Los golpes al bolsillo de las familias se acumulan: la luz, la gasolina y los alimentos continúan su escalada
El récord del precio de la electricidad llega con el barril de brent a más de 72 dólares y productos básicos como el aceite disparados
Este verano está siendo particularmente caliente. Y no por las temperaturas, que también. Los precios suben a un ritmo sostenido y los salarios no lo hacen en igual medida. No es solo la luz, que este jueves volverá a tocar un máximo histórico al pagarse 122,76 euros por megavatio-hora (MWh), otro récord más de los muchos que ha alcanzado este mes. A eso hay que sumar la gasolina y algunos alimentos que también han emprendido una carrera alcista que golpea ya con seriedad el bolsillo de las familias.
El índice de precios de consumo (IPC) avanzó en julio un 2,9% respecto al mismo mes del año anterior, el mayor incremento desde febrero de 2017. Detrás de este repunte hay un cóctel de factores que solo en parte tiene que ver con un momento histórico atípico, marcado por la pandemia. A la escalada de precios de la electricidad en el mercado mayorista y la cotización disparada del petróleo y del gas comparado con 2020 se le suman otros elementos como los cortocircuitos en las cadenas de suministros. Todo ello ha desencadenado en un efecto dominó que presiona sobre los precios y supone una losa cada vez más pesada para las finanzas de los hogares.
Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la electricidad se ha encarecido en casi un 17% en lo que va de año, la gasolina un 17,6%, el gasóleo un 17,7% y el gas un 8,6%. Pero también han escalado los precios del aceite de oliva, en más de un 22%, de los refrescos, por encima del 11%, de la fruta (4,6%), los huevos (3,5%) y la carne de ave (3%) o vacuno (0,3%). Muchos de estos incrementos se explican por la energía, ya sea para su producción, mantenimiento o transporte.
El recibo de la luz está siendo uno de los quebraderos de cabeza del Gobierno. Lleva meses tratando de parar la espiral alcista en la que está inmerso el sistema eléctrico, pero parece que poco puede hacer en el corto plazo. Los expertos avisan que los precios seguirán elevados durante un buen tiempo. Los motivos: el gas está por las nubes —más de 40 euros MWh— y el coste de los derechos de emisiones de CO₂ va al alza —supera los 50 euros la tonelada—. “El gas no bajará hasta febrero o marzo del año que viene, según las previsiones. Y donde no hay duda es con el CO₂, que tendrá un recorrido al alza seguro”, explica Francisco Valverde, consultor y analista del mercado eléctrico.
El Ejecutivo ha puesto en marcha diversas medidas que hasta ahora no han conseguido paliar la subida del precio que pagan los consumidores en su factura. Solo la rebaja del IVA ha tenido un efecto inmediato, pero los aumentos constantes del precio de la energía se han comido ya casi todo el ahorro. Además, este aumento en el mercado mayorista no ha terminado y agosto apuesta fuerte para superar el máximo de julio, que se coronó como el mes más caro de la historia. Para los 10,6 millones de clientes que están en el mercado regulado (conocido como PVPC), el tramo horario punta ha subido desde junio más de un 10%, el llano un 17,5% y el valle casi un 23%. Poner la lavadora en la hora con la electricidad más cara de este mes de agosto, según la curva del PVPC, ha costado en términos de energía casi tres veces más que en la hora más cara del mismo mes del año pasado, sin considerar el gasto en agua.
Enrique García, portavoz de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), explica que la subida del IPC de julio, “la más importante en los últimos años”, se debe fundamentalmente a este encarecimiento de la energía. “Hemos calculado que va a suponer un sobrecoste anual de 505 euros para las familias, repartido de la siguiente forma: 311 euros en gasolina, 250 euros para el diésel, 55 euros para el gas y 139 en electricidad, ya aplicada la rebaja del IVA. Si no, hablaríamos de 187 euros”, desglosa. “Pero hay una doble factura, porque estas subidas a su vez se trasladan a otros productos por un aumento en los costes de producción y transporte, y el primero es la alimentación”.
El matiz del efecto estadístico
Todas estas comparaciones tienen un pero. Si se hacen respecto a 2020 es necesario matizar que la referencia es un año atípico en el que durante meses hubo confinamientos domiciliarios en casi todo el mundo. Esto tiró de los precios a la baja. Y de ahí que algunas subidas de ahora se expliquen también por un mero efecto estadístico. Buen ejemplo de ello es la hostelería (hoteles, hostales, pensiones y servicios de alojamiento similares), que estuvo cerrada durante meses en la fase más dura de la pandemia, que ha crecido hasta julio un 31,4% según el INE. O la venta de textil, que en su caso ha bajado alrededor del 17% para dar salida al stock acumulado.
García explica que habrá alimentos más afectados, como la carne, que suele tener un coste muy estable en términos de inflación, debido a que se trata de un sector muy intensivo en consumo de energía. En otros, como la fruta o el pescado, también influyen factores como la captura o la climatología. “En los próximos meses puede haber subidas de precio en algunos productos básicos, pero estas también dependerán del nivel de competencia en el mercado. En los productos donde es escasa, subirán más; si hay mucha, alguna empresa podrá optar por sacrificar su margen a costa de ganar de clientes. Sin considerar que septiembre, con la vuelta al cole, siempre es el mes más duro para las familias”.
Massimo Cermelli, profesor de Economía en Deusto Business School, vaticina que la inflación no aflojará por lo menos hasta 2022 o 2023. “Crece porque se encarecen diferentes productos, sobre todo las materias primas”. El barril brent, de referencia en Europa, supera ahora los 72 dólares, después de tocar el mínimo de 20 dólares en 2020 con el parón de la actividad impuesto por la pandemia. En la segunda mitad del año empezó a repuntar por la relajación de las restricciones y el aumento de la demanda mundial, sobre todo de China, los recortes en la oferta y las expectativas generadas por la aprobación de las vacunas.
Más caro llenar el depósito del coche
“En este momento los precios del petróleo se están moderando, sobre todo por la incertidumbre que genera la variante delta de la covid. Pero al menos hasta 2022 se mantendrán en el entorno de los 60 o 70 dólares. Y este encarecimiento recae sobre las familias por el famoso efecto pluma”, explica el docente. Esto es: las subidas del precio del crudo llegan como un cohete a las gasolineras, pero las bajadas tardan mucho más, como la caída de una pluma. Este julio, llenar un depósito de 50 litros de un coche de gasolina costaba 10 euros más que enero. Y si es de gasóleo, casi nueve euros más. Una losa más para muchas familias.
Cermelli también destaca otro elemento clave que impactará en el coste de la vida de los hogares: los problemas de suministro. “La escasez de chips y el encarecimiento de las materias primas bloquean las cadenas de suministros, y la situación se mantendrá hasta 2022 o 2023. Esto frenará la producción de determinados productos y causará una reacción en cadena: si una empresa de automóviles no funciona, eso impacta sobre sus trabajadores”, detalla. “Se han unido más factores que causan una inflación creciente. Este será el verano más caro de los últimos 20 años”.
Rubén Sánchez, portavoz de la asociación de consumidores Facua, explica que en coyunturas como la actual con subidas de precios, es cuando los consumidores se prestan más a hacer un análisis sobre sus gastos habituales. “Valorar cambios de marcas o establecimientos, servicios contratados como la compañía de electricidad y de gas, telecomunicaciones, seguros...”, señala. “Además, septiembre es un mes que se presta a ello, porque es una especie de inicio de curso para las familias, con lo cual es lo recomendable en estas coyunturas”.
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