Lagarde promete “cambios interesantes” en la próxima reunión del BCE
La presidenta de la entidad adelanta que en el encuentro del 22 de julio habrá pistas sobre la orientación futura de la política monetaria
El verano suele ser tiempo de relajación en los mercados. Los volúmenes de negociación bajan, el sopor crece, y muchas decisiones se aplazan a septiembre. Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, no parece dispuesta sin embargo a conceder un respiro a los inversores. Si la semana pasada les tocó interpretar el cambio de objetivo de inflación de la entidad, ahora fijado en una meta del 2% simétrica —esto es, que pasa a considerar tan negativas las desviaciones por debajo como por encima de ese porcentaje—, en la próxima dará pistas sobre la orientación futura de la política monetaria, según ha adelantado este lunes en una entrevista con Bloomberg Television.
La reunión del 22 de julio, hasta ahora concebida como un cara a cara más bien irrelevante, pasa así a acaparar todas las miradas. Máxime después de que Lagarde prometiera “cambios interesantes” y la calificara de “reunión importante” en la que empezarán a visualizarse cambios en el modo en que el BCE comunica. Lagarde dijo en la entrevista que espera que el plan de compra de bonos del BCE, valorado en 1,85 billones de euros, se ejecute al menos hasta marzo de 2022. Hasta ahí, nada nuevo, pero añadió que ese programa de adquisiciones de emergencia contra la pandemia (PEPP) irá seguido de una “transición a un nuevo formato”, una expresión tan imprecisa como alentadora de que un nuevo y relevante anuncio está por llegar. El vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, respaldó esa sensación de que habrá movimientos inminentes en un evento organizado este lunes por OMFIF (el Foro de Instituciones Monetarias y Financieras Oficiales). Dijo que el Consejo de Gobierno decidirá pronto sobre la transición de las compras de deuda por la pandemia a otros programas de compras de bonos.
Analistas e inversores llevan meses especulando sobre qué pasará cuando termine el PEPP, la joya de la corona de las herramientas desplegadas en esta crisis. A la hora de redefinir su política de adquisición de activos, todo se fiaba a tres factores: la marcha de la economía, ahora embarcada en una recuperación zozobrante por la presencia de la variante delta; la evolución de la inflación, cuyo alza el BCE espera que sea temporal, y el juego de equilibrios internos entre halcones y palomas.
El mayor temor es que una retirada de los estímulos demasiado apresurada provoque una desbandada en los mercados y un encarecimiento de los intereses que pagan los Estados por su deuda. Pero una vez relajado el objetivo de inflación —el 2% deja de actuar como techo para ser una aspiración—, los expertos creen que hay margen para poner en marcha nuevos estímulos sin traicionar su mandato. Carsten Brzeski, estratega jefe macro de ING, opina que la actual orientación de la política monetaria es “claramente insuficiente” para alcanzar la meta del 2% de inflación si se tienen en cuenta que las previsiones del banco apuntan a que los precios estarán en el 1,4% en 2023.
La continuidad de la política expansiva más allá de lo esperado, unida a la decisión de EE UU de adelantar unos meses su primera subida de tipos de interés —ahora prevista para finales de 2023— podría provocar nuevas caídas en el euro, que ha perdido un 2,5% frente al billete verde en el último mes y se cambia por 1,18 dólares. La marcha atrás supone un alivio para los exportadores europeos, que en los últimos meses han visto como la moneda única se fortalecía, y sigue estando un 5% más cara que hace un año, lo que hace sus productos menos competitivos.
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