El FMI tomará una decisión “muy pronto” sobre el futuro de Georgieva
Tras los interrogatorios a la directora gerente y a los abogados que han investigado sus supuestas malas prácticas cuando estaba al frente del Banco Mundial, los Gobiernos tendrán que decidir en los próximos días si continúa o no
El futuro de Kristalina Georgieva se resolverá en cuestión de días. Tras interrogar a la propia directora gerente y a los abogados que han investigado supuestas malas prácticas cuando estaba al frente del Banco Mundial, el comité ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI) ha anunciado en la madrugada de este sábado que tomará una decisión “muy pronto” sobre su continuidad. La auditoría del bufete WilmerHale reveló a mediados de septiembre un supuesto trato de favor a China en el informe estrella del Banco Mundial, el ránking de países Doing Business. Según las pesquisas, Georgieva, cuyo porvenir depende en gran medida de lo que decida Estados Unidos, habría presionado “indebidamente” a funcionarios que dependían de ella para que el gigante asiático escalase puestos en una clasificación que ordena a los países por las facilidades que otorgan para hacer negocios.
En la nota publicada este sábado (hora europea), el FMI informa de “progresos significativos” en el proceso tras haberse entrevistado con ambas partes, aunque remarca que pedirá “nuevos detalles aclaratorios” antes de tomar una decisión definitiva. Leyendo entre líneas, este comunicado no es una buena noticia para Georgieva: de haber desechado los indicios de las malas prácticas a las que apuntaba la auditoría, el Fondo habría cerrado de plano el asunto. Pero ese no ha sido el caso. “El comité ejecutivo sigue comprometido con una revisión exhaustiva, objetiva y oportuna”, añade el escrito, repitiendo una fórmula que es una constante desde que el Banco Mundial publicase los resultados de la investigación encargada por el propio organismo para arrojar luz sobre el asunto.
La investigación de WilmerHale concluye que la edición de 2018 del Doing Business China debería haber estado siete lugares por debajo del puesto que finalmente ocupó: sin las supuestas presiones se habría situado en la posición 85ª sobre un total de 190 países en vez de la 78ª. Esa mejora artificial en sus resultados se produjo en el otoño de 2017, justo cuando el organismo necesitaba la aquiescencia —y el dinero— de la segunda potencia mundial para ampliar capital, como acabó sucediendo en abril del año siguiente. Cuando estas acusaciones vieron la luz, hace tres semanas, el Banco Mundial tomó la decisión de cancelar futuras ediciones de este otrora influyente informe.
Georgieva, por su parte, ha negado las acusaciones, que ha calificado de “falsas y espurias”. “He respondido todas las preguntas que se me han formulado y sigo a disposición del comité ejecutivo a medida que avanza para concluir sus discusiones lo antes posible”, afirmó en un comunicado tras ser interrogada por la organización que ella misma dirige. La semana próxima, tanto el Fondo como el Banco Mundial celebran su tradicional reunión anual, a la que este 2021 ambas instituciones llegan muy tocadas en lo reputacional.
EE UU, clave
En un clima de permanente confrontación económica entre EE UU —el mayor accionista del FMI, lo que le otorga el 16,5% de los derechos de voto— y China —tercer máximo accionista, con algo más del 6% de los derechos de voto—, la pelota está ahora en el tejado de los países.
El bloque europeo, continente del que han sido originarios todos los directores gerentes que ha tenido el organismo desde su fundación, respaldó sin fisuras a Georgieva cuando esta dio el salto del Banco Mundial al Fondo en octubre de 2019 y parece decantarse por su continuidad. La economista búlgara cuenta con una amplia trayectoria en Bruselas, donde fue comisaria durante seis años y se ganó el respeto de Gobiernos y altos funcionarios.
Sin embargo, dado que las cinco mayores economías de la UE (Alemania, Francia, Italia, España y Países Bajos) suman poco más del 16% del capital, buena parte de lo que ocurra con su futuro dependerá de lo que decidan Washington y Tokio —Japón es el segundo mayor accionista, con una cuota de poder ligeramente superior a la de Pekín— y de las alianzas que puedan tejer con otros socios de envergadura como el Reino Unido, Rusia, India, Canadá o Brasil.
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