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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El futuro social en EE UU y en la UE

Biden ha desconcertado porque el reconocimiento de la contribución de los sindicatos aparece más en los trabajos académicos que en los discursos políticos

Andreu Missé
El presidente de EE UU, Joe Biden, el viernes en Washington.
El presidente de EE UU, Joe Biden, el viernes en Washington.TASOS KATOPODIS / POOL (EFE)

Resulta bastante evidente que Estados Unidos quiere dar un impulso para modernizarse para hacer frente a China, su principal competidor. Joe Biden ha sorprendido con su fuerte subida de impuestos a las ganancias de capital, pero mucho más con su apoyo explícito a los derechos humanos y a los sindicatos. “Wall Street no construyó este país. La clase media construyó el país. Y los sindicatos construyeron la clase media. Por eso pido le pido al Congreso que apruebe la ley para proteger el derecho a sindicalizarse”, ha precisado el presidente demócrata.

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FILE - In this Jan. 28, 2021 file photo, President Joe Biden signs a series of executive orders in the Oval Office of the White House in Washington. Biden campaigned on raising the national minimum wage to $15 per hour and attached a proposal doing just that to the $1.9 trillion coronavirus pandemic relief bill. (AP Photo/Evan Vucci)
Biden aumenta el salario mínimo y promueve la asociación sindical

En EE UU la afiliación social ha descendido notablemente en las últimas décadas, del 20% en 1983 al 10,3% actual. En Europa los sindicatos también han retrocedido, pero la situación es desigual: los nórdicos Dinamarca y Suecia tienen una afiliación superior al 65%, frente al 8% de Francia y el 14% de España, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Biden ha desconcertado porque el reconocimiento de la contribución de los sindicatos aparece más en los trabajos académicos que en los discursos políticos. Un estudio los investigadores F. Jaumotte y C. O. Buitron, del Fondo Monetario Internacional (FMI), indica que “la desigualdad de ingresos está aumentando a medida que la influencia de los sindicatos disminuye”.

En Europa la cuestión social ha sido el objeto de la reciente cumbre en Oporto que ha culminado con unos compromisos globales para 2030. La tasa de empleo debe alcanzar el 78% de la población, frente al 73% actual; la destreza digital básica debe aumentar hasta el 80% de los adultos desde el 44% presente; y se quiere reducir la tasa de jóvenes que ni estudian, ni trabajan, ni se forman, desde el 12,6% en 2019 hasta el 9% al final de la década. También se compromete a sacar de la pobreza a 15 millones de personas de los 91 millones que había en riesgo de pobreza o exclusión antes de la pandemia. Pero no han trascendido avances en materias tan esperadas como el reaseguro de desempleo europeo, el salario mínimo o la jornada laboral.

Desde una perspectiva global quizá el giro más importante que supone la política de Biden es su compromiso con los derechos humanos. “EE UU no se alejará de nuestros compromisos con los derechos humanos y nuestras libertades fundamentales y nuestras alianzas”. Y repitió los fundamentos de su Constitución (1787): “América es una idea, la idea más singular de la historia. Somos creados todos iguales”. También ha anunciado leyes contra la discriminación de las mujeres y los colectivos LGTBIQ.

Derechos humanos y derechos sociales vuelven al centro del debate. Un estudio de los investigadores David Bondia, Karlos Castilla y June Orenga, del Institut de Drets Humans de Catalunya, y Elisenda Escoda y Òscar Roca, de la Oficina Antifrau de Catalunya, concluye que todos los actos de corrupción “comportan violaciones de los derechos humanos”. Lo relevante es que vuelvan a la agenda política y se ejerciten.

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