Christine Lagarde: “Esta inflación no es bienvenida y es dolorosa”
La presidenta del Banco Central Europeo se reafirma en que una retirada prematura de estímulos dañaría la recuperación
Una Lagarde didáctica y empática, de tono profesoral al explicar las causas de las subidas de precios, comprensiva con la preocupación de cada vez más europeos por la pérdida de poder adquisitivo asociada al rebrote inflacionista, pero a la vez firme en su defensa de la tesis central que el Banco Central Europeo viene repitiendo en los últimos meses contra todo tipo de presiones: la inflación es temporal, y retirar estímulos ahora sería poco efectivo y dañaría la recuperación.
La presidenta del BCE ha intervenido este viernes en el Congreso Bancario Europeo celebrado en Fráncfort. En su discurso ha insistido en que una subida de tipos en 2022 “es muy poco probable”, pero ha querido desterrar la idea de que el organismo está mirando para otro lado mientras la inflación hace estragos en los hogares. “Esta inflación no es bienvenida y es dolorosa, y naturalmente hay inquietud sobre cuánto durará. Nos tomamos esas preocupaciones muy en serio”. La dirigente francesa ha reconocido que la inflación afecta al bolsillo de los ciudadanos, especialmente de aquellos con ingresos más bajos.
Lagarde ve probable que la inflación aumente aún más hasta final de año —está en el 4,1% en la zona euro y en el 5,4% en España—, dado que la economía aún se está reabriendo, y persisten problemas como los altos precios de la energía y los cuellos de botella en el suministro. Pero considera que el shock actual viene provocado por un problema de oferta, no de demanda, y contra eso, usar instrumentos de política monetaria como la retirada de estímulos y las subidas de tipos de interés sería algo parecido a matar moscas a cañonazos. “Los precios de la energía se establecen a nivel mundial y los cuellos de botella de la oferta no pueden remediarse con la política monetaria del BCE. [...] En esta situación, una política monetaria más estricta solo exacerbaría la contracción de la economía”, avisó.
La mujer a la cabeza de la principal autoridad monetaria atribuye la inflación al efecto base de comparar los precios con los del año pasado, cuando los confinamientos hundieron la demanda y los hicieron caer. También al impacto del recorte y vuelta a la normalidad del IVA alemán, rebajado durante la pandemia por el Gobierno de Angela Merkel para impulsar el consumo. Pero sobre todo señala a los precios de la energía y el desequilibrio entre oferta y demanda alentado por los cuellos de botella en el comercio mundial.
En el caso de la primera, el impacto es evidente: 2,2 de los 4,1 puntos de inflación provienen del alza energética, en un entorno plagado de trampas que Lagarde pasó a enumerar: las restricciones en el suministro de petróleo por parte de la OPEP+, una producción de crudo esquisto estadounidense más lenta, y la reducción de las exportaciones de gas de Noruega y Rusia, que junto con la alta demanda llevó a máximos históricos los precios europeos del gas en octubre.
Tras el desacople oferta-demanda, Lagarde ve en cambio un salto de los precios de bienes industriales debido a los cambios en los patrones de consumo, y puso como ejemplo el caso de consumidores que prefieren comprar equipos para hacer ejercicio en casa antes que renovar su abono al gimnasio. A ello se suma la escasez de componentes clave para los fabricantes —como la falta de chips que está obligando a hacer parones en las fábricas de coches— y lo que Lagarde denominó como “efecto látigo”: las empresas, ante el temor al desabastecimiento, hacen pedidos más grandes, generando a su vez más interrupciones en la cadena de suministro y más escasez al acapararlos.
En los servicios se ha notado menos la subida de precios, pero la presidenta del BCE señaló los problemas de falta de mano de obra en profesiones de atención al cliente como un problema: “la gente está comiendo fuera y viajando de nuevo, mientras que la oferta de mano de obra aún no se ha normalizado por completo y el coste de los insumos está aumentando”.
Vistos todos estos elementos ¿cuándo se normalizará la inflación en torno a la tasa del 2% que promulga el BCE? Lagarde fue ambigua y evitó dar una fecha. “Es difícil predecir exactamente cuándo desaparecerán los impulsores actuales de la inflación. La pandemia es una situación sin precedentes, hay efectos que aparecen con retraso y tenemos pocas situaciones pasadas con las que comparar. No obstante, seguimos confiando en que las presiones inflacionarias disminuirán con el tiempo”. Los temidos efectos de segunda ronda que podrían generar una espiral inflacionista alimentada por sucesivas subidas de sueldo y de precios tampoco han aparecido de momento. “El crecimiento negociado de los salarios sigue siendo moderado”, afirmó Lagarde.
La estrategia del banco pasa pues, según su presidenta, por mirar al medio plazo y no dejarse arrastrar por el impulso primario de querer atajar precipitadamente la inflación, disparada en el caso de la zona euro a sus niveles más altos en 13 años, y en el caso de España a los más elevados en 29 años. También por observar de cerca las causas de la inflación: si el problema actual de falta de oferta pasara a ser de exceso de demanda, el banco tendría más razones para intervenir. Y por último, por vigilar si alcanza el 2% mucho antes del final de su horizonte de proyección y estar atenta a la subyacente (que excluye los precios más volátiles de la energía y los alimentos frescos).
Eso sí, el hecho de que sea transitoria no excluye que sea una piedra en el zapato de la recuperación, como afirmó Lagarde en su conclusión. “La inflación está siendo impulsada en gran medida por las circunstancias excepcionales creadas por la pandemia. Y es probable que la naturaleza de la inflación ralentice el ritmo de la recuperación a corto plazo. Por lo tanto, la política monetaria de hoy debe ser paciente y persistente, al mismo tiempo que debe estar alerta a cualquier posible dinámica desestabilizadora que surja”.
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