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CRISIS ENERGÉTICA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La batalla eléctrica en Europa

Los precios no pueden depender exclusivamente de una lógica del mercado aplicada de forma deficiente como hasta ahora

Andreu Missé
OMIE precio luz
Sala de operaciones de OMIE, el operador del mercado eléctrico donde se negocia el precio de la electricidad en el mercado mayorista.Víctor Sainz

El desmadre de los precios de la electricidad ha provocado un abierto enfrentamiento entre países en Europa. Los principales puntos de fricción son la mala aplicación del sistema marginalista de precios y la falta de reservas estratégicas de gas, cuyo coste se ha multiplicado por cinco.

España y otros cuatro países (Francia, Italia, Grecia y Rumanía), que representan más del 45% de la población de la UE, han solicitado la reforma de sistema. Parte de las demandas relativas a las reservas de gas ya han empezado a ser atendidas por la Comisión Europea como adelanta este lunes este periódico.

Es decisivo que esta batalla se desarrolle en el seno de la Unión donde los derechos de los consumidores cobran cada vez mayor relevancia y los precios no pueden depender exclusivamente de una lógica del mercado aplicada deficientemente como hasta ahora.

En España, las variaciones de los precios de la electricidad en el mercado mayorista durante 2021 han revelado la incongruencia del sistema marginalista. El 31 de enero el precio del megavatio hora se situó a 1,42 euros, el 7 de octubre a 288,53 euros y el último día de ese mes volvió a caer a 79 euros. La consecuencia es que la factura de la electricidad para los hogares ha subido un 35% en lo que va de año.

El debate sobre la aplicación del sistema marginal de precios es la próxima batalla. La racionalidad de este sistema se basa en que el coste de la última unidad producida es la que marca el precio total. Su fundamento es que así se estimula la competencia entre las distintas tecnologías. En el caso de la electricidad a través de un sistema de subastas primero se utilizan las energías baratas (nuclear, eólica, hidráulica) y cuando no son suficiente se emplea el gas, que es la más cara. Este precio final se aplica luego a todas las energías.

Pero la aplicación práctica de este sistema por las compañías ha sido muy perversa. La vicepresidenta del Gobierno y ministra de Transición Energética, Teresa Ribera, ya observó la contradicción que suponía que una energía barata como la hidroeléctrica hubiera marcado el precio máximo en el 64% de las ocasiones en julio y junio. En el pasado Consejo de Energía de la UE, Ribera indicó: “Necesitamos que el precio de la electricidad se parezca mucho más al coste medio de generación y no al coste marginal. No basta solo dar estabilidad a los inversores, hay que proteger sobre todo a los consumidores”.

Las criticas al sistema marginalista son compartidas por el ministro de Economía de Francia, Bruno Le Maire, para quien “el mercado europeo de la energía es una aberración”. El ministro consideró inaceptable que sus compatriotas tuvieran que pagar el coste del precio marginal del gas a 100 euros por megavatio cuando tenemos centrales nucleares que lo producen a 40 euros. Las voces contra la irracionalidad del actual sistema son cada vez más poderosas. Europa, que es una construcción de derecho, ha empezado a atenderlas.

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