró 2021 con una inflación al consumidor del 36,08 %, la mayor registrada desde octubre de 2002, un mes antes de que el partido islamista AKP ganase las elecciones que catapultaron a Erdogan al poder. Por apartados, los mayores incrementos de precios se registraron en la energía (42,9%) y alimentación (43,8%).

Y estos nuevos incrementos en las facturas y los servicios amenazan con enquistar e incluso exacerbar el alza de precios en los próximos meses. “Desde el inicio de año, hemos visto varias subidas significativas de los precios de electricidad, gas natural, tabaco y bebidas alcohólicas y ello añadirá una presión extra a la inflación en enero. Es importante hacer notar que el incremento en la inflación distorsiona las tendencias adquisitivas de los consumidores. Para anticiparse a precios más elevados, los consumidores tienden a adelantar sus compras y eso crea una retroalimentación que lleva a niveles aún más altos la inflación”, sostiene un informe de J.P. Morgan. La banca de inversión ha revisado al alza sus previsiones de inflación para Turquía y considera que seguirá aumentando y tocará techo en mayo (55 %), de donde prácticamente no bajará hasta diciembre, para cerrar el año en el 35 %. Por su parte, Goldman Sachs estima que la inflación en Turquía excederá el 40 % durante el primer trimestre de 2022 y no bajará de esa cifra durante la mayor parte del año.

Con todo, estos cálculos están hechos basándose en las cifras de TÜIK, cuyos cálculos son ampliamente criticados en el país. El grupo ENAG, formado por académicos y economistas independientes, sostiene que los precios al consumo se elevaron un 82,81% durante 2021, una cifra que va en sintonía con la inflación de los precios de producción, que el propio TÜIK calcula en el 79,89% anual.

Las empresas turcas que producen para el mercado doméstico se hallan, de hecho, entre la espada y la pared: por un lado, afectadas por un incremento récord del precio de los insumos necesarios para producir y, por el otro, amenazadas por el Gobierno con multas millonarias si suben demasiado los precios. Dado que Erdogan ha prohibido en la práctica al Banco Central que suba los tipos de interés como método para reforzar la lira y atajar la inflación, Turquía está recurriendo a medidas de diverso tipo como la creación de depósitos bancarios indexados al dólar, la obligación a los exportadores de convertir a liras el 25% de sus ganancias en divisa o la posibilidad de limitar la exportación de productos alimentarios (que suponen en torno al 15% de las exportaciones de Turquía), según adelantó un miembro del partido gobernante citado por el medio Duvar. Esto contradice en parte el Nuevo Modelo Económico que había anunciado el mes pasado el presidente Erdogan y cuyo objetivo es estimular la producción y la exportación para reducir el déficit por cuenta corriente y, con ello, la dependencia de la financiación extranjera.

“Hemos dejado de lado las políticas ortodoxas. Ahora habrá políticas heterodoxas. Y al mismo tiempo seguiremos siendo eclécticos”, explicó el pasado 5 de enero el nuevo ministro de Economía turco, Nureddin Nebati, politólogo de formación. Con ello dejó claro que no habrá subidas de la tasa de interés de referencia, pese a que en una reciente entrada en su blog, analistas del Fondo Monetario Internacional alertan de que el endurecimiento de la política monetaria de la Reserva Federal estadounidense “podría desencadenar salidas de capitales y depreciaciones de las monedas en los mercados emergentes”.

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